Empecé a trabajar en un kínder chino y me di cuenta de que difiere de uno europeo como la noche del día

Crianza
hace 4 años

Hola, me llamo Anna, llevo ya dos años viviendo en la provincia china de Shanxi y enseño inglés en un kínder. Cada día, mis dos hijos y yo, que también van a este centro educativo, tenemos que lidiar con las normas y tradiciones inusuales de este país.

Especialmente para los lectores de Genial.guru voy a contar cómo viven los niños en edad preescolar en China. A veces, puede parecer duro, porque la disciplina de hierro se impone aquí y en ocasiones se ven obligados a esconderse debajo de la cama. Y al final de este artículo te espera un bono con el que sabrás por qué mi hijo menor es regañado por decir la palabra “adiós”.

Muchos kínderes funcionan con el sistema “todo incluido”

Cada padre busca posibilitar la máxima contribución en pro del desarrollo de su hijo. Así las cosas, un kínder privado es algo habitual entre los residentes chinos con ingresos medios. Esta es una inversión costosa: un año en un centro de este tipo supone para la familia un gasto de entre 1 500 y 4 000 euros en las provincias y entre 4 000 y 6 000 en las grandes ciudades.⠀

Por este dinero, el niño entra en un sistema de “todo incluido”: 5 comidas al día, desplazamientos en autobús escolar, uniformes, zapatos, mochila, un juego de ropa de cama y una montaña de libros de texto de diferentes colores comparado por su tamaño con la estatura del niño. Entrar en el kínder es posible solo con una tarjeta de plástico y en horarios estrictamente establecidos. Después de las clases, los niños, por una cantidad adicional, pueden quedarse para talleres de construcción con Lego, aprender a utilizar bicicletas de balanceo, patines, baloncesto o experimentos científicos.

Para que su hijo ingrese en un buen kínder, los padres están dispuestos a realizar cualquier sacrificio. Se dan casos en que, en las grandes ciudades de China, los residentes de algunos barrios hacían fila para matricularse varios días antes del día de su apertura. Simplemente, colocaban tiendas de campaña cerca del edificio del kínder y hacían guardia en ellas hasta el comienzo del periodo de matriculación.

Por cierto, el “prestigio” de un centro educativo de preescolar no depende de su tamaño ni ubicación. Un kínder privado puede ser bastante pequeño y su zona de recreo ubicarse casi en el tejado del mismo edificio alquilado. Por ejemplo, en nuestro kínder tenemos a 60 estudiantes, distribuidos 20 por cada grupo. Por cada uno de ellos se dispone de 2-3 maestros permanentes y una asistente.

Los responsables educativos son, en su mayoría, chicas menores de 30 años. Las asistentes tienen un límite de edad de 45 años. Esto se fundamenta en que el trabajo es duro. Una no puede salir a trabajar con los niños arreglada como si fuera “a un desfile”: con un vestido y peinado. Aquí, las educadoras se parecen más a hermanas mayores: todas tienen las mismas sudaderas o camisetas, pantalones negros y deportivas. El cabello debe estar recogido y por llevar una manicura te pueden multar.

En la primera mitad del día, los niños estudian chino, inglés, matemáticas, música, aprenden a leer jeroglíficos y recitar poemas. Las educadoras hablan con los alumnos en dos idiomas: chino e inglés. Todos los meses, los niños pasan por pruebas de verificación y si el estudiante no ha entendido bien las lecciones, el maestro será sancionado.

Una vez al mes, los niños participan en diferentes talleres: desde preparar platillos nacionales hasta clases de cerámica. Cada temporada se produce un acto de carácter obligatorio acompañados de los padres: visitar el banco, la oficina de correos, una granja, al dentista, pasear por una montaña, actividades al aire libre en un parque o una fiesta de espuma, directamente, en el patio del kínder.

Todavía recuerdo cómo en mi infancia, en uno de esos días calurosos de verano, una educadora nos echaba agua con una manguera del jardín. Mientras que los niños chinos tienen en el kínder sus pistolas de agua y máquinas de espuma. Algunos padres acuden a esta fiesta con paraguas y se esconden debajo de estos de las salpicaduras.

