Mujer acosa a un compañero de trabajo y asegura esperar un hijo suyo, se hace un ADN y el resultado no nos sorprende

Historias
hace 8 meses

El acoso laboral es un asunto muy serio que ocurre mucho más seguido de lo que quizás imaginamos. Ahora, puede que en lo primero que pensemos todos nosotros sea en un hombre acosando a una mujer, la típica escena del jefe abusando de su poder con su secretaria. Pero, ¿qué pensamos cuando es una empleada la que acosa a su jefe? Esto es lo que ocurrió en esta historia que ahora circula vertiginosamente por las redes. Es imperdible y está contada en primera persona por una de las protagonistas: la esposa del acosado. Léela y luego dinos si no parece el guion de una famosísima película ochentosa.

Mi esposo ocupa un alto cargo en el departamento de marketing de la empresa donde trabaja. Cada vez que comienza un proyecto, tiene reuniones con equipos de otras áreas, cuanto más grande es el proyecto, más reuniones se necesitan. Por este motivo él comenzó a trabajar con una colega que había sido muy recomendada por un empleado senior del equipo de eventos. Es cierto que se mostró amistoso con ella, pero siempre desde un lugar profesional; ni siquiera sus reuniones eran a solas.

Fue justo antes de Navidad que ella comenzó a actuar de manera extraña. Buscaba excusas constantemente para hablar con mi esposo, le pedía discutir asuntos de trabajo durante el café y el almuerzo y hasta usaba el correo electrónico laboral para mostrarle su obsesivo interés con mensajes del estilo: “Qué bien te ves hoy”.

Cuando nos cruzamos en la fiesta de Navidad de la empresa, su enojo por no poder estar a solas con mi esposo era evidente. Fue unos días después que ella le mandó la primera foto a través de las redes sociales. Supuestamente la había enviado por error, era una foto de ella bastante provocativa. Cuando él llegó a casa y revisó su computadora, tenía un mensaje suyo que decía: “Ups, lo siento, persona equivocada”, pero la imagen estaba allí.

Por si quedaban dudas de que su “error” no era más que una farsa, una semana después le envió una segunda foto, aun más provocativa, a una red social diferente. Esta vez fue mi propio esposo quien me pidió que la abriera apenas vio su nombre en el mensaje. Ni siquiera la tenía de amiga en las redes sociales, ¿cómo pudo haber pensado que podía creerle semejante mentira?

La tensión fue creciendo hasta que una noche, cuando mi esposo y yo estábamos entretenidos organizando una cena para amigos, se apareció en la puerta de mi casa. Al borde del llanto, me dejó una pila de papeles con una larguísima conversación que ellos supuestamente habían mantenido por WhatsApp.

Me habló durante 5 minutos en los que me contó cuánto amaba a mi esposo, me aseguró que ella no quería lastimarme pero que “el corazón quiere lo que quiere” y me pidió que lo dejara, que me fuera de la casa. Solo atiné a quedarme en silencio y mirarla fijo hasta que se sintió lo suficientemente cohibida como para dar la vuelta e irse por donde había venido.

Cuando mi esposo apareció en la puerta creyendo que iba a salvarme de un vecino hablador, le di la “evidencia” de su colega. Lo leímos juntos y ya en la segunda hoja me di cuenta de que todo era falso. No era la forma de escribir de él, los errores de ortografía eran horrores y hasta el número que figuraba como su teléfono era falso. Fue en ese momento que mi esposo decidió ponerle un freno definitivo y al día siguiente la denunció en el área de Recursos Humanos de la empresa.

Entregó las fotos y los mensajes de ella hacia él en sus redes sociales y también imprimió los correos electrónicos de trabajo que había recibido. Como consecuencia, ella fue inmediatamente despedida por acoso sexual y mala conducta. Por lo que supe, no intentó defenderse ni presentó ninguna acusación contra él.

Pero esto no terminaba, y se veía cada vez más como el guion de un thriller. Resulta que un pariente de ella se enteró de todo lo ocurrido y nos contactó para decirnos que no era la primera vez que la mujer hacía esto, que había estado obsesionada con otros hombres antes y que incluso tenía una orden de protección en su contra y necesitaba tratamiento.

