Intenté ahorrar según un método popular para finalmente poder guardar algo de dinero para la temporada de las vacas flacas

Crianza
hace 3 años

Pocas personas tienen la suerte de nacer en una familia millonaria y ser exentos de preocuparse por ganarse el pan. La mayoría de las personas se ven obligadas a ganarse la vida y aprender a administrar de manera competente sus ingresos. Una parte importante de este proceso es saber planificar correctamente los gastos. Y para eso hay una simple y, a primera vista, muy efectiva regla de 50/30/20.

Genial.guru realizó un experimento: una de nuestras autoras intentó vivir un par de meses según esta regla y ahora contará qué resultó de eso.

Mi nombre es Julia, tengo una pequeña familia: mi esposo y solo 1 hijo; pero, por alguna razón, siempre vivimos de salario en salario. Y ni hablar de separar cada mes una cierta cantidad para ahorrar. Por lo tanto, cuando me enteré de la regla de 50/30/20, le conté a mi esposo sobre ella y decidimos hacer un experimento. La regla consiste en gastar el 50 % de los ingresos en necesidades básicas: vivienda, comunicación, transporte, alimentos. El siguiente 30 % (el punto del estilo de vida) se gasta en cosas que mejoran nuestra vida y nos dan alegría: restaurantes, belleza, ejercicio, además de compras de ropa y otras cosas no esenciales, pero agradables. Y el 20 % restante debe ir al ahorro y a la inversión. Este es precisamente ese dinero para “la época de vacas flacas” sobre el que tanto hablamos con mi esposo y que nunca logramos apartar.

En primer lugar, contamos el ingreso total: 1050 USD. A primera vista, la cantidad parecía considerable. Nos inspiramos y comenzamos a contar los gastos. En ese momento, de repente, descubrimos una realidad: por alguna razón, no gastábamos en las necesidades básicas un 50 %, sino un 60 %, es decir, 655 USD. Considerando el hecho de que no ahorrábamos un centavo, quedó claro que todo lo demás se gastaba en entretenimiento, compras, talleres de nuestro hijo y todo tipo de gastos imprevistos.

La tarea estaba clara: teníamos que reducir ligeramente ambas categorías de gastos. Parecía sencillo y, además, tachamos muy fácilmente en papel las cosas sin las cuales podíamos sobrevivir tranquilamente. Por ejemplo, podíamos abstenernos sin problemas de ir un par de veces a un restaurante, y sin comprar pescado ahumado o queso azul. Y las camisetas, las camisas y los jeans comprados el mes anterior tampoco eran esenciales.

Fue más difícil con los gastos de la vivienda y el transporte. Pero aquí también encontramos dos opciones: ahorrar en facturas de servicios y caminar más o viajar en transporte público. Genial, bueno para la salud y económico.

Como resultado, nuestro objetivo fue reducir los costos de las necesidades básicas de 655 USD a 525 USD y disminuir los 395 USD restantes hasta 300 o 315 USD.

Comienzo de una nueva vida: 1.er mes

Gastos en servicios. Pagamos 225 USD al mes por la hipoteca, y otros 145 USD por los servicios. Confieso que recordar apagar la luz constantemente al salir de la habitación resultó ser bastante molesto. Las restricciones en el uso del agua también se nos dieron con dificultad. Fue especialmente duro lidiar con mi hijo, a quien le gusta encender el agua caliente y meditar durante 15 minutos, enjabonándose las manos. Sus usos de la bañera con barquitos también se redujeron de 3 veces a la semana a 1, cosa que no nos agregó buen humor por las noches. Sin embargo, estas medidas nos ayudaron a reducir los costos de los servicios en 20 USD (gastamos 125 USD en total).

Entretenimiento. Antes, almorzábamos o cenábamos 2 a 4 veces por semana en un restaurante. Un par de veces con toda la familia y una o dos más por separado, con colegas o amigos. No rechazamos completamente los restaurantes, pero redujimos el número de salidas casi 2 veces. Por supuesto que antes entendíamos que esta era una línea de gastos bastante grande, pero no nos dábamos cuenta de que era tanto. Nos encanta ir a restaurantes, y perder este entretenimiento fue especialmente doloroso. Sin embargo, logramos ahorrar 75 USD.