También son aficionados a las actividades más vivas: una vez, los padres consiguieron, vete a saber dónde, barreños con jarrones de plástico y protagonizaron una verdadera batalla de agua. A los maestros solo les quedó sacar a los niños de la contienda.

Los niños pueden pasar todo el día con la ropa y zapatos de calle

En un kínder chino, los niños no se cambian de zapatos ni en invierno ni en verano. En invierno, los pequeños llevan zapatillas deportivas ligeras, por lo que, al menos, no pasan calor en el interior del centro. Solo que el aire en el aula, rápidamente, se vuelve pesado y polvoriento. A veces pasa que los niños ni siquiera se quitan las chaquetas y los abrigos. La razón de esto suele ser bastante sencilla: en muchos kínderes en el sur de China no hay calefacción (nosotros vivimos en el norte del país, por lo que en nuestras aulas no hace frío).

Además, aquí no llevan gorros (incluso con temperaturas bajo cero). Todos los niños estarán con las orejas rojas, pero nadie les pondrá siquiera una capucha. Mis hijos son los únicos que llevan gorros y gorras.

Recién leí un anuncio para padres y me di cuenta de por qué los niños en China apenas llevan estos accesorios en la cabeza.

“La temperatura del aire ha bajado. Presten atención a mantener el cuerpo de los niños caliente. Sigan el principio de ‘3 calores y 2 fríos’. Mantenemos en caliente la espalda, el vientre y los pies.

Sin enfriar demasiado la espalda de los niños, los protegemos de los resfriados. A través de la cabeza del niño se escapa tan solo un tercio de todo el calor corporal. Cuando el cuerpo se sobrecalienta, disminuye el paso del calor. Pueden producirse mareos, confusión en los pensamientos y hasta la pérdida de la conciencia, por lo que la cabeza debe mantenerse fresca.

Toquen la clavícula. Si no está fría, entonces el niño va vestido correctamente”.

Aquí no existe el concepto de “comida infantil”

En el kínder, a los niños se les sirven los platillos tradicionales chinos, pero con un mínimo de especias. Un almuerzo típico está confeccionado por una sopa, un plato de arroz o fideos y, a veces, un bollo. Sin bebida. Eso es todo.

Primero se debe terminar el platillo principal y luego “beber” la sopa. A los niños les dan agua solo antes de acudir al comedor. Pero muchos de los pequeños del kínder comen platillos picantes a partir de los 2 años y cada dos semanas, en el menú, se sirven camarones.

Antes de empezar cada comida, los niños colocan las palmas de las manos sobre su pecho y agradecen al unísono la comida.

En los kínder, se presta mucha atención a las tradiciones nacionales: en la fiesta del solsticio de invierno, todos juntos preparan y luego comen ravioles chinos. Y en la fiesta para celebrar el comienzo del otoño, los maestros cortan sandía para los niños. Además, lo hacen de tal manera que las rodajas sean redondas, como el sol.

El 21 de marzo, con la llegada del equinoccio de primavera, todos tratan de encontrar un equilibrio interior. La diversión principal para este día pasa por colocar los huevos crudos verticalmente para que mantengan el equilibrio sin caerse. Para lograrlo, se necesita paciencia y concentración especiales.

A los niños no les hacen la prueba de la tuberculosis, pero alumbran su boca con una linterna

Los padres pueden llevar al kínder a sus hijos con mucosidades y fiebre: todos estamos condicionados por el trabajo. Fruto de esto, los centros educativos realizan grandes esfuerzos por prevenir la propagación de gérmenes e impedir la entrada en el centro de niños enfermos. En la mayoría de estos, directamente en la entrada, se encuentra de servicio un médico: los pequeños se acercan a él y abren su boca de manera rutinaria: se comprueba la garganta de cada alumno con una linterna para evaluar cualquier enrojecimiento.

Además, los médicos se preocupan por las infecciones intestinales, por lo que cuelgan por todo el kínder carteles que explican cómo lavarse las manos correctamente y llevar a cabo un aseo adecuado del cuerpo.

