Mi novio me hizo la vida imposible después de que rechazara públicamente su proposición; ahora es el momento de vengarme

Pareja
hace 4 meses

Recibimos una carta de una chica que se encuentra sumida en la desesperación tras rechazar la propuesta de matrimonio de su novio, que le llevó a convertir su vida en una pesadilla. En su carta, una chica nos cuenta su plan de venganza. Sin embargo, le remuerde la conciencia, así que pide consejo a nuestros lectores.

Una inesperada propuesta de matrimonio

Mi novio José y yo llevábamos saliendo un año y trabajábamos en el mismo bufete de abogados, pero en departamentos distintos. Y todo iba bien hasta que me propuso matrimonio.

Hace tres meses, planeó una gran fiesta, supuestamente para celebrar su ascenso en el trabajo, e invitó a todos nuestros amigos y a nuestras familias. Al ponerse el sol, José se arrodilló de repente. Se me aceleró el corazón. Su madre le entregó un ramo de rosas y la sonrisa esperanzada de José brilló en el crepúsculo.

"¿Quieres casarte conmigo?", preguntó.

Me pilló completamente desprevenida. Habíamos hablado de nuestro futuro, pero el matrimonio parecía una idea lejana, ya que ambos nos habíamos centrado en nuestras carreras. La presión aumentaba con nuestras familias mirando, con sus teléfonos listos para captar el momento.

La chica no estaba lista para el matrimonio, y José no estaba listo para recibir un rechazo

“No estoy preparada”, balbuceé, sintiendo una oleada de pánico. “Es demasiado pronto”. La multitud a nuestro alrededor jadeó. La sonrisa de José desapareció, sustituida por una mirada de traición.

“Te arrepentirás”, susurró con rabia.

El ambiente alegre se evaporó y la fiesta terminó rápidamente. Nuestras familias estaban en shock. En el fondo sabía que no estaba lista para el matrimonio, pero el peso de mi decisión pesó sobre mí.

Al día siguiente, José no me dirigió la palabra. Intenté explicárselo, pero estaba furioso. “Creía que me amabas”, me espetó.

“Te quiero, José”, le contesté, con la voz temblorosa. “Pero no estoy lista para un compromiso de por vida. Todavía no”.

Su dolor era palpable. “Me avergonzaste delante de todos. Pagarás por ello”.

Resultó que José no solo no había olvidado el incidente, sino que empezó a buscar venganza

Pensé que las cosas seguirían funcionando. Me ayudó a arreglar mi laptop ese fin de semana e incluso salimos a cenar, dándome falsas esperanzas. Yo no sabía que ya estaba tramando su venganza.

Pero al día siguiente, me sentí completamente humillada, cuando entré en la oficina y vi que todos los empleados evitaban el contacto visual conmigo. Entonces mi jefe me llamó a su despacho. "¿Qué has hecho?", me espetó el superior. "¿Creías que no lo descubriríamos?".

"¿Descubrir qué, señor?", pregunté confusa.

Giró la pantalla de su laptop hacia mí. Información confidencial sobre uno de nuestros principales clientes se estaba haciendo viral en Internet. Los documentos llevaban el membrete de nuestro bufete y procedían de casos en los que yo estaba trabajando.

"¡Yo no he hecho esto, se lo juro! Nos han debido de hackear".

Su carrera y su vida quedaron arruinadas

“¡Estos archivos se compartieron desde tu laptop!”, gritó. “El departamento de informática lo confirmó”.

Entonces me di cuenta. José había manipulado mi laptop. Intenté explicarlo, pero el jefe estaba decidido. “No importa si tu novio compartió los archivos. Ocurrió bajo tu vigilancia. Estás despedida”.

Yo estaba devastada. José había arruinado mi carrera. Mientras recogía mis pertenencias, mis compañeros evitaban mirarme a los ojos y susurraban a mis espaldas.

Cuando llegué a casa, la situación empeoró. José se había mudado, dejando una nota garabateada: “Tú te lo has buscado”. Había destrozado el departamento y me había dejado a cargo de los gastos. Con mis ahorros invertidos en préstamos estudiantiles, estaba en la ruina.

La chica decidió pagarle con la misma moneda

Desesperada y traicionada, decidí contraatacar. A lo largo de nuestra relación, José se había jactado de sus negocios turbios con clientes importantes. Empecé a reunir pruebas, recopilando todo en un informe detallado. Lo envié de forma anónima a su departamento de Recursos Humanos y a varios clientes importantes. Era arriesgado, pero no tenía nada que perder.

Unos días después, me llamó un amigo común. “¿Te has enterado de lo de José?”, me preguntó.

“No, ¿qué ha pasado? Le respondí, con el corazón palpitante.

“Lo han despedido. Hay una investigación y está metido en un buen lío”.

Sentí una mezcla de reivindicación y culpabilidad. La empresa había abierto una investigación en toda regla. Se enfrentaba a graves consecuencias legales.

Arruinó la carrera de su ex, pero le remuerde la conciencia

Esa misma semana, llamó un viejo colega. “José está en la lista negra de la industria. Nadie quiere relacionarse con él”.

Al oír eso, sentí una extraña satisfacción. José siempre había sido tan engreído que pensaba que podía salirse con la suya. Ahora estaba pagando el precio de su arrogancia.

Perdí mi trabajo, mis ahorros y mi confianza en la gente. Pero ver a José afrontar las consecuencias supuso un cierre. Intentó doblegarme, pero al final, su caída fue lo más espectacular.

Al principio, me sentí muy bien vengándome de José. Pero con el tiempo, empecé a sentirme muy mal por ello. Me sentía agobiada por la culpa y el arrepentimiento. Vi cómo mis acciones estaban causando problemas, y eso me hizo sentir aún peor. Nunca quise que las cosas se me fueran tanto de las manos. Espero que sus lectores puedan aconsejarme.

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