15+ Recuerdos de la infancia, brillantes como fuegos artificiales, que aún hacen sonreír a la gente de oreja a oreja

Crianza
hace 2 años

La infancia es quizás el periodo más colorido e inolvidable de la vida de todos. Es la época en la que conocemos el mundo que nos rodea, hacemos nuestros primeros amigos con los que a menudo permanecemos unidos hasta la vejez, nos enamoramos y nos metemos en todo tipo de problemas. No cabe duda de que todos atesoramos momentos en los rincones ocultos de nuestros recuerdos, a los que todavía volvemos mentalmente, sonriendo y secando las lágrimas de la nostalgia. Algunos son venerables, otros embarazosos y absurdos, pero todos son entrañables para nuestros corazones.

En Genial.guru leímos muchos recuerdos de los internautas sobre su infancia despreocupada y descubrimos que cada uno de nosotros rememoramos esa época de distinta manera. Pero al mismo tiempo, es fácil reconocerse en algunas de las historias.

  • Cuando era pequeño, era mi responsabilidad sacar la basura todos los días. Mis padres sacaban la bolsa del bote, la ataban y la ponían junto a la puerta del pasillo para que no me olvidara. Así que me preparé para ir a la escuela, tomé la bolsa en la puerta y la tiré a la basura por el camino. Cuando llegué a casa, mi madre me preguntó por qué no había sacado la basura. Dije que sí, y ella dijo: “Ahí está”. En resumen, han pasado más de 10 años y papá todavía está tratando de recordar dónde puso sus botas. © pavelmax / Pikabu
  • Un día, cuando era una niña de 7 años, sonó el teléfono en nuestra casa. Corrí a contestar y mi madre me pidió que dijera que ella no estaba. Así que lo hice. Atendí el teléfono y dije: “¡Hola, mamá me dijo que te dijera que no está!”. Más tarde, mamá fue a preparar el té y me dijo que vigilara la leche en la estufa. Así lo hice, viendo cómo se desbordaba. ¿Cómo iba a saber que tenía que apagar la estufa? De todos modos, yo era una niña muy obediente y hacía exactamente lo que se me pedía. © Haritha M / Quora
  • Mi madre nos crio sola. Comerciaba en el mercado para sobrevivir con calor y frío. Mi hermano y yo, dejándonos llevar por nuestros juegos llenos de acción, no notábamos la llegada de mi madre del trabajo. Abría la puerta y gritaba: “¡Mis melocotones, mis melocotones! ¿Quién es el más rápido en besar a mamá?”. Dejábamos caer todos nuestros juguetes y corríamos tan rápido como podíamos con el susto y la alegría. Las manos frías de mamá, la nariz roja y el abrigo helado... Recuerdo esos abrazos helados, pero tan cálidos. © Oídoporahí / VK
  • Recuerdo que cuando mi primo y yo éramos pequeños, estábamos jugando corriendo y a él le dio sed. Abrió el refrigerador, vio un vaso con agua fría en el estante y dijo: “¡Vaya, como si alguien supiera!”. Empezó a beber el agua, lentamente, feliz, con los ojos cerrados, como en los anuncios. De repente, sintió que algo le tocaba los labios. Abrió los ojos, y era la dentadura postiza de la abuela, que estaba en el vaso. Al principio se quedó desconcertado, luego tomó unos cuantos sorbos más. © kryspypatata / Reddit
  • Una vez, cuando era un niño, estuve enfermo en casa durante toda la semana. Fue porque cuando el médico me preguntó de qué color eran mis heces, le dije que eran azules. También quería aclarar que en matemáticas eran verdes y en literatura eran de color café, pero no dije nada. © Podslyshano / Twitter
  • Recuerdo cómo le enseñaba a mi madre a agitar un Kinder Sorpresa para ver si era el juguete correcto (lo importante era que no fuera un rompecabezas). Ella aprendió. Cuando estaba resfriada, mi madre me trajo uno y había un pingüino en él, justo el que aún no tenía. © Eugenia Taran / Genial.guru

“Ahora estoy viviendo de nuevo en el departamento donde vivía cuando tenía 4 o 5 años. Entonces no teníamos dinero, así que mi madre pintó una pequeña hada con témpera sobre la pared. Aquí está, estuvo escondida durante 15 años bajo el papel tapiz”.

