21 Personas resueltas que supieron cómo dar una lección a sus jefes y decirles adiós a sus empleos

Historias
hace 2 años

En ocasiones, la necesidad de encontrar un trabajo y tener un empleo puede ocasionar que algunas personas se vean casi obligadas a aceptar ciertos puestos de trabajo. Pero todo tiene un límite, y estos humildes, pero valientes trabajadores, tienen claro que ni todo el oro del mundo puede pagar su paz y tranquilidad.

En Genial.guru, quisimos hacer una selección de historias en las que algunos de nuestros lectores dejaron claro que siempre se puede optar por algo mejor.

  • Me ocupé como empleada doméstica por día en una casa en la que la dueña solamente quería hacer limpieza profunda y tirar todas las cosas de las exhabitaciones de sus hijos de pequeños para cuando vinieran de visita.
    Al final fueron miles de bolsas de ropa de niña y de mujer de muy buena marca e impecable y cosas que estaban en desuso en la casa o bien picadas: tazas o platos. Trabajé tres días en ese tema y le pregunté si, en vez de tirarlas, me las podía llevar. Aceptó.
    Cuando terminé el trabajo, fui a cobrar y me dijo que me podía dar por pagada con todas las cosas que me había llevado. © Lorena Guallama / Facebook
  • Trabajaba en un lugar en donde, a partir del minuto de retraso, te descontaban. Si llegabas quince minutos tarde te descontaban el día completo y lo debías trabajar de todos modos. Una vez, llovió tanto que todos llegamos supermojados, con la calle inundada, y aun así nos descontaron. Poco a poco, fuimos renunciando. La empresa cerró y nunca pudo crecer. © Kelly RS / Facebook
  • Tenía 16 lavaplatos y limpiaba una cocina, además de ayudar en lo necesario para preparar comida. Un día, llovió mucho y una conexión junto al fregadero empezó a sacar chispas, lo que generaba una corriente en la llave del agua que me hacía saltar solo con intentar tocarla. Le dije al encargado que no podía lavar los trastes y le expliqué la situación. Me ignoró y me exigió que lavara los trastes. Juro que lo intenté hasta que el dolor era insoportable. Al final, dejé que los trastes se acumularán. Al fin del día, el encargado estaba histérico gritando que los lavara. Simplemente, le dije: “Intenta lavar tú un solo plato”. Lo intentó, no pudo y me despidió. © Paul Eighth Eagle / Facebook
  • Trabajé por unos meses en una tienda en el área de ropa. Todo iba bien, me esforzaba por desempeñarme en mis áreas, hasta que un día mi papá llegó a dejarme un dinero para un faltante. El pseudoguardia lo acusó de ladrón solo por ver que había sacado el dinero de su cartera, y cuando salió de la tienda, se burló de él por el zafarrancho que hizo con la policía. Al día siguiente, fui a renunciar. © Alexis Andablo / Facebook
  • Trabajé con una chica que era mala patrona. Un día, por accidente, se me cayó una porción de carne. Ella se puso a gritar como loca delante de los clientes, mientras me decía que tenía que terminar mi turno. Mi compañera había tenido el mismo accidente días atrás y a ella no le había dicho nada. Salí, me senté y esperé a que terminara de insultar y gritar como loca. Al final, no me pagó, pero cuando llegué a casa, me llamó para pedirme disculpas. No trabaje ahí nunca más y me quedé tranquila. © Silvia Elena Vega Cardona / Facebook
  • Encontré trabajo en un cibercafé los sábados y domingos. Me convenía porque también estudio. Fui a la prueba y me dijeron que era de dos días. Estuve dos días sin paga, y el fin de semana siguiente, cuando fui a trabajar, me dijeron que “no me tocaba”. Me dio mucha rabia porque se suponía que yo iba a trabajar los fines de semana. Al mes, me llamaron para preguntarme si podía presentarme a trabajar y les dije que había encontrado otro trabajo. Nunca más volvieron a llamar. © Perséfone Halliwell / Facebook
  • En cierta ocasión, mis hijos estaban de vacaciones en México con mi madre, exactamente la primera semana de principios de año. Mi madre me llamó para decirme que una de mis niñas se había enfermado y le pedí permiso a mi jefe para ir a verla. Respondió que no porque era la primera semana después de los días festivos y no podía darme el permiso. Tomé mi bolso y caminé hacia la puerta de salida mientras me decía que, si salía, no podría regresar a trabajar ahí. Jamás lo volví a ver. © Martha Castillo / Facebook
  • Trabajé en una lavandería en la que no tenían dónde refrigerar los alimentos. El comedor era un espacio de 2×2 con un montón de cosas y la mesa era un bote al revés. Me enfermé dos veces en los 45 días que trabajé ahí, los clientes algunos groseros, lejos de casa... Renuncié aunque tenía necesidad de trabajar, porque estaba afectando mi salud. A las dos semanas, encontré el empleo donde estoy y ya casi tengo tres años aquí. © Maria GN / Facebook
