15+ Ocasiones en las que lectores de Genial se encontraron con desconocidos sobre los que se podrían filmar películas

Gente
hace 2 años

Nuestros padres siempre nos decían: “Nunca hables con desconocidos”. Pero suceden situaciones en las que estos simplemente irrumpen en nuestras vidas. A veces son simplemente ocasiones comunes, pero a veces los desconocidos se convierten en verdaderos salvadores y restauran la fe en la humanidad.

Los lectores de Genial.guru compartieron sus historias sobre cómo el comportamiento de los desconocidos fue una verdadera sorpresa para ellos.

  • Siempre he sido escéptica con las historias sobre desconocidos que pagan por las compras de alguien en las tiendas, pero esta semana lo experimenté yo misma. Fui a la tienda, tomé 2 bolsas de arena para gatos, hice fila en la caja, el cajero pasó los productos y, de repente, me di cuenta de que había dejado mi billetera en otro bolso. Me sonrojé como un tomate, susurré, apártelo a un lado, olvidé mi dinero, voy a casa y vuelvo. Y el hombre que estaba detrás de mí simplemente tomó y puso su tarjeta en la terminal. La suma no era grande, pero igual. Esperé a que terminara de hacer sus compras y, durante unos minutos, desde el fondo de mi corazón, le daba las gracias, aunque estaba un poco confundida. También, por alguna razón, mezclaba las palabras de agradecimiento y ofrecía transferirle dinero a la tarjeta, explicándole que nuestro gato defeca como un elefante, y por eso nunca llegaba a cambiar el relleno a tiempo. Probablemente pensó que algo andaba mal conmigo. Pero aun así fue muy agradable. © Anastomus / Genial.guru
  • Una tarde estaba caminando por la calle y perdí mi cartera con todas mis tarjetas y dinero. También tenía ahí la tarjeta de presentación del banco donde trabajaba. Al día siguiente, llegué al trabajo y la mujer que encontró mi cartera me llamó. Nos encontramos al otro día y ella me devolvió todo. Por supuesto, le di las gracias. Todo el banco estaba al tanto de cómo me devolvieron mis cosas. © Bibigul Khamzina / Facebook
  • Recuerdo una ocasión de mi infancia. Un día, mi madre y yo estábamos subiendo unas escaleras infinitamente largas. Me di cuenta de que todavía faltaba mucho para llegar a la cima, pero yo estaba tan cansada que quería sentarme una o dos horas en el escalón para descansar. Y de repente, un hombre joven, alegre y de piernas largas que también subía me agarró por las axilas y galopó como un caballo, llevándome con los brazos extendidos. Llegó hasta la cima, me puso en el piso con cuidado, dijo algo agradable y siguió caminando. Mamá estaba un poco sorprendida y yo quedé completamente encantada. © Magia blanca / Genial.guru
  • En la farmacia, delante de mí había una anciana que quería comprar medicamentos, pero eran muy caros. Pidió algo más barato, pero en la cola comenzaron a quejarse de que estaba retrasando a todos. Dije que lo pagaría yo. Todos en la cola quedaron boquiabiertos y en silencio. Pagué y me fui rápidamente porque no podía ver cómo la anciana se echaba a llorar. Creo que mucha gente habrá dicho: “Seguro que es una mujer rica, con un abrigo de visón, puede permitírselo”. Pero nadie sabía que ese abrigo era lo único que me quedaba tras el divorcio, que era una pobre secretaria con un niño en brazos y una madre de la misma edad que esa anciana. © Svetlana Narbutis / Facebook
  • Después de 14 años de conducir sin tener accidentes, logré chocar con un auto de policía teniendo yo la culpa. Estaba en estado de shock. Salí, casi sin respirar, y el conductor del otro auto, un joven policía, dijo con una voz muy tranquila: “Al parecer, ambos estábamos en un lugar en el que no deberíamos estar hoy. No te preocupes, son cosas que pasan. Lo resolveremos”. Nos despedimos después de hacer todas las formalidades necesarias, deseándonos lo mejor. Sonrío cada vez que recuerdo ese accidente. Qué bueno que existen personas así. © Olga Seryh / Facebook
  • Una vez, fui a una tienda Porsche en el aeropuerto de Múnich y pregunté si tenían modelos de autos a la venta para regalárselo a mi pequeño. No había modelos, así que me fui. Después de 10 minutos, vi al vendedor corriendo hacia mí con un modelo en las manos diciéndome: “Señora, esto es para su hijo”. Fue tan agradable. © Marina Chayka / Facebook
  • Era mi primer año en Estocolmo. Me subí al autobús y viajé un par de paradas. Una mujer joven estaba en el mismo autobús. Se bajó después de mí en la misma parada y de repente se dirigió a mí en sueco. No entendí y pedí que lo repitiera en inglés. Y ella me dijo: “¡Señorita, usted es muy, muy hermosa!”. Luego sonrió y se fue. Lo sigo recordando con un sentimiento agradable. © Aziza Alieva / Facebook
  • Trabajaba en una imprenta de fotografías y, una vez, vino una mujer que necesitaba pasar información de su teléfono a una memoria USB. Había muchos materiales sobre medicina. Un mes después, la misma historia. Y de repente esa clienta comenzó a hacerme un montón de preguntas sobre mi piel problemática. Me desanimó tanta falta de respeto, pero ella ni siquiera me dejó decir una palabra, solo pidió un papel con un bolígrafo y comenzó a escribir un montón de información sobre análisis y medicamentos. Resultó que el hijo de esa mujer tenía los mismos problemas y pudo recibir un tratamiento efectivo solo en la capital, y ella quería ayudarme. Un mes después, supe que esa clienta es considerada una de las mejores gastroenterólogas de nuestra ciudad, y el otro día pudo subir de calificación. Y yo, después de haber estudiado sus notas en detalle, comencé el tratamiento e inmediatamente vi cambios para mejor. A menudo recuerdo a esa mujer con mucho agradecimiento. © María Loginova / Genial.guru