Comida. En promedio, gastamos aproximadamente 200 USD en comida y aquí también tuvimos éxito en la reducción de los gastos: dejamos de hacer compras costosas, como de verduras y de frutas frescas en pleno invierno, y también cambiamos la carne de res por la de pollo. Además, desaparecieron de nuestra mesa los caprichos semanales en forma de truchas y salmón ahumado y quesos costosos. Me esforcé y comencé a preparar platos más económicos para las reuniones nocturnas: requesón, té o un refrigerio barato de queso con huevo. De 200 USD pasamos a gastar 160 USD.

Transporte. Esta fue la parte más difícil. En temporada de verano caminar es un placer, pero en invierno, los paseos no son tan agradables. Además, llevar a mi hijo al kínder, que se encuentra a varias paradas de la casa, resultó ser todo un desafío. Un niño soñoliento que no entiende lo que estaba sucediendo y una madre desquiciada desde la mañana son una combinación dudosa. Después de 4 días del tormento, le dije categóricamente a mi esposo que era hora de terminar esa tortura y que me negaba a ahorrar en transporte. Así que aquí nada nos salió bien.

Gastos adicionales. Una vez a la semana, una mujer viene a ayudarnos con la casa y arregla nuestro constante desorden. Solíamos penar que ese placer no era tan caro, pero ahora se había convertido en un lujo que no podíamos permitirnos y decidimos arreglarnos por nuestra cuenta.

Todo estaba bien, pero de repente algo salió mal

El resultado de todos estos sacrificios no fue tan malo: en casi un mes ahorramos 130 USD, que era un 12,5 %. Aunque no cumplimos completamente con los términos de 50/30/20, aun así nos sentíamos unos héroes. “No es tan difícil”, decíamos con inseguridad. Y luego se averió el auto. Era imposible evitar el arreglo: estábamos demasiado acostumbrados a usarlo, y sería extremadamente difícil arreglárnoslas sin él. Por lo tanto, todo nuestro dinero ahorrado se gastó en un segundo en la reparación.

Ese gasto nos derribó completamente. Nos dimos cuenta de que, además de ahorrar un 20 %, también necesitábamos tener un 5 % o 10 % adicional para gastos imprevistos. Después de todo, es cierto que el automóvil se puede averiar, o algo de la casa o que haya que arreglar los dientes de algún miembro de la familia. Y todo esto invariablemente resulta ser una sorpresa. Así que el próximo mes decidimos afrontar la cuestión del ahorro con más seriedad.

2.º mes: revisamos los gastos

Dado que no es posible reducir los pagos en la hipoteca, decidimos reducir el uso de los servicios, el entretenimiento y... el transporte.

Con el último punto, llegamos a un consenso: decidimos llevar a nuestro hijo en el auto por la mañana, y por la noche ir a buscarlo caminando. De esta forma, nosotros haríamos ejercicio y el pequeño tendría un paseo. También dejamos de ir en auto a la tienda. A fin de cuentas, no queda tan lejos. Aunque, por supuesto, con bolsas, el camino de regreso a casa parece 2 veces más largo. Pero terminamos ahorrando 40 USD.

También dejamos de mandar a nuestro hijo a las clases en el centro de entretenimiento, por las que pagábamos 55 USD. Pensé que también podíamos hacer figuras de plastilina y apliques de papel en casa.

También redujimos los demás gastos. Como resultado, nuestro hijo solo se bañaba en la bañera 1 vez por semana, las salidas al restaurante se redujeron a 1 almuerzo por semana. Dejamos de usar la tetera eléctrica, el secador de pelo y otros electrodomésticos que “chupan” demasiada energía. Dejé de hacerme la manicura en un salón y comencé a pintarme las uñas sola con esmalte común. Cuando el cepillo de dientes eléctrico se rompió traicioneramente, decidimos esperar y compramos 2 cepillos comunes. También dejé de teñirme el cabello y ahorré 25 USD en el uso de la peluquería: igual, debajo del gorro de invierno no se veía nada. Además, trabajo en casa, ¿quién notará mis raíces crecidas? Con todas estas nimiedades, logramos ahorrar 170 USD.

