13 Anécdotas que reflejan la esencia de los triunfos y fracasos cotidianos

¿Qué pasa cuando el amor no basta frente a un deseo tan profundo como la maternidad? Esta es la historia de una mujer que, al descubrir la infertilidad de su esposo, se enfrentó no solo al dolor del diagnóstico, sino también al silencio y la negación de quien más amaba. En este relato íntimo y poderoso, exploramos cómo el miedo, la falta de comunicación y la esperanza pueden poner a prueba una relación... y también salvarla.
Escribió:
“Soy una mujer de 29 años y he estado con mi esposo, de la misma edad, durante seis años, de los cuales tres hemos estado casados. Ambos venimos de familias orientadas a los valores familiares y siempre hemos querido tener hijos. Somos financieramente estables y podemos ofrecerle a un niño una vida increíble. Oficialmente comenzamos a intentar tener un bebé a principios de 2023. Después de meses sin resultados, comencé a preocuparme. Quería que revisáramos nuestra fertilidad en ese momento, pero él dijo que estaba siendo una exagerada y que intentáramos un año más antes de hacernos cualquier prueba. Ese año se cumplió en febrero, y fue entonces cuando programé las pruebas.
Los resultados nos impactaron. Ambos éramos ignorantes y asumimos que, si había un problema, sería por mi lado. Principalmente veo a mujeres hablando sobre infertilidad, así que no se nos ocurrió que pudiera ser otra cosa. El doctor nos llama y, en uno de los peores días de nuestras vidas, nos dice que mi esposo tiene una condición llamada azoospermia, lo que significa que no tiene esperma. En su caso, dicen que la cirugía para extraer espermatozoides no parece que vaya a dar buenos resultados, pero que no haría daño intentarlo. Mi esposo y yo estábamos devastados. Yo quería que exploráramos todas las opciones: que él tomara la medicación y se hiciera la cirugía, y si eso fallaba, recurrir a un donante de esperma o la adopción”.
Y añadió:
“Entiendo que estas son noticias que cambian la vida, especialmente para mi esposo, pero desde febrero se ha negado a hacer algo al respecto. Dice que no quiere tomar medicamentos ni hacerse la cirugía si va a ser una pérdida de tiempo como piensa el médico. Que usar un donante de esperma lo hace sentir menos hombre y que no quiere criar a un hijo con el ADN de otro hombre (aunque sea un pariente suyo), y que la adopción nunca ha sido algo que haya querido. No tengo a nadie con quien hablar de esto en la vida real porque él no quiere que su diagnóstico se haga público. Me ha estado afectando mucho mentalmente. No hay nada que desee más que ser madre. Le he rogado que vaya a terapia y se niega, diciendo que él ya lo aceptó, que la que no lo acepta soy yo. Cada vez que intento iniciar una conversación, la cierra diciendo que nunca tendremos un hijo juntos, que nunca podrá ser un ’verdadero’ padre, así que, que lo supere.
Sé lo que quiero para mí misma. Eso es ser madre. Estoy dispuesta a seguir cualquier camino para llegar a la maternidad, pero él no quiere. Me di cuenta el verano pasado de que tiene razón, nunca tendremos un hijo juntos. Anoche tuve una última conversación con él, ya que evita el tema. Me senté con él y le dije que empatizaba con su diagnóstico, que no quiere hacerse la cirugía, lo cual respeto, ni usar un donante ni adoptar. Pero que yo quiero ser madre y no estoy rejuveneciendo. Y que si no está dispuesto a explorar ninguna vía ni ir a terapia de fertilidad, entonces quiero el divorcio”.
