Por qué mucha gente es indiferente y eso es normal

Psicología
hace 3 años

Uno puede creerle a Darwin y considerar a los simios nuestros ancestros lejanos, mientras que otros pueden ver esa teoría con bastante escepticismo. Sin embargo, entre los humanos y esos animales existe algo en común. Por ejemplo, la forma de tratarnos los unos a los otros. ¿No nos crees? Entonces, te proponemos familiarizarte con el número de Dunbar y descubrir por qué tu amor puede no alcanzar para todos.

Genial.guru decidió averiguar si existe un límite en nuestro corazón y si podemos tratar a todas las personas por igual.

Un corazón limitado, o el número de Dunbar

Un psicólogo que estudia la evolución humana y es especialista en el comportamiento de los primates, Robin Dunbar, determinó el número máximo de individuos que pueden ser importantes para uno, tanto para los simios como para los humanos. Los animales fueron menos afortunados que los hombres: su límite es de solo 50 individuos, mientras que el corazón humano alberga espacio para 150 personas.

Una cita de la novela de Erich Maria Remarque, "El obelisco negro", aporta una definición correcta en relación al número de Dunbar: "La muerte de una persona es una tragedia, el fallecimiento de dos millones es pura estadística". No hay duda de que otros sujetos son iguales a nosotros: respiran, comen, duermen, y experimentan distintas emociones. Sin embargo, nuestra conciencia nos impide quitarle la máscara social a una persona e imaginarla fuera del grupo, dentro del cual, estamos acostumbrados a verla. Por ejemplo, recuerda la sensación que tuviste cuando encontraste, por primera vez, a tu médico o al profesor de tu hijo fuera de su consulta o la escuela. Por alguna razón, es difícil imaginar que las personas a las que estás acostumbrado a ver ocupando un determinado papel, pueden salirse de este yendo de vacaciones, reuniéndose con los amigos o, simplemente, haciendo las compras. Nos parece que siempre permanecen allí donde las dejamos: en la consulta o en las clases, como si no fueran sujetos vivos, sino modelos tridimensionales.

El principal culpable de los problemas en la sociedad

Atendiendo al número de Dunbar, la ignorancia, la crueldad y la indiferencia en nuestra sociedad son bastante naturales y, precisamente en esto, se esconden absolutamente todos los problemas a los que nos enfrentamos. La cuestión radica en el hecho de que, cuando te sientes rodeado de una multitud que no forma parte de tu número de Dunbar, entonces, te puedes permitir hacer con facilidad aquello que no te atreverías estando a solas contigo mismo. Justo por este motivo, las personas son capaces de abuchear a un artista; decir palabras malsonantes a un deportista o a un árbitro mientras se disputa una competencia; o destrozar el auto de otro sujeto, si los que están a su lado, lo hacen. Dentro de la multitud, uno pierde el sentido de sí mismo como individuo y actúa como parte de un solo ente, fruto de la suma de cientos de otras humanos.

¿Por qué no es posible tratar a todos por igual?

Estamos convencidos de que no tienes el hábito de ser grosero con extraños o pelearte con los transeúntes. Pero sucede a veces que, incluso la persona más positiva, acaba viéndose inmersa en actos extraños e inesperados. El límite entre las buenas y malas acciones se borra si se ven afectados los intereses de una persona que está en tu número de Dunbar. Por ejemplo, no robarás a un amigo, pero con facilidad guardarás silencio si el mesero olvida incluir uno de los platillos en la cuenta o si en una tienda, el dependiente no registra una de tus compras. En ese instante, no pensarás que el mesero puede ser sancionado, que apenas llega a fin de mes y que está ahorrando para estudiar; o que el cajero puede ser despedido por tal falta, y que le espera al llegar a casa una madre anciana que necesita medicinas.

La realidad es que el mesero y el cajero, en tu mente, representan a empresas sin corazón. Tú no ves en ellos a una persona, por lo que crees que, si has obtenido algo gratis, no se empobrecerán por ello. Las empresas realmente no se empobrecerán, pero una persona concreta sí puede sufrir, y junto a él, su familia.

¿Esto significa que, a mí, alguien no me percibe como una persona?

Por supuesto, y puedes descubrirlo muy fácilmente. Por ejemplo, si te han robado la cartera, si han estropeado los botones del elevador, o ​​tal vez, si te despidieron de tu empleo. A un nivel más global, puede verse un poco diferente, pero aun así es reconocible: las subidas de impuestos, los fraudes por correo electrónico o vía SMS, los ataques terroristas... En estas situaciones, para alguien, tú no eres una persona, sino una parte de la multitud, o bien, una fuente de ingresos sin rostro.

Vamos a imaginar que trabajas en una pequeña estación de servicio donde las personas no solo pueden llenar el tanque de su auto, sino también tomarse un refrigerio. Tus responsabilidades incluyen el servicio a los clientes que pasan sin parar durante tu turno diario. Así, al llegar una mañana al trabajo, te enteras de que el gobierno ha decidido subir los impuestos y los precios de la gasolina se disparan significativamente; el jefe ha dicho que nadie se irá de vacaciones en un futuro próximo y además tendrás que hacer turnos adicionales. ¿Qué emociones experimentas?

Te calmas y vuelves a tus obligaciones diarias. Un cliente, pagando la gasolina, pide una lata de refresco y un perrito caliente. En el proceso de preparación, un panecillo cae al suelo, pero el sujeto no se da cuenta. Tú lo recoges, entregas el pedido al cliente y sacas el recibo.

Justo tras ocurrir un hecho así, es posible entender a cualquier político y a un hombre de negocios. Tratan a los extraños de la misma manera en que lo haces tú. Así funcionan nuestros "cerebros de primates", sin importar si ganas millones o solo un par de dólares.

¿Qué opinas? ¿Es posible superar este número de Dunbar, o estamos programados para ser indiferentes?

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