  • Tenía unos 19 años y trabajaba de mesera en un restaurante. Un día, vino a comer una familia de unas 7 personas con un niño de 2 o 3 años. Mientras servía las bebidas, el niño saltó en la silla y me tiró toda la bandeja de bebidas encima. Los padres enseguida se disculparon y me dijeron que pusiera otra ronda y que cobrará ambas, ya que no había sido culpa mía.
    Mi jefe salió de la cocina maldiciendo lo mala camarera que era y me dijo que no valía ni para robar panderetas (literalmente). La mujer intentó disculparse y explicarle, pero él solo gritaba que no había disculpa, que le podía haber hecho daño al niño y que no podía ser tan torpe...
    No sé qué más dijo, porque me quité el delantal ahí mismo y dejé el trabajo, a él gritando y la mitad de las mesas en medio de la comida. © Merce Riera / Facebook
  • El día que falleció mi papá, fui a hablar con el gerente de recursos humanos para pedir permiso para ir a su funeral. Días después, quise terminar mi jornada de trabajo para no estar pensando en esa situación, ya que yo vivía sola y no había nadie que me acompañara en mi dolor. Su respuesta fue: “Mejor vete a llorar a tu casa”. Como apenas tenía 2 semanas en la empresa, me pidieron renunciar en ese mismo momento. Es una empresa muy buena, pero su personal de recursos humanos apesta. © Lizz Mrey / Facebook
  • Trabajé en una fábrica de ropa en el área de bordado. Después de 1 año de trabajo, le pedí un aumento porque ganaba 20 pesos la hora, y me contestó que si no estaba a gusto con lo que ganaba, la puerta estaba bien grande y podía irme. En ese preciso momento, tomé mis cosas y salí de la fábrica. A las 2 horas, me llamó para pedirme disculpas y que regresara a trabajar porque tenía que entregar la ropa en producción. Jamás regresé. © Aguirre Gerard / Facebook
  • Trabajaba en un lugar y también estudiaba. Varias veces en mi última quincena me pidieron cubrir horas extra, por lo que tenía que pedir permiso en la universidad para así tener un extra y pagar la colegiatura. En total, junté 5 días en horas extra, pero cuando llegó la quincena, no vi esas horas. Cuando pregunté, me dijeron que se descontaron por el uso excesivo del baño, ya que teníamos 15 minutos al día para ir. Después de eso, presenté mi renuncia y conseguí un trabajo mejor. © Pérez George / Facbook
  • Trabajaba en un lugar y, un día, mi hijita de un año enfermó. Estuvo internada en el hospital y yo, para no perder mi trabajo, la cuidaba toda la noche y mi madre me ayudaba por el día mientras yo trabajaba. Un día, me llamaron al trabajo porque el hospital necesitaba que yo, como madre, me presentara para firmar el consentimiento de un procedimiento. Se lo comuniqué a mi jefa de inmediato y la respuesta fue: “Si dejas tu puesto, no vuelvas al trabajo”.
    Ella estaba embarazada, esperando su primer hijo. En ese mismo momento, le respondí: “Me voy, espero mi cheque y deseo que nunca tenga que pasar por una situación como la de mi bebé cuando nazca el suyo”. Me fui. © Sherry S. Venegas / Facebook
  • Cuando tenía 16 años, quise entrar a trabajar en un restaurante como mesera. Fui a pedir informes y la dueña salió a recibirme. Yo llevaba un pantalón formal, blusa y zapatos, y antes de siquiera preguntar o presentarme, ella me miró de arriba abajo y me dijo: “Así no se deberían vestir las señoritas. Si quieres trabajar aquí, tienes que venir de falda y escote”.
    Me quedé pasmada por un momento tratando de encontrar la lógica a su comentario. Me di la vuelta y salí de ese lugar. © Lvlia Saved Filia Hernan / Facebook
  • Tenía 3 meses de embarazo cuando llegó una nueva gerente a la tienda. Supuse que la gerente antigua quizá le habría comentado a la nueva de mi embarazo. La gerente nueva llegó con personal que ella tenía en su anterior sucursal y, como no había cupo, empezó a despedir poco a poco a trabajadores que ya tenían tiempo en la tienda.
    Luego se fue de viaje por una semana y a su regreso me confrontó. Me preguntó por qué no le había dicho que estaba embarazada. Yo le dije que pensaba que la otra gerente ya le había dicho. Luego me miró por unos instantes y meneó la cabeza. Le pregunté si había algún problema. Esbozó una sonrisa a medias y me dijo: “TÚ eras la primera persona que quería despedir en cuanto regresará de mi viaje de negocios y, ahora, con esto (el embarazo), ya no puedo”. © Roxana Juárez Pérez / Facebook

¿Cuál es la experiencia más desagradable y molesta que has tenido en un puesto de trabajo? ¿De qué manera renunciaste a ese trabajo que ya no podías soportar?

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