Y aquí no hacen a los niños el test de Mantoux tan habitual en mi país. Hace poco, traducía las cartillas de vacunación de mis hijos al chino y decidí aclarar cómo escribir correctamente “reacción de Mantoux”. En el kínder, al principio, no entendieron a qué me refería. Así, decidí mostrarles una imagen de este procedimiento. La responsable, perpleja, comenzó a buscar la respuesta en Internet. Finalmente, lo tradujeron como “Prueba Tuberculínica” (o PPD, por sus siglas en inglés). Resulta que a los niños chinos no les hacen la prueba de la tuberculosis: existe la vacunación contra esta, pero no esta prueba de Mantoux.

Las camas se utilizan tanto para dormir como para realizar ejercicios de seguridad

Los niños juegan, comen y duermen en la misma habitación, por cuyo perímetro encontramos pequeñas camas pegadas las unas a las otras. La siesta dura, aproximadamente, una hora y media. Algunos pequeños, realmente, duermen, mientras que otros permanecen tumbados en silencio y ni siquiera intentan producir cualquier sonido. La disciplina aquí es de hierro, por lo que uno no puede ni por asomo pensar en una pelea de almohadas o saltar en la cama.

En algunos kínderes, al final de la semana, los padres se llevan todos los accesorios de la cama, desde un colchón hasta la almohada, al objeto de lavarlos.

Las camas tienen otro propósito más, cuanto menos, interesante: pueden utilizarse durante las clases de seguridad.

Los terremotos en China no son algo fuera de lo común. Por eso, tanto en los kínderes como en las escuelas, se imparten de manera obligatoria clases en las que se les informa a los niños sobre cómo deben actuar si comienzan a producirse temblores en la Tierra. Si existe amenaza de derrumbe del edificio, se debe salir corriendo lo más rápido posible al exterior, cubriéndose la cabeza con las manos, y si el temblor no es fuerte, uno puede esconderse debajo de una mesa o una cama.

A los niños les enseñan a cómo protegerse también en caso de incendio. Lo hacen, por decirlo suavemente, de una manera muy realista. Prenden fuego a una granada de humo: todo se llena de humo, los niños corren con las toallas mojadas sobre la cara, algunos incluso llorando de miedo. Más tarde, todos juntos escuchan una clase por parte de un bombero y el maestro. Los simulacros terminan con los pequeños agarrando un extintor de incendios de polvo, turnándose apagan la llama en un barril.

El Día del Niño se celebra en hoteles de lujo

En los kínderes de China, el Día Internacional del Niño se celebra con la misma magnitud que el Año Nuevo. Los pequeños, de entre 2 y 6 años, vestidos con atuendos elegantes, lucen en el escenario en la sala de un hotel lujoso.

Para la representación, maquillan a los niños y añaden a sus rostros pedrería. Según los padres, se ve muy lindo y hermoso. A las niñas les ponen pestañas postizas, les aplican sombras de ojos brillante, rímel, rubor y polvos de maquillaje. Los niños solo se quedan atrás en cuanto a la longitud de sus pestañas, pero por lo demás, todos tienen abundancia de lo mismo.

Debo añadir que no todos los padres maquillan a sus hijos varones (alrededor del 50 %), pero a las niñas, todas y al 100%. E incluso a la edad de 2-3 años.

Todo el kínder se une para hacer los ejercicios matutinos

En los kínderes chinos, los pequeños no repiten los aburridos ejercicios siguiendo al tutor contando uno, dos y tres. Los ejercicios matutinos se hacen para todo el kínder al mismo tiempo. A las 10 en punto, se enciende la música y durante 20 minutos y los niños y los maestros interpretan el mismo baile. Cada día se reproduce la misma canción y los pequeños repiten los movimientos perfectamente memorizados.

Después de los ejercicios, los niños no forman parejas, sino que hacen fila india, agarran el borde inferior de la ropa del que va delante y de esta manera tan extraña regresan a sus aulas. Los niños mayores practican andando uno tras otro, sin agarrarse a la ropa, pero nunca en pareja. Y sería algo del todo inaceptable formar parejas del tipo “niño-niña”.

