15 Personas inteligentes que resuelven sus problemas en un dos por tres

Gente
hace 2 años

A veces, todos quedamos perplejos por la actitud de un extraño grosero o incluso nosotros mismos decimos una estupidez. Y tanto más valiosos son los casos en los que nos las arreglamos hábilmente para salir de una situación desagradable. Con el tiempo, tanto nuestros fracasos como nuestras victorias se convierten en historias de sobremesa, y en ocasiones es agradable sentir que el ingenio es uno de nuestros rasgos más fuertes. Como en las anécdotas de este artículo, protagonizadas, por ejemplo, por una mujer que logró vender con éxito boletos mojados para un circo sobre el agua o por una madre que convenció a un niño de ir al kínder con mucho gusto.

Si Genial.guru supiera dónde está la fuente mágica del ingenio, definitivamente iría a buscar un poco, pero por ahora recopiló para ti una selección de historias de la red de usuarios muy inteligentes.

  • Una vez, durante una conversación, llamé a mi novia por un nombre diferente. Hasta el día de hoy al recordarlo se me pone la piel de gallina. Y a su pregunta “¿Qué? ¿Cómo me llamaste?”, mi cerebro (hay que darle el crédito que merece por su velocidad e ingenio) emitió: “Estaba probándote. Pensé que no estabas escuchándome...”. Al minuto siguiente hubo mil desfiles festivos en mi interior con una expresión pétrea en mi rostro.
    Al final todo salió bien. Más tarde nos casamos y luego nos divorciamos. © MoreArti / Pikabu
  • Trabajaba como cajera en un circo llamado “Canción de las cascadas”, que estaba sobre el agua, y accidentalmente mojé todas las entradas por un total de aproximadamente 1600 USD antes del espectáculo. No había tiempo para secarlas, así que las vendí así, explicándole a todos que el circo estaba sobre el agua y, por tanto, los boletos estaban mojados. Ni una sola persona se indignó y se negó a comprarlos. Todos estaban contentos e iban al espectáculo con las entradas mojadas y rotas. © Oídoporahí / Ideer
  • Trabajé como fotógrafo en una playa a principios de los años 80. En ese entonces se hacían recorridos en autobús para los empleados: la empresa asignaba un vehículo, llevaba a los trabajadores a la playa el sábado por la mañana y se iban el domingo por la tarde. Yo les sacaba fotos el sábado por la tarde, tomaba el dinero y tenía que entregar las imágenes el domingo. Revelaba la película, la secaba, imprimía las imágenes y las ponía en un balde con una solución de bilis bovina (el proceso de obtención de fotografías en color en los años 80 era muy emocionante). Una vez, vino corriendo una multitud de vacacionistas: algo había pasado en la empresa y tenían que irse ya mismo. Encontré un balde viejo, le eché agua, puse las fotografías allí, les expliqué cómo secarlas en casa. Y se las entregué así: un cubo de fotos. © Takc / Pikabu
  • Mi compañera de cuarto de la residencia estudiantil tiene los despertadores más efectivos que jamás haya escuchado. Cada uno de ellos tiene su propia grabación de audio. En el primero, su voz dice: “¡Alina, despierta! Tienes que levantarte y estudiar, para que luego puedas conseguir un trabajo, ganar dinero y no convertirte en una vagabunda”. Luego, el segundo: “¡Alina, levántate! El tiempo para prepararte es cada vez menor”. Luego: “¡Aliiiiiinaaaaa! No tendrás tiempo de planchar tu ropa. Hoy irás a todas partes con ropa arrugada”. También: “¡Alina! No solo vas a ir con ropa arrugada, también con la cabeza sucia”. Otro: “¡Alina! ¡Prepárate, hoy serás un monstruo pequeño, sucio y sin maquillaje!”. Y mi favorito: “Alina, llegaste tarde, puedes no levantarte”. © Habitación № 6 / Vk
  • Uso el transporte público todo el tiempo. Especialmente en la hora pico, cuando una parada está llena de personas esperando el codiciado autobús, tratando de determinar el lugar exacto donde este disminuirá la velocidad para saltar en él antes que todos y ocupar un preciado asiento. Encontré una solución: siempre sonrío al conductor del vehículo que se acerca. En el 90 % de los casos funciona y la puerta termina abriéndose justo enfrente de mí. © Oídoporahí / Ideer
