Me encargaron cuidar a mi sobrina, pero yo preferí irme con mis amigos

La vida no siempre es fácil, y a veces tenemos que tomar decisiones difíciles que pueden afectar a las personas que más queremos. Ese es el caso del protagonista de esta historia, una madre que ha sufrido mucho por culpa de una de sus hijas. Ahora que está a punto de casarse con el amor de su vida, tiene que enfrentarse a un dilema: ¿debe invitarla a su boda o no? ¿Podrá perdonarla y confiar en ella después de todo lo que le ha hecho? Esta es una historia que nos ayuda a replantearnos las prioridades en la familia, cuando uno de sus miembros nos ha lastimado.
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Es duro ver que tu hijo no cumple tus expectativas. Más aún si no te llevas bien con él. A veces, te sientes fracasado. Como padres, creemos que somos responsables de lo que les pasa a nuestros hijos. También tenemos la presión de otros que nos hacen sentir culpables. Pero seguramente hiciste lo mejor que pudiste en cada etapa de su vida. Unas cosas funcionaron mejor y otras peores, pero hiciste lo que supiste. ¿Cómo se puede manejar la decepción?
Enfrentar la situación: La decepción nos llena de emociones negativas. Es clave enfrentar estos sentimientos de forma adecuada para que no afecten a nuestros pensamientos. Si tu hijo te decepciona, no te descontroles ni reacciones al instante. Mejor, date un espacio y un tiempo para entender por qué tu hijo se comportó mal. Empatiza con él. Además, recuerda que lo que haya hecho tu hijo no te define ni te hace un mal padre.
Buscar el cambio: Piense que tu meta es arreglar y recuperar la relación, y no juzgar quién tenía razón o no. Si quieres que la relación mejore, entonces sé el primero en esforzarse por la reconexión.
Tomarse el tiempo necesario: No hay una solución fácil para arreglar una relación padre-hijo, o para crear confianza, y esta reparación suele tardar más de lo que un padre quisiera. Por eso, es importante respetar los tiempos y no intentar apresurarlos.
Analizar tus propios sentimientos: Es crucial que veas tus propios sentimientos de forma más objetiva. ¿Te frustra que tu hijo esté en una situación que le puede hacer daño, o que sus decisiones no coincidan con tus planes para su vida? Culturalmente, solemos valorar más el estatus social que la felicidad y la realización personal. Si te sientes así, podría ser bueno tomar distancia y preguntarte qué es mejor: ¿tener un hijo que triunfe por fuera o uno que sea feliz por dentro?