15+ Pruebas de que las historias sobre el trabajo de repartidor darían para contarlas mil y una noches

Historias
hace 3 meses

Probablemente todo el mundo ha pedido alguna vez algo a domicilio y ha recurrido a los servicios de un mensajero. Siempre es una lotería: la entrega puede transcurrir con facilidad y sin incidentes, pero, a veces, las cosas se tuercen. Hemos recopilado los historias de usuarios de Internet que han contado su experiencia al entregar y recibir artículos.

  • En casa tenemos dos gatos grandes. Como consecuencia, cada dos meses hacemos un gran pedido de sacos de comidaarena. El repartidor: “Hola, ya estoy aquí, baja a por el pedido”. Yo: “No puedo. Son sacos de 45 kg y soy chica”. Él: “Pues pídele a tu esposo que baje y se lleve la mitad. Sería justo”. Yo: “No hay problema. Pero primero tienes que devolvernos 7 dólares, sería justo, dado que nos han cobrado 14 por subir el pedido al departamento”. Después de eso colgó. Se sintió ofendido. Pero nos subió los sacos.
  • Una vez hicimos un gran pedido de sushi. Esperábamos al repartidor. Decidí comprobar el estado del pedido. Me quedé con los ojos redondos cuando vi “Pedido entregado”. Me puse en contacto con el servicio de asistencia. En 10 minutos me devolvieron la llamada: “No podemos localizar al repartidor”. Me preguntaron: “¿Vas a esperar un nuevo pedido?”. Lo rechazamos. Y el repartidor, probablemente, cobró su sueldo en forma de sushi y así se fue. Nos devolvieron el dinero. © Tamara Larina / Facebook
  • Encargué un televisor curvo con entrega a domicilio en una tienda de electrónica bastante conocida. Lo desembalé delante del mensajero y el televisor tenía una grieta. A lo que el mensajero me contestó: “La hizo usted”, y se fue. Llamé a la tienda, vino otro mensajero a recogerlo, pero se negaron a devolverme el dinero hasta el peritaje. Después de 10 días me dijeron que la culpa era mía, la tienda no era responsable.
  • Vivíamos en un departamento alquilado, y el dueño tenía una puerta muy extraña: no se abría desde adentro si la cerrabas desde afuera. Dijo que antes que nosotros en él vivía su anciana suegra, que tenía lagunas de memoria. Por eso puso una cerradura así y además rompió el pestillo interior a propósito, para que ella no saliera a la calle por accidente y no se encerrara adentro; hubo incidentes. Entonces pedí un reparto de comida, llegó el mensajero, fui al portero automático y me di cuenta de que estaba encerrado. Mi esposa había ido al dentista y había cerrado la puerta de golpe, y yo no podía abrirla desde dentro. Empecé a explicarle la situación al mensajero, y de repente me dijo: “Tírame la llave por la ventana, que ya abro yo mismo”. Bueno, me invadieron las dudas, pero le tiré la llave, abrió la puerta y me dio mi pedido. ¡Un tipo espabilado, gracias a él!
  • El repartidor me trajo la pizza. Abrí la puerta y mi cachorro intentó escapar. Le dije al repartidor: “Ahora vuelvo”, agarré al cachorro y lo llevé a la cocina. Le di una orden: “Espera aquí”. El repartidor, desde detrás de la puerta, contestó: “Sí, lo he entendido”.
  • Vivimos en una casa particular. Un invierno hubo una fuerte tormenta de nieve, el camino a la casa estaba cubierto de nieve. Ese día esperaba la entrega, pero estaba segura de que debido a las condiciones meteorológicas se aplazaría. Pero no, el mensajero caminó 500 metros en la nieve profunda desde la carretera principal, porque el coche no podía pasar, pero el paquete fue entregado. Me quedé impresionada. Obtuvo una buena propina, por supuesto.
  • Me tenían que entregar un escritorio. Por supuesto, desmontado. El mensajero dijo: “Te lo llevo, pesa mucho”. Le dije: “No, mi hija lo recoge ahora”. Mi hija se acercó, lo agarró y se lo llevó. Se hizo el silencio. Las caras de los mensajeros se quedaron de piedra. Eran dos, mi hija tenía 15 años, y el escritorio solo pesaba 17 kg.
  • En 4 meses de trabajo como repartidor de comida a domicilio, una de cada 7 entregas la recibe una señora en albornoz, con la cabeza mojada y con retraso. Si puedes ver en la app cada uno de mis pasos y calcular el momento de entrega, ¿por qué te metes en la ducha justo antes?
  • Pedimos un sillón, pagamos la entrega en el departamento, nuestro edificio tiene un elevador grande. Me llamó la chica del reparto, diciendo que ya estaba allí y que yo bajara a recoger mi pedido. Abrí la puerta del departamento, afuera no había nadie. La llamé, le dije que no veía a nadie, y ella me contestó que estaba esperando cerca del coche. Le dije que teníamos pagada la entrega en el departamento y colgué. Unos 15 minutos más tarde subió la repartidora, estaba sucia y enojada. Me dijo que podría haberla ayudado. Pero no me importó porque lo tenía todo pagado.
  • A veces te tocan clientes que sorprenden. Una vez acepté un pedido, recogí la comida y entonces me llamó el cliente y me dijo: “Te pagaré un extra si me traes una bolsa de hierba normal y corriente. No de maleza, sino hierba que pueda comer una vaca”. No me resultó difícil, tomé un atajo por un estadio abandonado y recogí hierba. Llegué, me abrió la puerta, le di el pedido y la bolsa y vi que no tenía una vaca, sino una cabra en su casa.
  • Llevo tres meses trabajando de repartidor por las tardes: aquellos clientes cuyos interfonos no funcionan se dividen en dos categorías. A unos les llamas y te abren la puerta casi inmediatamente, normalmente llevando algo encima de la ropa de casa. Y a otros, les llamas, aparecen completamente vestidos y maquillados unos 5 minutos más tarde en el mejor de los casos. Y no causan una buena impresión porque el único deseo de un repartidor es entregarte tu pedido lo antes posible y marcharse.
  • He pedido comida con entrega a domicilio. El repartidor me la trajo y se rio: “Eres demasiado vaga para cocinar, ¿no?”. Me quedé estupefacta: si todo el mundo cocinara, él no tendría trabajo. © Ekaterina Shishkina Rusakova / Facebook
  • Pedimos sushi a domicilio, con la entrega por un repartidor a pie. Ese día estaba lloviendo. Decidimos hacerle algo bueno al chico: al recibir el pedido le di propina. Él la miro y me dijo sorprendido: “Eso sobra, no necesito nada más”. Pero luego lo pensó y añadió: “Tal vez lo necesite, bueno, creo que me lo llevo”. Tomó el dinero y se fue rápidamente, provocándonos una risa.

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