  • Esto pasó en los Estados Unidos. Estaba conduciendo a casa, iba detrás de la camioneta de un plomero. Y entonces vi con horror que en el parachoques trasero del vehículo había una llave de gas de tamaño bastante grande, que estaba a punto de caer en la carretera. Si semejante herramienta volaba contra el parabrisas, definitivamente lo dejaría hecho pedazos. Decidí seguir al plomero con cuidado, manteniendo la distancia, hasta que se detuviera, para informarle del peligro. No tardó en detenerse en la próxima gasolinera. De la camioneta salió un hombre barbudo y grandote, de aspecto bondadoso.
    —¡Oye, amigo!— dije. —¡Hay una llave de gas que está por caerse de tu parachoques!
    —¿Qué llave? ¡Ah! ¿Esta?
    Entonces el hombre se acercó al parachoques trasero y pateó la llave con la bota. La camioneta se estremeció, pero el objeto permaneció en su lugar.
    —La soldé al parachoques.
    —¡¿Para qué?!
    —¡Para que los demás mantengan la distancia! A ti también te observé por el espejo. Cuando la notaste, inmediatamente disminuiste la velocidad y te alejaste de mí. ¡Todos lo hacen ahora! © PivBear / Pikabu
  • Todos tienen un momento en la vida en el que ya no pueden aguantar: están llevando bolsas pesadas y realmente necesitan ir al baño. Siempre me imagino que lo hago por... dinero. Por ejemplo, si llego con las bolsas a mi destino, recibiré 7000 USD. ¡Y funciona! Las fuerzas aparecen de alguna parte. © Oídoporahí / Ideer
  • Cuando mi hijo era pequeño, realmente no quería ir al kínder. Entonces le dije que yo trabajaba, su papá trabajaba, ganábamos dinero para todo, incluidos los dulces. Y ahora también era su turno. Trabajaría en el kínder de ser niño y nos ayudaría a su papá y a mí. Por la noche iba a buscarlo e íbamos a comprar dulces con su “dinero ganado”. © Yelena Cherkesova / Facebook
  • Unos vecinos todas las noches ponían música pop a todo volumen. Hablamos con ellos, se lo pedimos bien, llamamos a la policía, nada ayudaba. Luego, un vecino puso parlantes en su balcón y reprodujo la ópera Rigoletto a todo volumen. Hubo muchos gritos y obscenidades de los amantes de la música pop, pero solo duraron una hora. Terminaron de escuchar Rigoletto en silencio. Luego, el vecino puso Aida. En pocas palabras, esos vecinos ya no volvieron a encender su música a todo volumen. © Galina Veleva / Facebook
  • Si accidentalmente me quedo mirando después de un agotador día de trabajo la cara de alguien en el autobús y la persona se da cuenta y no le gusta, entonces digo: “Perdóname por mirarte así, es que me recuerdas a una actriz/actor y estoy tratando de recordar el nombre”. Y sonrío. La mayoría de las veces me sonríen en respuesta, todos quedan felices, no hay conflictos ni ofensas. © Oídoporahí / Ideer
  • Fui a una tienda. Quedaba en un pueblo, al lado de una carretera. La gente pedía helado, agua, carbón para asar carne. Luego un hombre de la fila pidió pollo congelado. Y que sí o sí fuera entero. Pagó, se puso hacia un lado, comenzó a meter ese pollo en la bolsa y, en el transcurso de la acción, empezó a hablar con la bolsa... Primero, todos lo miraban de reojo y luego se dieron cuenta: en la bolsa del hombre había un cachorro de yorkshire terrier. La cabeza del tamaño de una manzana sobresalía por un costado y tenía un lazo rosa en la frente.
    —Ahora... te lo pondré de esta manera, y ya no tendrás más calor. Colocaré otra toalla encima y estarás bien. ¡Irás cómodo, será suficiente para llegar a casa! © 22098 / Pikabu
  • Mi hijo estaba histérico, pidiendo un juguete. Yo no respondía. Un hombre pasaba cerca y dijo:
    —¡Señora, cómprele helado para que no llore!
    A lo que respondí:
    Puedes comprárselo tú mismo, no me molesta. Pero no te vayas demasiado lejos. Después de 15 minutos, querrá algo diferente.
    ¡El hombre quedó estupefacto! © Olga Bai / Facebook
  • Estaba buscando trabajo. Durante una de las entrevistas en línea, mi gato saltó a la mesa. Lo quité, lo puse en mi regazo y noté la tierna expresión en la cara del reclutador. Me contrataron. Una amiga también estaba buscando trabajo. Se ponía nerviosa en cada entrevista, fracasó en 2 de ellas. La invité a mi casa, puse a mi gato en su regazo. Se calmó, comenzó la entrevista. Todo iba bien, y luego mi segundo gato fue corriendo. En el rostro del reclutador nuevamente hubo una expresión de ternura, y contrataron a mi amiga. Conclusión: los felinos calman y facilitan la comunicación. © Habitación № 6 / Vk

¿De qué difícil situación lograste salir magistralmente?

Imagen de portada ValuevaAnastasi / Twitter

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