19 Historias en las que el transporte público generó más adrenalina que chancla voladora

Historias
hace 1 año

Viajar en transporte público tiene, como todo, sus pros y sus contras. Por un lado, puedes delegar la conducción en otra persona, conocer nuevas personas, escuchar o ver historias increíbles o incluso presenciar en vivo y en directo situaciones dignas de la mejor de las películas; y por otro, nadie te salva de que alguien vomite a tu lado, de pasarte tu parada o de tener algún que otro encontronazo con otro pasajero. Sea como sea, una cosa es clara, y es que aburrirse no es una posibilidad y sino, que se lo pregunten a los protagonistas de las siguientes aventuras.

  • En prepatoria tenía un perrito que me seguía a todos lados. Cuando iba camino a la escuela me seguía a la parada del bus y yo lo regresaba, pero un día me siguió y no me di cuenta. Me subí al bus, arrancó y avanzó unas cuadras, pero de repente el chofer se paró y preguntó de quién era el perrito que venía corriendo atrás (era el mío). Le respondí que era mío y el chofer dijo que no avanzaría hasta que me llevara al perro (obviamente yo no pensaba dejarlo ahí) pero me pareció muy linda la empatía del señor hacia mi perrito. © Jezz Orme / Facebook
  • Subiendo al bus me caí de rodillas frente al chófer. Solo le dije “no a cualquiera lo saludan con una reverencia” y todo el mundo soltó la risa. En otra ocasión, me dormí en el bus y me desperté en el plantel. Eran las diez de la noche y el chófer no me había visto, casi lo mato de un infarto. © Marielos Quiros / Facebook
  • Hoy en día me causa risa, pero en su momento fue muy desagradable. Cuando era estudiante nos llevaron a unos intercolegiados y para ello teníamos que tomar un bus. El bus iba tan lleno que nos tocó de pie, pero pasado un rato alguien se bajó y yo me senté. Vi subirse a un señor con una niña y se pararon a mi lado. Cuando menos lo esperaba la niña vómito y me lavo desde la cabeza. Me tocó quedarme con ese olor todo el día. © Dora Clemencia Aguirre Leguizamon / Facebook
  • Una noche en el autobús, dos mujeres en el asiento frente a mí, empezaron a contar la vida y milagros de alguien: novios, vida íntima, hijos y todo con muchos detalles. Al final resultó que era de mí de quién hablaban. ¡Toda una vida que yo no sabía que tenía! Lo mejor fue cuando me levanté para bajarme y me vieron ¡qué caras! © Claudia Rodriguez Martinez / Facebook
  • Iba viajando en el metro de la Ciudad de México y estaba sentada leyendo un libro. Se abrieron las puertas y de repente, una señora indigente que estaba trastornada, me empieza a golpear en la cabeza diciendo que yo le había quitado a su marido. Ninguna persona me defendió tal vez porque creían que era cierto lo que decía. Lo que hice fue agacharme y me salí lo más rápido que pude al andén, ya que el tren aún no arrancaba. Fue un gran susto para mí porque todo ocurrió muy rápido sin darme tiempo a reaccionar. © Lau Gtez / Facebook
  • Una vez me dormí en el bus que cubría la ruta de Caracas al Junquito. Era la última ronda, el chófer no me vio y guardo el bus en el patio. Cuando desperté a la 1 de la mañana había tres perros dóberman en el patio, así que tuve que esperar hasta las cuatro y media de la mañana que llegaba el chófer. Se moría de la risa y yo me tuve que ir al trabajo sin pasar por mi casa. © Manuel Rodriguez Sanchez / Facebook
  • Iba a mi trabajo en camión urbano cada mañana temprano. Ese día estaba sentada y a mi lado iba un señor con su lonche. Comencé a sentir que algo me caía en la cabeza, pero no puse atención. Cuando llegué a la oficina y me vi en el espejo, me di cuenta de que me había caído aceite del lonche del señor.