  • Una vez, estaba sentada en el parque tomando café. De repente comenzó a granizar, y el lugar donde estaba se encontraba justo debajo de un árbol, estaba segura allí, así que me quedé por más tiempo. Entonces un anciano se asomó a mi refugio. Era como de película, con un bastón, pantalones, una camisa, un chaleco y un sombrero. Pidió permiso para sentarse a mi lado. Y mientras esperábamos que pasara el granizo nos pusimos a charlar. Dijo que vivía solo, pero no se desanimaba. Todas las mañanas recorría una ruta determinada, y por las tardes asistía a unos bailes para pasar tiempo con otros ancianos. Sigo recordando a ese anciano con mucha calidez muchos años después. © Alina / Genial.guru
  • Sucedió hace unos 20 años. Fui a mi casa de campo fuera de la ciudad, junte dos baldes de cerezas y salí a la carretera para tomar un auto e irme a casa. De repente, empezó a llover con fuerza y ​​no tenía donde esconderme. Traté de parar a todos los autos que pasaban, en su mayoría eran autos viejos, pensé que los conducían personas más sencillas, pero nadie se detuvo. Y luego vi un auto de lujo, incliné la cabeza e incluso me di vuelta ligeramente. Sin embargo, este se detuvo y un muchacho salió de él, abrió la cajuela y puso mis baldes allí. Me llevó casi hasta mi casa y ni siquiera aceptó dinero. Esa ocasión se ha quedado conmigo por el resto de mi vida. © Ala Demchinova / Facebook
  • Hace un mes, fuimos al mercado con una amiga. Estaba en esta ciudad turística por primera vez, así que se la pasó examinando de cerca cada cosa que veía, compraba regalos para todos sus amigos y se dejó llevar tanto que se olvidó de comer a tiempo. Y ella tenía diabetes. Como resultado, la caminata prolongada en ausencia de alimentos provocó una fuerte disminución del azúcar, ella se puso mal y comenzó a desmayarse. Todas las personas que estaban cerca corrieron hacía nosotras y la sentaron en una silla. Habiendo escuchado la razón por la que no se sentía bien, los vendedores comenzaron a darle gaseosas, chocolates, frutas. Ella se sintió mejor y pudimos seguir con las compras. Todos estos vendedores se negaron rotundamente a aceptar dinero por los productos que le habían dado. © Anna Nikolaeva / Facebook
  • Mi hija tenía 12 años, estaba comprando algo en el supermercado y le dijo a la cajera: “Sonríe más seguido”. Pasaron varios meses, esa cajera reconoció a mi hija en la calle y le agradeció el consejo, ya que el mismo día en el trabajo conoció a un chico y ahora, ¡se iban a casar! © Vladimir Pisarenko / Facebook
  • Una vez, mi abuela llevó a su perro a la clínica veterinaria para ponerle las vacunas. Parecía cerca, pero a ambos les costaba caminar. Un día, una chica que pasaba los vio, los subió a su auto y, después de eso, todos los días los llevaba a poner las vacunas, ida y vuelta. © Ashael / Genial.guru
  • Yo recuerdo a un desconocido que me regaló una flor en mi cumpleaños. Fue así. Iba de camino a una cafetería donde habíamos acordado reunirnos con amigos para celebrar. Y justo al lado de esa cafetería, un hombre con una rosa se me acercó y dijo que solo quería darle una flor a la chica más hermosa que viera en la calle, y resultó que era yo. Debo decir que en ese momento me subió mucho la autoestima y se convirtió en un auténtico regalo. © Lampa / Genial.guru
  • En una tarde de mayo de 1997, me mudé a vivir sola a un departamento que parecía el ático de un edificio, en un agradable vecindario de Tel Aviv. En la primera noche, no pude conciliar el sueño por los crujidos y susurros, y cuando prendí la luz, encontré hordas de cucarachas de Madagascar del tamaño de un ratón en las paredes, el piso y el techo. Se arrastraban y volaban por todos lados. Casi inconsciente, me envolví en una sábana y rodé por las escaleras. Agarré el codo del primer hombre que encontré y le pedí ayuda. Y sí, él subió conmigo, me ayudó a sacar la cama y me dejó el número de teléfono del exterminador de insectos. Me deseó buena suerte y se fue. No sé lo que habrá pensado de mí, pero lo sigo recordando todos estos 23 años. © Rukonozhka Ay-Ay / Genial.guru
  • Estaba viajando en moto. Me detuve en un semáforo. Tenía que esperar mucho, ya que el camino estaba bloqueado. Y entonces empezó a llover. A la izquierda había una cuatro por cuatro, y de repente el hombre del asiento pasajero bajó la ventanilla y abrió un enorme paraguas sobre mí. © Miloslava Grabelnikova / Facebook
  • Corría a la parada del autobús, me caí y me lastimé la rodilla. El conductor vio todo, pero no me esperó. Yo, apenas conteniendo las lágrimas del dolor y molestia, cojeando, seguí hacia la parada. Entonces un auto de lujo se detuvo y el conductor dijo: “Sube, hasta le podemos ganar”. Alcanzamos el autobús e incluso le hicimos señas. Gracias, amable señor. Las buenas personas existen. © Olga Timchenko / Facebook

¿Alguna vez en tu vida te has encontrado con personas desconocidas que sigas recordando?

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