20+ Anécdotas veterinarias tan divertidas que casi hacen olvidar la factura

Historias
hace 1 hora

Ir al veterinario suele estar lleno de nervios, pero a veces las mascotas y sus dueños convierten la sala de consulta en escenario de comedia. Entre olvidos, ocurrencias y celos inesperados, estas historias demuestran que reír también es parte del cuidado animal.

  • Mi gata tuvo una cirugía. Naturalmente, le pusieron anestesia y todo eso. Le daba de comer con cuchara, incluso le hacía masajes en la espalda con suavidad. Pero seguía tambaleándose y se caía de lado. Llamé al veterinario para preguntarle por qué tardaba tanto en recuperarse. Me dio un consejo brillante: ponle su golosina favorita y obsérvala discretamente. La gatita se aseguró de que yo no la viera, y corrió a comer. Nunca había visto una cara tan despectiva. © Overheard / Ideer
  • Yoka, el perro de mi hija le tiene pánico a los veterinarios. Me alegra que sea suyo y no mío, y que sea ella, y no yo, quien pase vergüenza cada vez que va a la clínica. Un día, juntamos a todos los animales de la casa y fuimos a vacunarlos. Diez minutos de vergüenza, y mi hija sale con el perro ya vacunado, mientras mi esposo y yo llevamos al resto.
    Al salir, vemos a nuestra hija en el vestíbulo, sentada y riéndose. Resulta que Yoka salió corriendo de la clínica, jadeando del susto, y se dio cuenta de que nosotros y los gatos nos habíamos quedado con esos terribles doctores. ¡No-no-no, la familia no se abandona! Y el perro la jaló decididamente de vuelta a la clínica. © Elena Marchuk / ADME
  • A nuestro husky le dolía una pata. El pobre apenas caminaba con tres patas. No podía entender qué le pasaba, así que lo llevé corriendo al veterinario. Una larga fila, esperamos, y por fin entramos al consultorio. Apenas entra el perrito, y yo explico que lleva así tres días. El veterinario y yo lo subimos a la mesa para revisarlo. En ese momento se abre la puerta, mi husky salta al suelo y sale corriendo por el pasillo usando las cuatro patas. Fue un tratamiento rapidísimo. © Overheard / Ideer
  • Trabajo como veterinario. El otro día vino una pareja joven a consulta. La chica se sentó en la sala de espera, el chico se acercó al mostrador y me saludó. Le pregunté: “¿Con quién vienes?” Sin dudarlo, respondió: “¡Con mi esposa!” Me reí, y él me miró confundido. Entonces le pregunté: “¿Y a quién vamos a tratar?” Finalmente lo entendió y sonrió: “Al gato.” © Work Stories / VK
  • Tenemos un Scottish Fold muy sociable y cariñoso en nuestra clínica veterinaria. Sus patas traseras no le funcionan, así que el doctor decidió dejarlo en la clínica en lugar de sacrificarlo. Corre como un velocista usando solo sus patas delanteras. Dicen que le gustan más los perros que los gatos. Una vez salí de la sala de procedimientos y lo encontré dentro de mi transportadora, junto con un cachorro. © AnyankaYa / Pikabu
  • Mi gato es muy amable, cariñoso y perezoso. Con la edad, empezó a perder dientes. Un colmillo no se le caía y no le dejaba comer en paz. Bueno, en la clínica veterinaria, este peludo perezoso, destrozó unos guantes gruesos de examen, la transportadora y hasta una camisa de sujeción. Y como no se le podía aplicar anestesia por su edad, el doctor, pobre hombre, le sacó el diente como un verdadero héroe. De regreso a casa, volvió a ser el gato tranquilo y cariñoso de siempre. © Daria Kudryashova / ADME
  • Un amigo veterinario contó esta historia. Un hombre llegó con su gata y dijo que había subido demasiado de peso. El veterinario examinó a la gata y le dijo que estaba embarazada. El dueño, indignado, respondió que la gata no salía de casa y que no iba a ningún lado. Pasó el tiempo y el hombre regresó, esta vez con disculpas. El desenlace: cuando no había nadie en casa, un gato pelirrojo entraba regularmente por la ventana, y robaba comida. También tenía un romance con la gata. © Overheard / Ideer

“¡Los perros grandes también pueden tener miedo en el veterinario!”