  • Cuando era niño, vivíamos en París y a menudo me mandaban a buscar baguettes para la cena. Normalmente me comía la mitad de camino a casa. Mi madre me preguntaba qué había pasado, a lo que yo respondía: “No sé, ¡algo increíble!”. Todos estos recuerdos revivieron recién en mi cabeza cuando le di un mordisco a una baguette fresca y crujiente. © bader_diedrich / Twitter
  • Te diré algo que me hace sonreír cada vez que lo pienso. Resulta que yo no como la clara de los huevos cocidos. Y cada Semana Santa, cuando tiro otra clara de huevo, recuerdo cómo de pequeña, mi hermano se dio cuenta por primera vez de que no me gustaban las claras y me propuso cambiarlas por yemas. Cada vez nos intercambiábamos: yo comía solo las yemas, él comía solo las claras. Habían pasado muchos años desde entonces, vivíamos separados, y volvimos a comer huevos cocidos juntos. Él me daba en silencio la yema, yo le daba la clara, y por primera vez le pregunté: “¿Por qué no te gustan las yemas? Son mucho más sabrosas que las claras”. Y mi hermano respondió: “En realidad, me gustan las yemas, y no me gustan mucho las claras”. No nos llevábamos bien durante toda nuestra infancia, nos peleábamos y no hablábamos mucho, pero siempre sacrificó lo que amaba por mí en silencio. Puede que no sea nada, pero es importante para mí. © MoxuTo.0 / Pikabu
  • Tenía unos 5 o 6 años. Un día me di cuenta de que mi primo hacía constantemente un extraño gesto con la mano a todos los que estaban a su alrededor, así que le pregunté qué significaba. Dijo que significaba “te amo” en lenguaje de signos. Enseguida bajé corriendo diciendo: “¡Mamá, mira lo que aprendí!”. De todos modos, a mamá no le hizo mucha gracia que su hijo de 6 años le enseñara el dedo medio. © Robert Puckett / Quora
  • De niña me caía tan a menudo que un día, cuando llegué tarde al jardín de infantes, los niños corrieron hacia mí y me dijeron: “Sofía, llegas tarde, Diego ya se cayó de los columpios en tu lugar”. © Oídoporahí / VK
  • Mis padres no tenían mucho dinero en los años 90, pero nunca les faltaba el sentido del humor. Para una actuación de fin de año, las chicas tenían que disfrazarse de copos de nieve y los chicos de mosqueteros. No podíamos permitirnos un vestido blanco nuevo. Mientras tanto, había un vestido amarillo mullido colgado en el armario. Ahora a mi madre le gusta mostrar con orgullo el álbum de fotos de sus hijos, especialmente la de las niñas disfrazadas de copos de nieve. Señalándome a mí con este vestido amarillo, dice: “¡Ahí está nuestro copo de nieve ’orinado’!”. © Oídoporahí / VK
  • Cuando era niño, mi abuela era conocida en todo el pueblo por sus deliciosos pasteles y dulces. Me encantaba visitarla, porque su casa siempre estaba llena de cosas ricas. Un día mi abuela estaba haciendo mis galletas de jengibre favoritas. Me apresuré a entrar en la cocina para robarlas en cuanto la abuela las sacara del horno, pero me mandó fuera de la cocina. Y entonces, durante otra incursión, vi una galleta preciada en la encimera. La agarré descaradamente y acto seguido le di un ansioso mordisco. Para mi decepción, el dulce tenía un sabor desagradable. Entonces me di cuenta de que era un posavasos de corcho, muy parecido a una galleta. Mi abuela se reía hasta llorar, pero yo no me reía. © Richard Slomkowski / Quora

¿Cuál es tu recuerdo más vívido de la infancia?

Imagen de portada kryspypatata / Reddit

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