15+ Historias reales de cómo una herencia logró destruir los lazos familiares

Aunque el gluten parece inofensivo, para algunas personas puede convertirse en un enemigo silencioso que afecta a la salud sin dar señales claras. Y cuando los síntomas no se identifican a tiempo, el daño puede acumularse sin que nos demos cuenta. Por eso, entender cómo reacciona tu cuerpo al gluten podría ser clave para proteger tu bienestar.
El contenido proporcionado es solo para fines informativos y no pretende sustituir el consejo, diagnóstico ni tratamiento médico profesional. Siempre consulte a su médico u otro profesional de la salud calificado si tiene alguna pregunta sobre una afección médica.
Los síntomas afectan principalmente a los intestinos e incluyen náuseas, distensión abdominal, diarrea, dolor abdominal e incluso estreñimiento. Estos signos suelen confundirse con otras afecciones, por lo que muchos pacientes reciben un diagnóstico erróneo de síndrome del intestino irritable. Las investigaciones demuestran que entre el 10 y el 15 % de la población mundial padece el síndrome del intestino irritable. Sin embargo, para las personas con sensibilidad al gluten, este diagnóstico erróneo puede impedirles recibir el tratamiento adecuado, dejando sus síntomas sin resolver.
La intolerancia al gluten puede provocar fluctuaciones de peso inesperadas, que conducen a una pérdida o a un aumento de peso sin una explicación clara. Esto se debe a la inflamación a nivel celular y a alteraciones del metabolismo. Aunque los cambios repentinos de peso pueden indicar diversos problemas de salud, podrían apuntar a una intolerancia al gluten si se combinan con otros síntomas de mala absorción.
La intolerancia al gluten está estrechamente relacionada con los desequilibrios hormonales, que se manifiestan como ciclos menstruales irregulares, cambios inesperados de peso, síndrome premenstrual y trastornos del sueño. Estas alteraciones hormonales pueden acentuarse durante etapas importantes de la vida como la pubertad, el embarazo y la menopausia. En particular, estos síntomas se observan predominantemente en las mujeres.
El gluten contribuye a aumentar la inflamación y la permeabilidad intestinal, lo que provoca una serie de síntomas neurológicos y psicológicos. Entre ellos se encuentran la dificultad para concentrarse, la depresión, la ansiedad, el insomnio, la fatiga, la irritabilidad y la “niebla cerebral”, en la que las personas tienen dificultades para mantener la concentración o la claridad de pensamiento.
Las investigaciones también indican que las personas con intolerancia al gluten son más propensas a sufrir migrañas que los demás. Aunque los dolores de cabeza pueden deberse a diversas causas, las personas con sensibilidad al gluten pueden notar un dolor de cabeza entre 30 y 60 minutos después de consumir alimentos con gluten.
La intolerancia al gluten está estrechamente relacionada con ciertas afecciones cutáneas, como la queratosis pilar y la dermatitis herpetiforme. Los síntomas suelen manifestarse en forma de erupciones cutáneas con picor que pueden aparecer en las manos, el torso, la cara, las nalgas, los codos o a lo largo del nacimiento del pelo. Además, la sensibilidad al gluten puede provocar uñas debilitadas y quebradizas y otras irritaciones cutáneas parecidas al eccema, que pueden ser el resultado de bloqueos inducidos por el gluten en el organismo.
El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es otra afección que puede estar relacionada con la intolerancia al gluten. Este trastorno, que afecta tanto a niños como a adultos, se caracteriza por una escasa capacidad de atención y dificultades de autocontrol. Las nuevas pruebas sugieren que adoptar una dieta sin gluten puede ayudar a aliviar algunos de los síntomas asociados al TDAH.
La intolerancia al gluten puede alterar la absorción de nutrientes y minerales esenciales en el intestino, incluido el calcio. Esta deficiencia puede provocar diversos problemas de salud dental y bucal, como hipersensibilidad del esmalte, caries, cavidades y úlceras bucales. Si mantienes una buena higiene bucal, pero sigues experimentando estos problemas, el consumo de gluten podría ser la causa subyacente.
La celiaquía se diagnostica con frecuencia debido a la anemia ferropénica, una afección en la que el organismo carece de hierro suficiente. Los síntomas de esta anemia incluyen fatiga, dificultad para respirar, dolores de cabeza, palidez de la piel y las mucosas e incluso artritis. Esto ocurre porque la intolerancia al gluten afecta a la capacidad del intestino para absorber correctamente el hierro, lo que provoca deficiencias a pesar de la ingesta dietética.
Muchas personas con enfermedades autoinmunes tienen antecedentes de intolerancia al gluten. La celiaquía, un trastorno autoinmune, se produce cuando el sistema inmunitario ataca por error las células del intestino al ingerir gluten. El reto se agrava por el hecho de que la celiaquía puede aumentar el riesgo de desarrollar otras afecciones autoinmunes, como tiroiditis autoinmune, enfermedad hepática autoinmune, enfermedad de Crohn, diabetes, vitíligo, artritis reumatoide y esclerosis múltiples.
Aunque no se ha estudiado ampliamente, la experiencia clínica sugiere que los cálculos amigdalinos se observan con frecuencia en personas con sensibilidad al gluten. Muchos pacientes afirman que sus cálculos amigdalinos suelen desaparecer tras adoptar una dieta sin gluten, lo que sugiere una posible relación entre ambas afecciones.
1. Hazte la prueba: Acude a tu médico para que te haga un análisis de sangre para detectar los anticuerpos que suelen encontrarse en la sangre de las personas celíacas. Para garantizar unos resultados precisos, es importante que incluyas gluten en tu dieta antes de la prueba.
2. Elimina el gluten de tu dieta: Evita los alimentos que contengan gluten, como:
Lee siempre atentamente las etiquetas de los productos y, siempre que sea posible, opta por los alimentos marcados como “sin gluten”.
Lee otro artículo útil sobre salud y bienestar: 8 Estrategias de dermatología para cuidar la piel y conservar su brillo en el frío