Al final dijo:
“Se derrumbó diciendo que no puede creer que esté dispuesta a abandonar nuestro matrimonio por esto. Que si la situación fuera al revés, él nunca me dejaría por ser infértil. Dice que soy una persona horrible y que lo estoy castigando por algo que no puede controlar. Le dije que no es por ser infértil, eso lo puedo aceptar, sino porque se niega a explorar cualquier ruta para ser padre, sabiendo que es algo que ambos siempre quisimos. Dice que nunca lo amé, de lo contrario nunca contemplaría el divorcio por hijos que aún no existen. Lloró después de eso y no permitió que lo consolara. Me siento tan horrible. Pero, ¿qué más puedo hacer? ¿Seguir rogándole que cambie de opinión o que hable con un profesional? Él solo quiere hijos biológicos y se niega a la cirugía porque requiere mucha preparación (vitaminas/medicinas diarias, no duchas calientes, etc.). ¿Acaso soy yo la mala?”
Otros usuarios de Reddit inundaron la sección de comentarios, ofreciendo sus perspectivas sobre la situación y dejando comentarios como:
Tiempo después, la misma usuaria decidió compartir el fin de su historia:
“¡Hola a todos! Recibí tantos comentarios increíbles que sinceramente cambiaron mi vida. Como nadie en mi vida personal sabía lo que estaba pasando, poder hablar de ello y recibir tantos consejos maravillosos fue genial. Muchas personas en los comentarios me hicieron abrir los ojos ante la posibilidad de que él se estuviera negando a la cirugía porque eso sería el golpe final. Que si fallaba, sería el fin, y que esa podría ser la razón por la que no quería hacer nada. Me tomé un tiempo para reflexionar sobre toda la situación y abordarla de forma diferente.
Hablamos extensamente al respecto y le dije cuánto entendía sus miedos de no querer hacerse la cirugía, pero que realmente quería que probáramos con un terapeuta de fertilidad. Le propuse hacer solo una sesión, sin compromiso profundo. Aceptó, y ¡esa sesión de terapia fue increíble! Ambos hablamos por separado y luego juntos, y al final hicimos cinco sesiones en total. Ustedes tenían razón. Mi esposo tenía miedo de intentar algo porque no quería que fallara. Se estaba adelantando al rechazo. Se abrió conmigo sobre muchos miedos y ansiedad respecto a su diagnóstico. Conectamos profundamente después de eso y nos volvimos aún más cercanos como pareja. Un día vi unas vitaminas en su tocador y me di cuenta de que las estaba tomando ¡sin siquiera decírmelo! Estaba tan feliz. Hicimos otro análisis de esperma ¡y vieron dos espermatozoides! Estábamos tan felices. Y para mi completa y absoluta sorpresa, mi esposo me reenvía un correo electrónico: ¡había programado una consulta para la cirugía de extracción de espermatozoides en diciembre!”
Y continuó:
“Salió bien y fue aprobado para la cirugía este febrero. Fuimos con expectativas bajas, pero felices por el progreso que él ya había logrado, ¡y pudieron extraer tres espermatozoides! Mi esposo y yo estábamos eufóricos y no podíamos parar de llorar. Todo salió bien en su chequeo de las dos semanas.
¡Ahora estamos en proceso de FIV (fertilización in vitro)! Empecé a tomar medicación para la extracción de óvulos justo después de su cirugía y hasta ahora tengo 12 óvulos. El mes pasado nos enteramos de que tenemos ¡dos embriones! Ambos sanos, uno niño y una niña. La fecha de implantación para nuestra hija fue el 1 de mayo ¡y hace unos días di positivo! ¡Estamos tan, tan felices! Estoy tan feliz de que hayamos podido superar este obstáculo en el camino. Ha sido algo maravilloso. Estoy feliz de que el miedo de mi esposo y mi tristeza ante ese miedo fuera algo que logramos superar. Ambos nos hemos disculpado mucho entre nosotros: él por cerrarse y querer rendirse, y yo por no haber sido más comprensiva ante esa noticia que cambió nuestras vidas. Gracias nuevamente a todos por los consejos que me dieron”.
Y, por supuesto, los comentarios no se hicieron esperar:
Esta historia nos recuerda que el amor también es acompañar en el miedo y crecer juntos en la adversidad. ¿Qué habrías hecho tú en su lugar?