Qué cualidades buenas perdemos con la edad y por qué nos volvemos “como todos los demás”

Psicología
hace 3 años

En la infancia, muchos de nosotros mirábamos a los adultos y prometíamos no ser como ellos: aburridos, llenos de prohibiciones y reglas. Pero no nos dimos cuenta cuando, con la edad, perdimos las cualidades que alguna vez fueron naturales para nosotros. Este artículo te contará cómo el carácter cambia con la edad y por qué, a pesar de todos los esfuerzos, nos convertimos en las personas que nunca quisimos ser.

Genial.guru sabe que todas las personas son diferentes y siempre hay excepciones que, en este caso, deben buscarse. Pero la mayoría de la gente no puede sortear las peculiaridades de la madurez, así que decidimos averiguar qué es lo que estamos perdiendo a lo largo de los años y por qué es tan difícil cumplir la promesa que nos hicimos en la infancia: nunca convertirnos en un adulto aburrido.

1. Encuentros con los amigos

En la infancia: postergábamos todos los quehaceres si veíamos a amigos por la ventana, y salíamos corriendo a jugar. Todos recordamos la alegría que nos daba quedarnos a dormir en la casa de los amigos: no había pausas incómodas, no nos hacíamos preguntas convencionales, siempre teníamos algo qué contar, escuchábamos con interés las historias de otras personas, incluso si eran poco verosímiles. Siempre encontrábamos tiempo para nuestros amigos y nos interesábamos ​​en ellos sinceramente.

Ahora: ¿Quién hubiera pensado lo difícil que sería organizar un encuentro incluso con las personas más cercanas? En algún momento, las 24 horas del día dejaron de alcanzar, y hubo que sacrificar muchas cosas: muchos pasatiempos fueron postergados para más adelante, las salidas con los amigos se convirtieron en conversaciones por las redes sociales, y resultó que se podía vivir sin los descubrimientos y las aventuras diarias.

Qué hacer: Los estudios han demostrado que los amigos son necesarios para una vida sana y feliz, y que en la vejez desempeñan para nuestro bienestar un papel incluso más importante que el de la familia. Por eso, en son de tu propio futuro feliz, busca el tiempo y la energía para reunirte con las personas de las que en otros tiempos no podías separarte, así sea en el bar más cercano de tu casa. Lo importante es hacerlo regularmente.

2. Sentido del humor

En la infancia: inventábamos y nos reímos hasta que nos dolía la panza de nuestros propios chistes, sonreíamos sin motivo y éramos felices solo con la anticipación de algo bueno.

Ahora: cuenta a cuántos transeúntes felices ves de camino al trabajo. Por algo mamá solía decirnos en la infancia cuando hacíamos muecas: “No hagas eso, o te quedarás así”. Y muchos adultos realmente se han quedado así, con los rostros tristes, infelices y enojados. Con la edad, las emociones que experimentamos con mayor frecuencia quedan impresas en nuestra cara, y la contemplación diaria de alguien sombrío en el espejo no inspira a ser creativos y cometer hazañas, hundiéndonos cada vez más en la rutina.

Qué hacer: por muy banal que parezca, la risa prolonga la vida y no permite que nos convirtamos en seres desarmados. No podrás negar que los ancianos piadosos aburren rápido, mientras que las personas con un brillo en los ojos pueden encantar a cualquiera. Y no lo olvides: todas las tonterías del mundo se hicieron con una expresión seria en el rostro.

3. Los placeres

En la infancia: necesitábamos muy poco para ser felices: andar en bicicleta, comprar un helado, acariciar un perro. Y no entendíamos por qué nuestros padres se agarraban la cabeza al ver cosas nuevas que después de nuestros paseos eran iguales al resto de nuestra ropa: desgastadas y sucias.

Ahora: para un adulto es difícil encontrar una fuente de placer: todo es o demasiado caro o perjudicial para la salud. La interminable carrera en búsqueda de placer no trae felicidad. Poco a poco perdemos el gusto por la vida, y ni siquiera un alojamiento en un hotel de cinco estrellas cumple con nuestras expectativas. Y algunas personas ni siquiera quieren gastar dinero en sus propios caprichos, porque nunca se sabe lo que sucederá mañana.

Qué hacer: un día negro puede no llegar nunca, pero la vida pasará y terminará seguro. Esto no significa que no haya que ahorrar y vivir al día, todos tenemos responsabilidades y no podemos dejar de pagar las facturas solo porque a partir de hoy decidimos ser egoístas. Pero cada tanto hay que gastar dinero, tiempo y esfuerzo en los placeres propios.

4. La creatividad

En la infancia: los niños no pueden resistirse a dibujar algún garabato, y si no hubiera un bloc de notas cerca, el papel tapiz o una mesa servirán de hoja perfectamente. ¿Y quién no llevaba un diario donde anotaba las cosas más íntimas?

Ahora: ¿Hace cuánto tiempo que hiciste algo con tus propias manos: moldear, dibujar o armar un Lego? Si no tienes niños pequeños, entonces seguro que a muchos les parecerá una pérdida de tiempo.