Aunque con mi pelo hubo una situación desagradable. Mi suegra hizo un par de comentarios sarcásticos sobre mis raíces crecidas, pero no le presté atención. Pero una vez, en una reunión del kínder, la maestra nos hablaba de lo importante que es enseñar a los niños sobre la higiene y el cuidado de la limpieza. Y de repente me dijo: “Quítate la gorra, hace calor aquí”. Me la quité, y debajo tenía un cabello no demasiado limpio con las raíces crecidas y, en general, mi apariencia resultó no ser especialmente prolija. Fue terriblemente vergonzoso: ¡porque en realidad no soy descuidada en absoluto! Y todo por los ahorros.

Conclusión: sin embargo, gracias a todas estas privaciones, no solo logramos ahorrar el deseado 20 %, sino que también apartamos un 5 % para gastos imprevistos. Estábamos orgullosos: ¡lo habíamos logrado!

Es hora de planificar el presupuesto del 3.er mes

El nuevo salario llegó a nuestras tarjetas, y mi esposo y yo nos sentamos a planificar los gastos. La hipoteca, los servicios, la gasolina, los restos del entretenimiento... A pesar de que había llegado el mes de enero y en las tiendas había un mar de descuentos, sabíamos que, incluso si llegábamos a permitirnos algunas compras, serían muy escuetas. Los dos teníamos el estado de ánimo por el suelo: mi esposo y yo comenzábamos a darnos cuenta de que para poder ahorrar teníamos que vivir apretando el cinturón constantemente.

Nos fuimos a dormir con un estado de ánimo regular. Mi marido se quedó dormido, pero yo no podía conciliar el sueño: estaba pensando en qué se había convertido nuestra vida. En los últimos 2 meses, mi esposo y yo comenzamos a pelear más seguido. Los permanentes recordatorios de la necesidad de ahorrar eran agotadores. El reflejo en el espejo tampoco me ponía feliz: de una mujer normal y bien arreglada me había convertido en un espantapájaros con las raíces del cabello crecidas y unas uñas pintadas de cualquier manera.

Y después de haber renunciado a la ayuda con la casa, sobre mis hombros recayó la limpieza: aunque mi esposo me había prometido participar, en la realidad, algo urgente e importante constantemente le impedía aspirar el piso o limpiar el baño. Naturalmente, eso me hacía enojar, porque trabajaba a la par con él, pero las tareas de la casa las hacía sola.

Mi hijo, mirándonos, también se volvió más nervioso, y los intentos de hacer que el entretenimiento en el hogar se volviera educativo se convirtió en una tortura para todos los participantes. Además, tras haber perdido los procedimientos acuáticos nocturnos en la bañera, el pequeño comenzó a dormir peor, y esto tampoco nos volvía más amables.

También me atormentaba una sensación de arrepentimiento: una amiga me llamó un día y me ofreció ser la madrina de su hijo. Fue como un baldazo de agua fría: ser madrina significaba un gasto de unos 25 USD por mes mínimo, y ya éramos padrinos de otros 3 niños. Así que dije que el día del bautizo no estaría en la ciudad. Solo que nadie me había dicho la fecha del bautizo todavía. Mi amiga lo entendió todo y se ofendió. Fue terriblemente vergonzoso.

Al día siguiente, llevé a mi hijo al kínder. Los pensamientos del día anterior no me dejaban en paz. ¿Cuál es el punto de arruinarse la vida en nombre de un futuro incierto? ¿En qué se convertirían nuestros ahorros en un año? ¿No se los comería la inflación? ¿Realmente era tan necesario negarse todo de esa manera?

