Un viaje dentro de tu nariz para descubrir cómo funciona el olfato

Curiosidades
hace 8 meses

Guau. Los humanos pueden distinguir más de un billón de olores, y cada persona tiene un olor único. Algunos más que otros. Es broma, aquí no juzgamos a nadie. ¿Pero alguna vez te has preguntado cómo es posible? Bueno, vamos a... olfatear un poco el asunto.

Imagina que estás comiendo una galleta recién horneada. Mmm. No solo huele bien, también sabe deliciosa. A medida que se desarma en tu boca, libera pequeñas partículas. Algunas viajan por tu garganta, mientras que otras se abren camino hacia la nariz. Ahora, imagina que caminas a una habitación donde hay una vela con aroma a vainilla. Identificas el olor dulce a través de un proceso llamado difusión. El aire y las moléculas del olor se esparcen libremente en todas las direcciones hasta que llegan a tu nariz.

Déjame encogerme tanto como una molécula con olor y te enseñaré cómo funciona.

Cuando inhales profundamente, yo ingresaré por tu nariz, el primer órgano de tu aparato respiratorio. Cuidado, no te tropieces con los mocos. ¿Puedes ver esos pelitos gruesos dentro de tus fosas nasales? Funcionan como guardias de seguridad, y son tan gruesos como los folículos de tu cabeza. Su trabajo es evitar que el polvo, la tierra, los gérmenes y otras partículas ingresen a tus pulmones. Esa cosa brillante en los bordes de los pelos es mucosidad. ¡Así que mejor no los toques! Atrapa a las partículas invasoras que aparecen en tu nariz. También conserva la humedad en las paredes internas de tu nariz, ya que la piel allí es muy sensible y necesita una hidratación constante.

Oh, oh, ¡cuidado! A veces hay que esquivar esas grandes cosas de piel que invaden la zona. No te preocupes: se llaman “dedos”, y solo les interesa detectar mocos. A medida que avanzamos, encontramos unos pelitos llamados cilios. Pero solo puedes observarlos a través de un microscopio. Se trata de otro mecanismo de defensa en tu sistema. También se encuentran en tus oídos y en otras partes de tu cuerpo.

Cuando un visitante no deseado es capturado, los cilios se mueven para trasladar el moco, y lo envían hacia tu garganta o lo expulsan por tu nariz. Por fin, algo de espacio. Este enorme lugar se llama cavidad nasal. Se extiende hasta la parte superior de la garganta, y su función es filtrar, humedecer y calentar el aire que inhalas. ¿Puedes ver esas tres cosas largas en la pared de tu cavidad nasal? Esas que parecen perros calientes. Se llaman cornetes, y tienes 3 en cada fosa nasal. El primer cornete es el primer tejido que entra en contacto con el aire del exterior.

Las moléculas de oxígeno bajan por esa resbaladilla que conduce a tus pulmones, pero nosotros tomaremos el otro camino. Algunas moléculas de olor también van hacia allá, aunque son expulsadas cuando exhalas. ¡Mira esa fina capa de mucosidad! Allí nos dirigimos. Debajo de la mucosidad, tienes más cilios, y luego está el epitelio olfativo. Se trata de un tejido muy especial en la parte superior de tu cavidad nasal. Piensa en él como si fuera un bloque de esponjas suaves y blandas. Contiene muchas cosas importantes, como los detectores de olores que se dirigen a tu cerebro.

¡Mira! Hay unas cositas pequeñas que se ramifican como raíces de plantas. Esas son las dendritas, extensiones de tus neuronas. Tienes alrededor de 8 millones de neuronas en cada fosa nasal. Vamos a meternos por aquí y ver qué hay más allá. ¡Llegamos! Estos amiguitos redondos que parecen pequeñas semillas de cereza son tus receptores olfativos. Y cuentan con el apoyo de otras células, como unas almohadillas ubicadas entre esferas de cristal que los mantienen en su lugar.

Déjame encogerme aún más y despertar uno de esos receptores. Cada uno de ellos es sensible a un grupo de olores. Me uniré a uno que sea sensible a mi olor, como una pieza de rompecabezas que entra a su lugar. Cuando la célula receptora me detecta, se desencadenan una serie de eventos. Ahora, el receptor emite un impulso eléctrico a través de un tubo delgado llamado axón. Sigámoslo y veamos adónde va. Estamos atravesando un tejido conector que cuenta con glándulas olfatorias, responsables de producir la mucosidad de tu nariz por la que acabamos de nadar.