Qué hacer: hoy en día cualquiera puede encontrar un pasatiempo de su agrado: despertar a su artista, fotógrafo o diseñador de moda interior. Lo importante es hacer lo que te gusta, y entonces entenderás lo importante que es encontrar en la vida una manera de expresarse y transmitir al mundo tus propios sentimientos. Y asegúrate de llevar un diario: los científicos han demostrado que este hábito mejora el estado mental. No es necesario escribir textos largos en él: puedes esbozar los sucesos más memorables del día, pegar tickets de algunos eventos o iniciar uno electrónico, que también abre espacios para la creatividad.

5. Sed de cambios

En la infancia: cambiar de lugar los muebles del dormitorio, convertir los jeans viejos en shorts, tomar un camino nuevo al regresar a casa, no es de extrañar que los niños esperen con ansias el inicio de un nuevo día, ¡si tienen tantos planes para la vida! Y una de su cualidades más geniales es la capacidad de soñar. Todos los niños saben que, si realmente lo desean, pueden convertirse en un astronauta o un superhéroe.

Ahora: con el paso de los años, todo comienza a dar más miedo: los aviones se caen, los barcos se hunden, roban dinero de las tarjetas de crédito y la opinión pública es más terrible que cualquier catástrofe. En el mundo adulto no hay nada más agradable que la sensación de estabilidad. En algún momento, todo lo nuevo comienza a asustar y dan ganas dejar este mundo tal y como está. ¿Probablemente, porque antes era mejor?

Qué hacer: cuando decimos que es demasiado tarde para algo, nos estamos privando de nuevas oportunidades y nos rendimos sin siquiera intentarlo. No te burles de ti mismo: la historia conoce muchos ejemplos de cuando la gente se estuvo buscando durante muchos años y eso valió la pena.

6. Nuevos encuentros

En la infancia: todos sabíamos que no podíamos hablar con los extraños, pero ¿de dónde podíamos sacar uno si no podíamos resistirnos y no conocer al menos a los habitantes de nuestro barrio? Conocíamos a los vecinos, a los vendedores de la tienda más cercana, al conserje, a los dueños de todos los perros y los apodos de sus mascotas.

Ahora: por supuesto que ahora no comenzarás una conversación con una persona en el transporte público solo porque te pareció interesante, y menos aún le contarás algo sobre ti a un extraño. Cuanto mayores nos volvemos, tanto más nos cerramos al mundo exterior. Nos acostumbramos a confiar solo en nosotros mismos y dejamos de hacer preguntas para no mostrar nuestra vulnerabilidad.

Qué hacer: comprender que las personas y su buena actitud hacia ti son el recurso más valioso. Tal vez conozcas a una persona que cambiará tu vida, o con tu llegada cambiará el mundo de un extraño.

Entonces, ¿por qué nos convertimos en adultos estereotipados?

Los científicos les pidieron a personas de 26 países que expresaran su opinión sobre los adolescentes, los adultos y los ancianos. Resultó que, a pesar de las diferencias culturales, los estereotipos son los mimos:

  • Los adolescentes parecen emocionalmente inestables, impulsivos, ansiosos e indisciplinados. Son más abiertos que otros a lo nuevo y más propensos al instinto gregario, no están inclinados al altruismo.
  • Los adultos son los menos vulnerables, conscientes, competentes, desconfiados y disciplinados, aprecian la estética y luchan por los logros personales.
  • Las personas mayores son benevolentes, altruistas, amables, pero al mismo tiempo los asusta todo lo nuevo y entre este grupo hay más introvertidos. Son más propensos que otros a la depresión, dicen lo que piensan, aprecian el orden y tienen gran sentido del deber.

Esta clase de estereotipos influyen en nuestra personalidad, y nos convertimos en aquello que se espera de nosotros. Sí, los rasgos del carácter tienen la propiedad de cambiar, y a la edad de 63 años te convertirás en una persona completamente diferente:

  • Aproximadamente a los 20 años de edad aumenta la capacidad de ponerse de acuerdo y la buena voluntad. Es decir que incluso el adolescente más intolerable puede convertirse en un interlocutor agradable.
  • Hasta los 30 años, las personas son las más abiertas a la comunicación, luego este deseo disminuye, y con el paso de los años, muchos prefieren la soledad.
  • La conciencia crece hasta aproximadamente la edad de jubilación, y después de los 50-60 años, comienza a disminuir. Es un buen momento para relajarse y vivir la jubilación al máximo. Pero incluso a esta edad, las personas siguen siendo más responsables que los adolescentes. La mayor conciencia la tienen las personas de los 20 años de edad.
  • El conservadurismo llega con la edad, pero los adolescentes y los jóvenes de 20 años están abiertos a todo lo nuevo. A partir de la edad de los 30, el deseo de la novedad comienza a disminuir gradualmente.

Un rol importante en los cambios de carácter no solo lo juegan los estereotipos, sino también el simple deseo de ser “normal”. Con la edad, uno tiene menos deseos de rebelarse, y detrás de las palabras “ser como todos” se oculta el sentido del bienestar, no del desprecio. Afortunadamente, vivimos en un mundo tan grande que podemos encontrar nuestra “normalidad” sin perder el gusto por la vida. Lo importante es no irse a los extremos y escucharse a sí mismo, y no las opiniones de los demás.

Y tú, ¿has logrado conservar algo del niño que solías ser?

Imagen de portada The Simpsons/Fox

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