  • Nuestro pomerania empezó a tener problemas con el pelo. Lo llevamos al veterinario. Dijeron que era por su dieta, que lo estábamos alimentando mal. ¡Este perro tiene una dieta mejor que la de muchas personas! Preparamos un menú junto con el veterinario. Al final, descubrimos que era la abuela quien alimentaba al perro a escondidas. Porque “se veía triste”. © My Story / VK
  • Una amiga mía contó esta historia. Estaba estudiando para ser veterinaria y terminó trabajando en una granja de avestruces. Había que alimentar a las aves, pero había un detalle: si alguien era más bajo que un avestruz, el orgulloso pájaro comenzaba de inmediato a molestar a su “compañero”. Los trabajadores idearon una solución. Antes de cada comida, se colocaban un trapeador con un trapo blanco atado en la parte trasera del cuello de la bata. Esta estructura era más alta que un avestruz, y así, quien alimentaba se convertía al instante en el líder de la bandada. © Working Case / VK
  • Mi perra está muy enferma. Todos los días la llevamos para que le pongan el suero. Y entonces entra una chica con aires de “princesita” a la sala de procedimientos. Buscaba a un veterinario para que vacunara a su gato. El veterinario la tomó de la mano, la llevó a otra sala, susurrándole algo al oído, mientras ella hablaba dulcemente del pobre gato. Un par de minutos después, se escuchan gritos y alboroto desde esa sala. Y la enfermera trae a la chica toda arañada a la sala de procedimientos. Mientras le curaban los arañazos, no paraba de soltar maldiciones y preguntarle al veterinario si esterilizar al “demonio” lo calmaría. Resultó ser una chica bastante normal. © Elena Marchuk / ADME

“Mi gato no quiere salir del transportín en la clínica”

  • A nuestro cachorro tuvieron que separarlo de la cara del veterinario durante la revisión, no paraba de darle besos. Cada vez que entraba a la clínica, movía la cola con emoción y repartía besos, aunque sabía que allí le hacían cosas desagradables. Sigue siendo un perrito muy tierno. Aunque ahora es más sabio. Tengo que cargarlo o incluso arrastrarlo para que entre al consultorio. © I_write to you / ADME
  • Mi gato adora a nuestros veterinarios, y ellos también lo adoran. Un día lo dejamos en la clínica para hacerle una radiografía. Luego me enteré de que intentó apoderarse del área de las jaulas de perros grandes, pero lo echaron cuando entró un perro enorme, ¡seguía sin entender que no podía entrar ahí! También atacó el estuche de lápices de la recepcionista y les gritaba a las personas hasta que lo acariciaban. Ignorarlo no era una opción. © Sirenskye / Reddit
  • Nuestro labrador mayor tuvo un sangrado nasal después de un paseo nocturno. Mi esposo, mi hijo y yo nos asustamos, y lo llevamos a una clínica veterinaria de 24 horas. El doctor trataba de calmarnos mientras le ponía una inyección al perro y le lavaba la nariz con una solución. En el consultorio de al lado se escuchaban ruidos y herramientas cayendo. De repente, sale volando un gato blanco, deslizándose por el suelo. Detrás de él corre un veterinario con una jeringa, gritando: “¡Yogurt, detente!” En ese momento, nuestro perro se tranquilizó por alguna razón, se dejó lavar la nariz con calma, la sangre se detuvo y todos respiramos aliviados. Gracias, Yogurt, por calmar la situación con tu épica huida. ¡Buena salud para ti! Y nuestro viejo está bien; el doctor dijo que solo le subió la presión. © MariaYu / Pikabu
  • Nuestra gata tiene 20 años, y desde hace 7 años chilla constantemente con una voz muy extraña. La llevamos al veterinario. Pensábamos que estaba sorda y que por eso maullaba tan fuerte, hasta que nos dijeron que simplemente le gustaba el sonido de su propia voz. Su audición estaba perfectamente bien. © My Story / VK
  • Una vez tuvimos que pesar a nuestro gato. Entramos al consultorio del veterinario donde están las básculas, y allí había un enorme gran danés sentado junto a su dueño y dos veterinarios. Todos se pusieron nerviosos, pensando que mi gata iba a salir lastimada. Pero no sabían que esta señorita de apenas dos kilos sabe perfectamente cómo poner a los perros en su lugar. Al final, el dueño tuvo que cargar al perro en brazos hasta que sacamos a la gata del consultorio. Todos se estaban riendo, claro, excepto el pobre perro. © Oksana Shakirova / ADME
  • Mi gata es dulce como el azúcar en casa, pero en el veterinario se transforma en Linda Blair de El Exorcista. Lo primero que hace es hacer del baño sobre la mesa. No lo hace a propósito, está tan traumatizada que se le sale del susto. Empieza a bufar y gruñir, y el veterinario me pregunta si quiero sostenerla. Le digo que no, y le recomiendo que se ponga guantes resistentes. Entonces mi gata se lanza a arañar y morder al veterinario en un ataque de furia ¿Conoces esas postales de recordatorio que manda el veterinario para avisarte cuándo toca revisión? A mí nunca me llegan. © Eiffel-Tower777 / Reddit