¡Knock, knock! Parece una corteza dura. Esto se llama lámina cribosa, y separa tu cerebro de tu cavidad nasal. Tiene unos pequeños agujeros que permiten el pasaje de los nervios que captan olores. A medida que ascendemos, los nervios comienzan a unirse. Si nos metemos por uno de los agujeros de la lámina, vemos cómo estos grupos se adentran más y más. Oh, guau. Mira eso. Esos cúmulos de nervios se conectan en una bolita. Ese es el glomérulo. Recibió las señales de las pequeñas células receptoras y las procesará. Si bien recibe información olfativa de un receptor, puede detectar múltiples olores. Tienes alrededor de 1800 de estas esferas por encima de cada fosa nasal, todas encima de la lámina de hueso que acabamos de atravesar.

Ahora nos encontramos en la parte exterior del cerebro que se ubica sobre tu cavidad nasal. Parece un bulbo, y por eso mismo se llama bulbo olfatorio. Aún tenemos un largo camino por delante. Aquí, las pequeñas esferas procesadoras se extienden hacia algo llamado células mitrales. Se trata de neuronas que parecen pequeñas arañas con patas muy largas a cada lado. Adentrémonos en el bulbo, iremos al tracto olfatorio y luego al interior del cerebro. El bulbo es parte del sistema límbico, una gran red de estructuras cerca del medio del cerebro que se conectan con el sistema nervioso central.

Las neuronas llevan la información a una pequeña región de tu cerebro llamada amígdala. Aquí es donde procesas tus emociones. ¡Oye, relájate! También está a cargo de activar tu reacción de lucha o huida. Después, las señales se dirigen al hipocampo, el lugar donde creas tus recuerdos, procesas tus emociones y aprendes cosas. Próxima parada: el tálamo, que envía parte de la información olfativa a la corteza orbitofrontal para conectarla con la información del gusto. El olfato es el único sentido que viaja directamente a la parte emocional de tu cabeza. Otros sentidos, como la vista y el oído, pasan primero por el tálamo. Esta estructura funciona como un centro de mensajería en medio del hemisferio cerebral, y tiene la función de enviar información a otras regiones del cerebro.

¡Pero nuestro olfato funciona de maneras misteriosas! Cuando llevas un tiempo sin comer, tu cuerpo produce una hormona llamada grelina, que a su vez envía una señal a tu cerebro: “necesitas energía, amigo, no hay nada en tu estómago”. Tu cerebro responde dándote hambre. La misma hormona activa algunos receptores que activan el pequeño bulbo olfativo que atravesamos antes. Eso potencia tu olfato y mejora tus chances de encontrar comida. Ahora, imagina que estás en una tienda y que alguien rocía perfume en un papel. Te inclinas para olerlo y cierras los ojos. Esta acción funciona como un proceso de descarte, donde anulas uno de tus sentidos para intensificar el resto. Es como cuando las personas bajan el volumen de la radio si se pierden o necesitan concentrarse.

Cuando estás resfriado pierdes el olfato. Esto se conoce como anosmia o ceguera olfativa. Como la parte superior de tu garganta se conecta con tu nariz, al masticar comida, los olores se liberan y activan tus receptores olfatorios. Con la nariz tapada, las moléculas del olor de la comida no pueden llegar a las células sensoriales, por lo que no acceden al tálamo para conectarse con tu gusto. Por esa razón, no sientes el sabor de las cosas. Todos huelen el mundo usando receptores diferentes, y algunos científicos creen que cada persona tiene al menos un olor que no puede detectar. Podría ser la vainilla, el ajo, el café, la menta, o incluso ciertos tipos de fruta.

¿Alguna vez oliste un chile picante y sentiste ganas de toser? Hace unos años, los científicos descubrieron que los pulmones también tienen receptores olfativos. Pero, en lugar de enviar la información del olor a picante a tu cerebro, te dan la orden de toser. Asombroso, ¿no es cierto? Recuerda: si quieres vivir más feliz, forma una buena amistad con tu nariz. ¡Nos olemos luego!

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