Docente envió a sus alumnos a hacer una tarea que terminó demostrándoles lo importantes que son los abuelos

Historias
hace 4 años

No todos se sienten cómodos al pensar en la tercera edad. Para muchos, aspectos tales como cumplir años, la aparición de la primera cana o el descubrimiento de una nueva arruga pueden sacar a la superficie miedos profundos y la inseguridad de que envejecer es perder oportunidades. Eso nos puede hacer olvidar la belleza que almacena la vejez, las experiencias vividas y la expectativa de todo lo que vendrá. Tales cosas puedan aprenderse en la niñez, en la figura de nuestros abuelos, personas importantes que, a veces, no son valoradas como se debe.

Ese fue uno de los impulsos que llevaron a Nicolás Tevez a involucrar a sus alumnos de primaria en un proyecto escolar especial que buscaba revalorizar a los abuelos. Genial.guru quiere contarte cómo esa “simple” tarea les dejó muchas enseñanzas sobre la importancia de la familia y la tercera edad a los pequeños estudiantes.

Proyecto “Nibuelos”

“Todos mis alumnos tienen abuelos que son muy mayores, así que decidí indagar cómo se relacionaban con ellos a través de preguntas como: ¿los ven mucho o poco? ¿Son personas que los cuidan solo cuando sus papás tienen que salir a hacer algo? ¿O tienen un vínculo con ellos?”, contó Nicolás cuando explicó el punto de partida que dio pie a pensar en el proyecto escolar “Nibuelos, recuperando los días”, un trabajo de investigación científica que pretendía rescatar el vínculo de sus alumnos de 6 años con sus familiares mayores, para que los pequeños aprendieran a valorar todas las cosas bellas que hacen los adultos en la tercera edad.

En el marco del proyecto realizaron distintas tareas, miraron películas infantiles que planteaban el rol de los abuelos en otras culturas y analizaron cuentos para descubrir el valor que se le daba a la vejez en diversas historias. Una de las actividades consistió, por ejemplo, en llevar fotos al aula: “Fotografías de cuando eran bebés y otras actuales, para que comprendieran que el paso del tiempo es sinónimo de vida. Aprendieron que, con la edad, además de los cambios físicos, también se experimentan algunos intelectuales”, contó Nicolás.

El amor a la vejez puede sembrarse en la infancia

Nicolás profundizó junto con los niños en el cuento de Blancanieves, el cual tiene como villana a una reina dispuesta a hacer lo que sea para volver a ser joven. “Que una persona sea mayor no quiere decir que no tenga ganas de hacer cosas y de aprender. Hay una mirada repleta de prejuicios hacia la vejez. Se considera que los ancianos ya trabajaron y vivieron su vida, y, por lo tanto, ahora les queda la pasividad y la soledad”, explicó el profesor. Para demostrar que los abuelos no son figuras “pasivas” que cuidan de los niños cuando los padres no pueden hacerlo, la escuela invitó a realizar actividades que estimulaban la actividad y aprendizaje en adultos mayores.

Durante esos días, al aula asistieron grupos de baile organizados por jubilados para que los niños conocieran su arte y respondieran preguntas. También entrevistaron a adultos mayores de un asilo de día; los niños incluso le escribieron cartas a uno de ellos que había terminado la escuela primaria en la tercera edad para hacerle llegar un reconocimiento acompañado de su cariño. Aquel pequeño gesto demostró que los alumnos habían aprendido el mérito y esfuerzo de los adultos por seguir superándose y para aprender cosas nuevas.

Los niños necesitan mirar menos la pantalla y ser escuchados

“En los tiempos que vivimos, de inmediatez y ansiedad, muchas veces dejamos de lado a las personas que valoran otras cosas, como charlar y compartir. En eso me parece fundamental el aporte que hacen los niños. (...) Los pequeños son como esponjas: absorben todo y tienen muchísimas ganas de aprender. Es importante que los escuchen, y, muchas veces, ellos encuentran en los abuelos a las personas ideales para escucharlos. Se pueden hallar nuevas maneras de relacionarse”. Explicó también que, a medida que los niños comenzaron a involucrarse en el proyecto, se dieron cuenta de que, pese a pasar tiempo con sus abuelos, no disfrutaban los momentos compartidos.

“También nos dimos cuenta de que, en muchas ocasiones, los papás llevaban a los niños a las casas de los abuelos, pero estos no interactuaban. Empezamos a ver que podían jugar a las cartas con ellos, por ejemplo, ya que tienen seis años y están aprendiendo los números. Eso los motivó”. Debido a eso, los niños comenzaron a encontrar nuevas maneras de relacionarse con sus abuelos, pidiéndoles que les leyeran e incluso llamándolos por teléfono cuando no podían visitarlos.

Gran aceptación adentro y afuera del salón

Cuando el proyecto terminó, los niños no solamente habían aprendido a ver la belleza de la tercera edad, sino también a compartir el tiempo con sus abuelos y a desear fortalecer sus vínculos, por lo que hasta los padres quedaron muy agradecidos con los resultados. Pero lo que sorprendió tanto al docente como a la escuela fue que el interés fue creciendo hasta llegar a personas ajenas a la institución. “El proyecto continúa sorprendiéndome por la repercusión y relevancia social que significó que 30 niños de seis años se preguntaran qué función tienen los abuelos en sus vidas”, contó Nicolás.

¿Qué recuerdos de la infancia tienes de tus abuelos? ¿Te gustaría que se implementaran proyectos como este en más escuelas? Cuéntanos en la sección de comentarios.

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