Normalmente se veía equilibrada cuando tomaba la medicación, el único problema era que cuando se sentía estable creía que ya se había curado y dejaba de tomarla. Unos parientes la llevaron a vivir con ellos aproximadamente a cuatro horas de donde estábamos y nos avisaron que se contactarían con nosotros si ella llegara a escaparse de allí. Y eso fue exactamente lo que ocurrió.

A fines de marzo, yo estaba en mi jardín haciendo un poco de jardinería. En eso miro hacia arriba y la veo frente a mí, sonriendo. Antes de que siquiera pudiera procesar su presencia, ella me dice muy entusiasmada que está embarazada y que mi esposo es el padre. Su bebé nacería a mediados de junio y, como yo había decidido quedarme con él a pesar de su “infidelidad”, tendríamos que llevarnos bien ahora más que nunca y esperaba que no le guardara rencor a su futuro niño.

Más tarde vi en mi teléfono muchas llamadas perdidas. Era su familiar para decirme que por su embarazo habían acordado en que no tomara la medicación hasta tener el bebé y que ella había convencido a sus tíos de que el padre era mi marido y que debía decírselo. Y la verdad que parecía convincente cuando fue de vuelta a mi casa. No había pasado ni un mes de aquella vez en el jardín y estaban mi marido y mis hijos en casa.

Sus aterradoras visitas se repitieron, aparecía cuando menos lo esperábamos, en cenas con amigos, en reuniones familiares y hasta en la casa de mis suegros, a quienes les avisó que “serían abuelos”. Ya a esa altura todos nuestros amigos estaban convencidos de que mi esposo había tenido una aventura de una noche con ella y que esto la había obsesionado. Pensaban que me estaba engañando a mí misma y que ese niño podría ser suyo. Y los entiendo, solo que yo sí confiaba en él.

La última vez que se apareció quería entrar a la casa, mi esposo se opuso rotundamente y le pidió una prueba de paternidad, un ADN. Ella se ofendió, le aseguraba que “nunca lo había engañado”, pero para demostrar que el niño era suyo aceptó hacerla luego de que el bebé naciera. Admito que parecía genuina, incluso coherente y muy segura. Eso era lo más aterrador, estaba completamente convencida de que mi esposo era el padre de su bebé.

Los meses pasaban y la situación empeoraba. Una tarde, cuando estábamos visitando a unos parientes, la cámara la captó mirando dentro de nuestra casa a través de las ventanas. Merodeó por allí durante mucho tiempo, hablaba sola y parecía realmente desequilibrada. Ver esto me hizo aceptar una oferta por nuestra casa y elegir otra en una comunidad cerrada, estamos en camino de mudarnos ahora. Aunque amo mi hogar ya no me siento segura aquí, siento que toda mi familia está en peligro.

Cuando nació el niño, el tío llamó a mi marido y le preguntó si todavía quería hacer la prueba de ADN. Él dudó, pero yo le dije que accediera. Aunque estaba seguro de que el bebé no era suyo, yo necesitaba esa confirmación. Además, legalmente iba a servirnos para que ella no pudiera pedir manutención de su hijo más adelante.

El ADN regresó y, oh sorpresa, mi esposo no es el padre. Ahora las cosas parecen haberse calmado. Después de que el bebé nació, ella aceptó tomar la medicación; sus tíos amenazaron con internarla si no lo hacía o si intentaba volver a acercarse a nosotros. Al parecer, ella está mejor. De a poco está aceptando el hecho de que no tuvo una aventura con mi esposo. Sin embargo, aún no estoy tranquila y sigo temiendo encontrarla en cualquier parte, incluso dentro de mi nueva casa.

Todos experimentamos algunas vez la amarga sensación que nos deja un amor no correspondido. Y podemos reaccionar de muchas formas a este rechazo. Lo importante es trabajar en nuestra autoestima y, con el tiempo, lograr superarlo.

Imagen de portada MyIssues123 / Reddit

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