Al final del día laboral, me subí rebeldemente al auto y llevé a mi hijo a casa en paz. Por el camino, pedí sushi y solicité una cita en la peluquería. ¿Qué importa si faltan otros dos meses de tener que usar el gorro de invierno? Ya no podía mirarme en el espejo. Y le prometí a mi hijo un baño de burbujas.

Luego fuimos a una tienda y llenamos todo un carrito de productos que nos veníamos negando desde hacía dos meses. Y antes de irnos compré para mí y para mi esposo nuestro café favorito para llevar.

Cuando llegamos a casa, mi ya acostumbradamente triste esposo al principio no entendió lo que estaba sucediendo y por qué teníamos un estado de ánimo tan maravilloso. Luego trajeron el sushi. El rostro de mi marido se iluminó, pero todavía no podía creer que estaba pasando aquello con lo que ambos estábamos soñando: que todos esos ahorros finalmente habían terminado y podíamos vivir como antes de nuevo.

Sí, se puede decir que fracasamos cuando apenas empezábamos a lograr el objetivo. Habíamos podido vivir según la regla de 50/30/20 durante un mes. Y tal vez sea un método muy bueno, comprensible y simple, pero nos dimos cuenta de que en este momento ahorrar esa cantidad era una tarea imposible para nosotros. Hacía que nuestra vida se convirtiera en una existencia lamentable.

Pero también nos dimos cuenta de que era genial y correcto tener un dinero apartado para las emergencias. En el consejo familiar se decidió que, después de todo, sí era necesario apartar algo de dinero. Un 5 % o 7 % de nuestro salario era el máximo que nos ayudaría a formar un pequeño colchón financiero y, al mismo tiempo, no nos llevaría al dolor y al sufrimiento del ahorro extremo. Pero la conclusión más importante, aunque bastante obvia, fue: si no quieres ahorrar, tienes que ganar más dinero.

Bono: un intento poco exitoso de ahorrar

Cuando comenzamos esta nueva manera de vivir, comencé a buscar en qué más podía ahorrar. Después de estudiar los foros, me di cuenta de que muchas personas realizan compras conjuntas de productos al por mayor; es más barato que en una tienda común. Esta idea me inspiró mucho y decidí intentarlo. Llamé a mis conocidos, les conté la esencia de la idea y les propuse comprar productos al por mayor. Tres de mis amigas aceptaron con entusiasmo. Hice las cuentas y que de esta forma los productos nos costarían casi un 30 % menos.

Fuimos a una tienda mayorista, compramos productos para un mes, si no más, y ahorramos 130 USD cada una. Quedé muy complacida. Por la noche, una de mis amigas me llamó llorando: resultó que su esposo había sido despedido de su trabajo y él le había exigido que devolviera todos los productos caros y dejara solo los cereales y la comida enlatada. Ya no era posible devolver nada, así que tuve que llevarme parte de su mercadería y darle el dinero, cosa que no encajaba para nada en mis planes. Luego me llamó mi otra amiga y me dijo que había gusanos en el cereal. Simplemente no era rentable volver a la tienda, que estaba a 40 km de la ciudad, para devolver el cereal malo. Hubo que conservarlo y secarlo.

Conclusión: gastamos mucho tiempo viajando y empacando los productos. Tuve que comprar cosas que, en realidad, no necesitaba. Arruiné mi relación con una amiga, la otra me expresó su descontento por la calidad de los productos. Pero lo más molesto: después de calcular el costo de la gasolina y la balanza, me di cuenta de que no había ahorrado nada. No más compras al por mayor, especialmente con amigos.

¿Crees que deberíamos haber seguido viviendo de acuerdo con el sistema 50/30/20, o lo correcto realmente era detener el experimento?

Comentarios

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Los mejores productos para empezar a comprar al por mayor son los que no caducan o tardan mucho y SIEMPRE examina lo que compras antes de irte. A la próxima prueba con papel higiénico. Yo hace una semana compré 96 rollos y me salieron baratos.

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En mi caso sí ahorro todos los meses. Me parece básico por si vienen tiempos peores

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