A los niños se les exige obediencia ciega

La educación preescolar aquí se denomina “vacuna contra el egoísmo infantil”. En China, se considera que un niño debe aprender a controlar sus deseos y adaptarse al ritmo del grupo. Los educadores justifican su trato, a veces duro con los niños, con el hecho de que la escuela será aún más dura.

A los pequeños se les exige guardar silencio durante las clases, seguir las normas de gracia y cortesía. Al principio, nada fuera de lo normal, pero a la violación de las reglas le sucede un castigo. Cada educador tiene sus propios “trucos”. Unos chillan como si no fuera su propia voz, otros dan “palmadas” en la espalda y empujan de manera desagradable o tiran sujetando los brazos. El año pasado, a mi hijo de 5 años le dieron un golpe con un palo sobre los dedos porque su escritura no era bonita en clase.

En general, este duro trato con los niños no es bienvenido por los jefes ni por los padres. Pero, hace poco, en una reunión en el grupo de niños mayores, los padres decidieron por unanimidad que una actitud más rigurosa con los niños los beneficiaría. Lo importante es el buen comportamiento y el rendimiento académico porque pronto irán a la escuela.

Con una disciplina tan severa, la creatividad a menudo se desvanece en los niños. Cuando en mis clases les sugiero que hagan alguna elección, en lugar de completar la tarea siguiendo un patrón, se quedan bloqueados. Pero cuando los pequeños comprenden las reglas, trabajan con verdadero placer. Se nota que están acostumbrados a mostrar su individualidad.

Con los padres tampoco son permisivos

El sistema chino de educación preescolar a menudo es criticado por su severidad y masificación de normas. Pero los padres consideran que los empleados del kínder son profesionales con buena preparación que carecen de la dependencia emocional con los niños, por lo que pueden educar mejor que un padre o una madre.

Lo más interesante responde al hecho de que una actitud bastante dura hacia los niños se extiende también a los padres. Se considera algo normal observar la actuación de tu hijo en una fiesta del kínder a través de los barrotes de la valla. Al mismo tiempo, todos los niños estarán sentados en cómodas sillas.

Hace poco, asistí con nuestro kínder a unos juegos deportivos en familia y me asombró la actitud poco afectiva hacia los padres. Los obligaron a participar realizando a rajatabla todos los comandos. A los que se equivocaban o no seguían las instrucciones del maestro los golpeaban con un palo inflable en el trasero.

Al equipo perdedor lo obligaron a hacer 20 flexiones cargando a los niños en la espalda. Y además dijeron que si alguno de los padres se negaba a hacerlo, serían los maestros quienes harían las flexiones. Los padres no tuvieron otra opción porque si se negaban, fallaría al maestro y perdería su dignidad ante todo el mundo, y esto es lo peor para un chino.

Bono: una historia de amor en un kínder chino

Mi hijo fue casi reprendido por una palabra malsonante. Se me acercó la maestra y empezó con cautela diciendo: “Esta mañana oí que mientras se despedía de su papá, le dijo ’baka’ y su padre le respondió del mismo modo. ¿Qué significa esto?”

Vale la pena mencionar aquí que los chinos no distinguen entre los sonidos “b” y “p”, al igual, de hecho, que entre muchos sonidos sonoros y sordos. Por ejemplo, a ellos las palabras “amarillo” y “malillo”, les suenan prácticamente igual.

Baka en japonés significa “tonto”. Los chinos, a menudo, oyen esta palabra en anime. Incluso ahora, cuando les expliqué a los maestros que eso no es el baka japonés, sino un “adiós” en ruso (se dice “pacá”), continúan intercambiando entre ellos miradas de recelo cuando nos despedimos en familia.

Si solo supieran lo divertido que suena el chino para nosotros.

Bien, ¿qué te ha parecido el sistema educativo preescolar chino? ¿Qué te ha resultado especialmente interesante o inusual?

Imagen de portada depositphotos

Comentarios

Recibir notificaciones

Me gustaría tener un poco de su disciplina, la niñez es la mejor época para aprender... Todo consiste en saber motivar al niño, una educación interesante.

-
-
Responder

Lecturas relacionadas