17 Abuelitos que después de dejar este mundo, volvieron para dar un último adiós

¿Te ha pasado que, sin hambre real, de repente te invade un antojo irresistible por algo dulce o salado? Tranquilo, no estás solo: esos impulsos por comida chatarra tienen más que ver con el cerebro que con la fuerza de voluntad. Nuestros hábitos, emociones y hasta la memoria juegan un papel clave. Por ello, te invitamos a entender qué los causa y así empezar a controlar estos impulsos.
Según investigaciones, el cerebro guarda recuerdos de comidas muy calóricas en una parte llamada hipocampo. Esos recuerdos pueden generar antojos, incluso si no tenemos hambre. Asociamos ciertos alimentos con placer, y por eso a veces comemos solo por recordar lo bien que nos hicieron sentir.
Comer alimentos altamente procesados genera la denominada “euforia temporal”, una breve sensación de placer. El cerebro recuerda esa experiencia y la busca de nuevo, lo que provoca que los antojos se repitan con frecuencia.
El estrés aumenta la producción de cortisol, una hormona que puede incrementar el apetito. Muchas personas recurren a la comida chatarra como una forma de lidiar con emociones negativas, activando los centros de recompensa y haciendo que este comportamiento se vuelva repetitivo.
No dormir lo suficiente cambia los niveles de hormonas como la grelina y la leptina, que regulan el hambre. Esto puede hacer que tengamos más ganas de comer alimentos con azúcar y grasa, ya que el cuerpo busca energía rápida para contrarrestar la fatiga.
El entorno juega un papel crucial en los antojos. Cuando hay comida procesada por todos lados y poco tiempo o dinero para cocinar, es más fácil caer en hábitos poco saludables y más difícil evitar las tentaciones.
Muchas personas relacionan algunos alimentos con emociones felices o recuerdos lindos. Estas emociones pueden generar antojos, sobre todo en momentos de vulnerabilidad emocional. En esos casos, buscamos en la comida un consuelo o una forma de sentirnos mejor.
Algunos estudios han mostrado que una dieta con mucha grasa y azúcar puede dañar la memoria y el aprendizaje. Esto pasa porque afecta a algunas sustancias del cerebro como la acetilcolina, que es clave para aprender y prestar atención.
Los antojos de comida chatarra y azúcar no son simples caprichos, sino respuestas complejas del cuerpo y la mente a estímulos externos e internos. Con estrategias adecuadas, es posible reducir su impacto en nuestra salud. Y tú, ¿estás listo para identificar tus desencadenantes y cambiar tu relación con la comida? ¿Qué pequeño hábito podrías cambiar hoy para comenzar?
ESTE CONTENIDO FUE CREADO CON FINES MERAMENTE INFORMATIVOS Y NO DEBE SER CONSIDERADO UN REEMPLAZO DE LA OPINIÓN MÉDICA.
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