La cueva más peligrosa de la Tierra está llena de cristales gigantes

Curiosidades
hace 9 meses

“¡La primera regla es no entrar en pánico!”, dice el guía, y le da un traje grueso a Michael. El clima aquí es caluroso, y el traje parece muy abrigado. “No puedes entrar sin él”, agrega. Michael se pone el traje y siente escalofríos por todo el cuerpo. “¿Por qué está tan frío?”. El guía le explica que se trata de una tela única y refrescante. Salvará a Michael de un golpe de calor dentro de la cueva. Después, le da un tanque de oxígeno y una máscara. “¿Vamos a bucear?”, pregunta Michael. “No, pero tus pulmones pueden llenarse de agua si no lo usas”. A Michael le tiemblan las rodillas de miedo. Ya comienza a arrepentirse. “Bienvenido a una de las cuevas más peligrosas del planeta”, dice el guía, mientras entra en el oscuro espacio al pie de una montaña.

Este lugar se conoce como cueva de los cristales y se encuentra en México. El magma se filtró aquí desde las entrañas calientes de nuestro planeta hace 26 millones de años. Llegaba y se enfriaba una y otra vez. Había tanto magma que formó una montaña. Junto con el magma, apareció un agua rica en minerales que se filtró por los túneles de roca y formó una cueva debajo de la colina. Entonces, algo extraño apareció en estas aguas calientes, algo que parece de otro planeta. Michael desciende por la cuerda e ilumina la intensa oscuridad con una linterna. El aire se vuelve caliente y... pesado. Unas partículas microscópicas de agua revolotean por el lugar. Michael desciende 300 m acompañado por el guía, lo que equivale a más de la mitad de la altura del Empire State Building. La temperatura del aire se eleva, es como si se acercaran al núcleo de la Tierra. Finalmente, el descenso termina y saltan a tierra firme.

El guía se pone una máscara de oxígeno y le dice a Michael que haga lo mismo. “No se puede respirar un aire tan húmedo y ácido. Los pulmones podrían llenarse de agua, lo que traería consecuencias desastrosas”. Michael siente que camina a través de una niebla muy espesa. La temperatura alcanza los 58 °C, superando a los desiertos más calientes del mundo. Michael ilumina su camino y ve algo grande, blanco y brillante. Un enorme cristal emerge del suelo y llega hasta arriba. Toda la cueva está llena de estas cosas enormes. Se extienden en diferentes direcciones y se apoyan en el techo y las paredes. En algunas partes bloquean el camino, y en otras funcionan como puentes. Michael se sube a uno de los cristales y camina sobre él. El guía le explica que cada columna está hecha de yeso. Tú ya conoces esta sustancia, se utiliza para fabricar un material de construcción: las placas de yeso.

Michael toca la superficie dura de uno de los cristales. Es como si hubiera sido construido por una antigua civilización. El guía dice que todo lo que hay dentro de esta cueva es natural. Este lugar fue hallado por dos mineros en el año 2000. Desde entonces, los científicos han descubierto que algunos cristales tienen 500 000 años de antigüedad. Además, aquí puedes encontrar uno de los mayores cristales naturales del mundo: mide unos 11 metros de largo y pesa 55 toneladas. Este lugar se llenó de agua rica en sulfato de calcio, un compuesto capaz de formar minerales. Aquí predomina una variedad incolora de yeso. El agua y el aire cálido ayudaron a formar los cristales. La humedad y la temperatura no han cambiado durante siglos, por lo que estas columnas siguen creciendo incluso hoy en día.

Es un lugar fascinante. Michael quiere quedarse más tiempo para explorar la cueva, pero, por desgracia, es peligroso. Podrían perderse o resbalar en las rocas de yeso. Además, se están quedando sin oxígeno, así que tendrán que volver a subir. Salen de la cueva y se encuentran con... la policía. Resulta que está prohibido que los turistas ingresen a la cueva. Incluso los científicos deben obtener un permiso especial para entrar. Y es por una buena razón: la cueva es uno de los lugares más peligrosos de la Tierra. Michael y el guía pagan una multa y abandonan México. La siguiente parada es Italia. “Hiciste bien en traer una buena cámara”, dice el guía, “esta es una de las cuevas más fascinantes del mundo. Necesitas el mejor equipo para fotografiar esta belleza”. Michael y el guía se encuentran en un pequeño bote. Navegan por la costa de la isla de Capri, en Italia. Por suerte, esta vez no habrá ningún peligro. Se acercan a una pequeña grieta dentro de la montaña y dan con la entrada a la Gruta Azul. El agujero es tan pequeño que solo puede pasar un bote.