“Mi gato es muy bueno escondiéndose en el veterinario”

  • Había dado a luz hacía una semana y por esos días, mi perro empezó a negarse a comer y beber cualquier cosa. Él ya era anciano, así que me preocupé y decidí llevarlo rápido al veterinario, pensando que se estaba muriendo. Cuando llegué a la recepción, miré alrededor y me cayó encima la realidad... ¡El perro se me había quedado! Me di la vuelta a toda prisa y desaparecí de allí. En mi defensa, debo decir que llevaba varias noches sin pegar el ojo por mi recién nacido.
    De todos modos, de la vergüenza, ni siquiera me atreví a volver. En su lugar, pedí cita con otro veterinario. Terminé pagando 60 dólares solo para descubrir que mi perro no se negaba a comer ni a beber porque estuviera enfermo... sino porque estaba celoso del nuevo bebé.
  • Mi gato tenía dermatitis. Tuvimos que ir tres veces a ponerle inyecciones. La primera vez, gritó, arañó, bufó. El doctor tuvo que envolverlo en una toalla para poder inyectarlo. La segunda vez, fue mi esposo quien lo llevó, y según él, el gato ni siquiera maulló. La tercera vez me tocó a mí otra vez. Apenas entramos al consultorio, el gato empezó a bufar y a lanzar zarpazos con tanta furia que ni el doctor, ni la enfermera ni yo pudimos sujetarlo. Cuarenta minutos después de la inyección, por fin logramos meterlo en el transportín. El doctor dijo: “Que lo traiga tu esposo la próxima vez, está loco por tí.” © Kateryna Karpyuk / ADME
  • Me dijeron que el gato no debía comer durante 12 horas antes de la cita, y tampoco beber ni ir al baño 4 horas antes.
    Entendimos cómo manejar el “no comer” y el “no beber”, aunque el gato se molestó bastante. Pero la última condición nos desconcertó tanto, que terminamos yendo a otro veterinario. © LazurnoeDno / Pikabu

“Fue al baño en el lavabo durante su primera visita al veterinario”

  • Mi gato tenía problemas intestinales. Lo llevamos al veterinario y le pusieron unas inyecciones, pero después de eso no fue a su arenero durante tres días. Le compré aceite de vaselina. Jamás imaginé que terminaría riéndome y corriendo por todo el departamento, y luego llamando a mi esposo y a mi mamá, llorando de emoción: “¡Lo logró! ¡Fue al baño!” Me da miedo pensar cómo voy a reaccionar cuando tengamos un bebé. © Overheard / Ideer
  • Soy pediatra. Una madre y su hijo de 8 años vinieron a consulta. El pequeño paciente se quejaba de fatiga y falta de apetito. El niño le pidió a su madre que saliera, diciendo que ya era mayor y que hablaría solo con el doctor. De pronto, ¡saca un hámster del bolsillo! Resulta que quien no ha comido en tres días es el hámster, que ha estado viviendo en una caja debajo de la cama del niño. Un amigo se lo regaló, pero no le dijo nada a su madre porque en casa no estaban permitidas las mascotas. Hablamos con la mamá. Prometió quedarse con el hámster y llevarlo al veterinario. Aunque sospecho que no comía simplemente por estrés. Imagina estar tres días encerrado en una caja oscura. © Work Stories / VK
  • Llevamos a nuestra labradora a urgencias a altas horas de la noche, convencidos de que tenía hinchazón. Le ordenaron una radiografía y el cirujano estaba listo para entrar a operarla. Resultó que vieron en la radiografía una bolsa de comida para perros de un galón, se la había comido entera y estaba DEMASIADO LLENA PARA CONTRAER SU ESTÓMAGO con la fuerza suficiente como para vomitar.
    Los veterinarios se partieron de risa, le dieron líquidos para facilitar la digestión, nos dieron una factura de unos cientos de dólares y le dijeron que no fuera tan labradora. © basiden / Reddit

Al final, estas anécdotas nos recuerdan que convivir con mascotas es tan impredecible como divertido. Y si te quedaste con ganas de más, no te pierdas estas fotos donde queda claro que, a veces, nuestras mascotas olvidan por completo los buenos modales.

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