    El chofer de mi jefe me llevó a mi casa y me tuve que bañar. Todo el día me dolió la cabeza por el olor a aceite que no se me quitó ni porque me bañé. © Lety Flores de Tapia / Facebook
  • En una ocasión subí al camión para ir a casa y vi una hermosa chica de labios rojos que iba en el asiento de atrás. Yo volteaba a cada momento a mirarla hasta que me invitó a sentarme a su lado. Ahí comenzó mi historia con ella. Cumplimos 34 años de casados hace poco. Amo a mi querida esposa. © Manuel Esteban Morales / Facebook
  • Una vez una señora se subió al camión con 5 niños pequeños. Yo estaba sentado hasta atrás y uno de los niños se sentó conmigo. El trayecto era largo, más de media hora, y el niño se quedó dormido. No me di cuenta cuando la señora se bajó del camión con solo 4 niños, dejando al niño dormido a mi lado. Cuando se despertó, al no ver a su mamá, empezó a llorar. Informé al chofer y este paró una patrulla de policía.
    El policía no dejo que nadie se bajara del camión hasta que llegó otra patrulla con la señora histérica y los cuatro chiquillos llorando a recoger al otro niño. © Jose C. Neri Segura / Facebook
  • Viajaba de mi trabajo al banco en un autobús repleto de gente. Iba parada y me sostenía del pasamanos del techo. Al lado mío había un señor, que entorpecía el paso para bajar. Llegada la parada donde yo debía bajar, le pedí permiso y se hizo el sordo. Al bajar mi brazo para agarrarme del pasamanos del asiento, enganché con mi reloj su peluquín... Al desengancharlo, en lugar de dárselo en la mano, intenté nerviosamente colocarlo nuevamente en su lugar, pidiéndole disculpas y culpándolo por no permitir el paso. Todos los pasajeros del bus se reían a carcajadas y aplaudían... Creo que nunca bajé más rápido y avergonzada que ese día.© Mariel Emilce Lange / Facebook
  • Metí mi dedo en un tubo del asiento de esos micros viejos y se me atoró... Todos me decían que me recorriera y yo trataba de disimular mi dedo atorado. Me pasé un buen de calles de mi bajada, el micro ya casi llegaba a su base... © Karla Itzel / Facebook
  • Un loco me arrebató un trabajo que tenía que entregar en la universidad y lo tiró por la ventana. Eran como 100 hojas que salieron volando por todos lados. © Aida Luz Rueda Sanchez / Facebook
  • Una vez, al bajar del vagón del metro, una chica me tomó fuerte de la mano y me llevó de prisa hacia la salida. Cuando llegamos a la salida volteó y me soltó. Atrás venía una señora corriendo. Era su mamá y le dijo “mira nomás, ya me quieres cambiar”. © Instalaciones Electricas, Plomería Y Gas / Facebook
  • Iba sentada del lado de la ventana comiendo un tamarindo de papel celofán y junto a mí venía un señor. Vino una ráfaga de aire muy fuerte y el papel de mi tamarindo voló hacia la cara del señor y se le quedó pegado el papel del tamarindo en la cara. Me dio mucha pena porque la gente se empezó a reír y yo solo quería quitarle el papel al señor que estaba muy enojado. ¡Qué oso! © Jacqueline Muñoz Aguilar / Facebook
  • Me subí al tranvía y solo había un asiento libre, pero con un bolso encima. Le dije a la pasajera que estaba sentada junto al bolso, si lo podía quitar y me respondió “NO”. Agarré el bolso, me lo puse encima y me senté. La pasajera se bajó en la siguiente parada y me quedé ahí sentada con un bolso extraño en mis rodillas. © Pamina Lp / Facebook

Como hemos visto en las historias anteriores, podría escribirse todo un libro con las situaciones que nos encontramos y vivimos en el transporte público, pero ¡hay más!. Y es que hay personas que mejor deberían en ir en bici o, mejor aún, quedarse en sus casas

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