Michael y el guía entran a otra dimensión. La cueva está llena de agua, las paredes brillan con una luz azul que proviene de las profundidades del lago. Michael toma fotos de la cueva y se da cuenta de que la entrada brilla con una luz blanca intensa. Son los rayos del sol que iluminan la cueva al entrar. Hay otro agujero bajo el agua. La luz del sol pasa a través de él, llenando el lago con un brillo azul. Pero es hora de seguir su camino. La siguiente cueva está en Nueva Zelanda. Nuestros protagonistas llegan a la isla Norte. Hay un lugar en lo profundo del subsuelo con cuevas sinuosas y complejas. Aparecieron hace unos 30 millones de años. Michael y el guía se acercan a la entrada de la oscura cueva. Michael enciende una linterna. “Apágala”, dice el guía, “no la necesitarás adentro”. Cuando entran, Michael abre la boca: toda la cueva está llena de linternas brillantes. Se trata de seres vivos, luciérnagas. Brillan con una luz azul. Michael siente que está en otro planeta.

La entrada a la cueva está limitada para no perjudicar a las luciérnagas. Los científicos utilizan equipos automatizados para monitorear la cueva. Vigilan la temperatura y el nivel de dióxido de carbono necesarios para mantener a los insectos brillantes con vida. Si entraran muchas personas, el nivel de dióxido de carbono aumentaría. El tiempo de visita también es limitado, así que piden a Michael y al guía que abandonen el lugar. “Ahora vamos a ver algo espeluznante”, dice el guía. “¿Estás listo?”. La siguiente parada es California. Esta cueva se conoce como Moaning Caverns. Parece bastante normal desde afuera, pero el guía está un poco nervioso y asustado. Se enganchan la cuerda al cinturón y dan inicio al largo descenso. El fondo tiene unos 50 m de profundidad, la altura de un edificio de 14 pisos. No parece tan grande comparada con la cueva de los cristales. A medida que Michael va bajando, todo se vuelve frío y oscuro. Para entonces, los sonidos de arriba desaparecen.

Se hunden lentamente en un silencio ominoso. “¿Qué sucede?” pregunta Michael, sobresaltado. “Creo que oí una voz ahí abajo”. El guía se lleva el dedo a los labios para que Michael guarde silencio. Un fuerte y prolongado gemido humano procede de las oscuras profundidades de la cueva. Durante unos segundos, Michael se queda helado. Después, comienza a subir rápidamente por la cuerda. El guía se ríe. Oyen otro gemido. Michael sale de la cueva y tira de la cuerda del guía para sacarlo. El guía le explica que esta es una de las cuevas más espeluznantes del mundo. El aire y el viento circulan en el interior y crean un sonido similar a un gemido. Los turistas suelen bajar para poner a prueba sus nervios. Además, se han encontrado unos 100 esqueletos de personas antiguas en el fondo de la cueva; nadie sabe cómo llegaron allí. Michael no quiere volver a entrar, así que le pide al guía que le cuente cómo se forman las cuevas.

Todo comienza cuando el suelo absorbe la lluvia ácida compuesta por agua y dióxido de carbono. El líquido penetra a través del suelo y entra en contacto con las superficies de las rocas duras. Cuando el agua toca la piedra caliza o la dolomita, las disuelve y ayuda a formar un espacio vacío. Cada año hay más espacio alrededor. La lluvia sigue cayendo y acumulándose en este espacio abierto. El agua forma un arroyo o un río subterráneo, y así comienza la erosión de las rocas duras. Miles de años después, aparece un espacio lo suficientemente grande como para que un humano pueda entrar, y este espacio se convierte en una cueva. Cuando la erosión se combina con las estalactitas y estalagmitas, se forman cámaras y columnas impresionantes. Por cierto, esta es la diferencia entre estalactitas y estalagmitas: las estalactitas cuelgan del techo, las estalagmitas asoman del suelo. Hacen falta cerca de un millón de años para desarrollar estos paisajes subterráneos. Por eso, cada vez que se caminas por estos lugares, entras en contacto con el pasado antiguo de nuestro planeta.

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