¿Qué pasaría si te tragara un megalodón?

Animales
hace 1 año

Mar Caribe Sur, 21 de julio de 2047. Finalmente sucedió. La institución de investigación para la que trabajas se enteró de un tiburón enorme avistado en la costa de Panamá. Científicos locales confirmaron lo imposible... Es un megalodón. Y te han enviado con una misión: ¡estudiar esto de cerca y por dentro! También es tu cumpleaños, pero el pastel tendrá que esperar. Ya tienen listo el espécimen. Con suficiente tranquilizante para acabar con 10 elefantes, el megalodón está inmóvil. Pero tienes un límite de tiempo estricto: la sedación acabará en media hora. “¡Muy bien, es hora de empezar!”. El investigador principal te da una palmada en la espalda. “Buena suerte allá abajo. Y recuerda: ¡NO te acerques a esa turbina!”.

Es cierto. La instalaron frente al tiburón para mantener el agua fluyendo a través de sus branquias. Sin el flujo continuo, el megalodón no podría respirar. “¡Entiendo!”, dices, y saltas por la borda. Pones el cronómetro de tu reloj en 25 minutos. Solo para estar seguro... El tiburón no está demasiado profundo. 18 metros de largo, pesando probablemente 50 toneladas, ¡es del tamaño de un vagón de tren! Ella es una chica grande, está bien. Los machos no crecían mucho más de 12 metros. Nadas más cerca de ella, te quitas uno de los guantes, te acercas y la tocas. Su piel es como papel de lija, cubierta de pequeñas escamas parecidas a dientes. Se curvan hacia su aleta caudal y reducen la resistencia mientras el animal nada. “¿Cómo te va ahí abajo? ¡Hazlo rápido!”.

“¡Todo está bien, Dr. Pérez! ¡Terminaré antes de que se dé cuenta!”. Sacas tu tableta y abres la aplicación de rayos X. La sostienes frente a ti y la pasas por su cuerpo. La pantalla muestra todo el detalle en sus fuertes músculos. El tejido rojo necesita oxígeno y la ayuda a cruzar largas distancias. Luego está el tejido muscular blanco: no está oxigenado y solo se usa para ráfagas repentinas de velocidad. Cambia la configuración a vista esquelética. Todo cartílago: el mismo material flexible del que están hechas tus orejas y nariz. Mantiene al tiburón liviano, por lo que puede deslizarse por el agua sin gastar demasiada energía. Y lo hace rápido: ¡alrededor de 5 metros por segundo, el doble de rápido que el Gran Blanco! El peso de su propio cuerpo aplastaría sus órganos internos en tierra, ya que los tiburones no tienen caja torácica.

“Veamos cuántos años tienes”. Te acercas a su columna vertebral. Está calcificada, al igual que su mandíbula, haciéndolas a ambas más fuertes. Haces un corte transversal de uno de los discos en tu aplicación. Las vértebras tienen bandas. Al igual que los anillos en los árboles, indican la edad y el historial de crecimiento del tiburón. Los cuentas. 15... está a la mitad de su vida. Su cráneo está hecho de un cartílago más denso para proteger su cerebro en forma de Y. El hocico es esponjoso y flexible, y recibe fácilmente los golpes sin romperse. “Quedan 20 minutos de sedación, ¿cuál es tu estado?”, el investigador principal vuelve a hablar por radio. “Haciendo análisis musculares y esqueléticos. ¡Pasando a los órganos sensoriales!”. “¡Entendido!”.

Nadas hasta uno de sus ojos negros y brillantes. Un escalofrío recorre tu columna vertebral. Es como si te estuviera mirando directamente, un pedazo de carne indefenso, ¡su próxima comida! “Hey, chica. ¡Si tan solo tuvieras párpados para hacerme saber que definitivamente estás noqueada!”. Detrás de su ojo ves un pequeño agujero. “¡Encontré tu oído!”. Obviamente, los tiburones no tienen orejas externas, pero su audición sigue siendo impecable. ¡Este megapez podría oírte chapoteando en el agua a 10 campos de fútbol de distancia! Son las bajas frecuencias de las salpicaduras irregulares las que llaman su atención. Significan una cosa: presa herida. A partir de ahí, sigues su línea lateral. Una línea de poros que se extiende por los costados de su cuerpo: es un sistema especial en los tiburones que detecta los más mínimos movimientos en el agua, qué tan lejos está la fuente, de qué dirección proviene. ¡Básicamente, todo el cuerpo de un tiburón es como una oreja gigante!

“Solo voy a examinar tus fosas nasales, querida”. Estrictamente para olfatear presas, no conducen a la garganta ni al sistema respiratorio como en los humanos. Es decir, ¡los tiburones no pueden estornudar! El más mínimo indicio de olor corre hacia el conducto nasal. Más allá de los pliegues de la piel cubiertos de células sensoriales, envían la información al bulbo olfativo, que conduce al cerebro. En los grandes blancos, la nariz puede distinguir una sola gota de sangre en una piscina olímpica. Miras tu reloj. “Quedan 10 minutos”. Examinas sus branquias. El agua fluye a través de ellas y las branquias extraen oxígeno de allí. Aquí también es donde el cuerpo se deshace del CO2, realizando esencialmente la función de los pulmones. Pero el intercambio de oxígeno a dióxido de carbono ocurre a nivel celular, y la sangre es la que lo transporta...

Cambias a vista circulatoria. Ahí está, el corazón en forma de S. Es pequeño en comparación con el tamaño de su cuerpo y tiene solo 2 cámaras. Este envía sangre a las branquias, donde recoge oxígeno y pasa a los tejidos del cuerpo. Los músculos (que se mueven constantemente y empujan al tiburón por el agua) calientan la sangre. Esto solo puede suceder porque las venas y las arterias que se mueven hacia y desde el corazón están ubicadas muy cerca unas de otras. La sangre que es más cálida que su entorno y que no depende de él, a diferencia de otros peces, le permite al meg cazar también en aguas más frías, aunque prefiere las áreas cálidas. Eso significa que nada puede esconderse de esta chica. Todo en su cuerpo está diseñado para olfatear y tragar cualquier presa...

“Estamos teniendo fluctuaciones en los signos vitales. ¡Vamos, apresúrate!”. “¡Casi termino!”. Queda una cosa. Lo que has estado evitando. Su boca... y tracto digestivo... Nadas hasta sus mandíbulas, con cuidado de mantenerte alejado de la corriente que fluye hacia su rostro. Sus mandíbulas han sido abiertas para un mejor examen. ¡Y son enormes! 3 metros de ancho por 3 de alto: podrías pararte en su boca con un amigo sobre tus hombros. Pueden abrirse hasta 100°, lo suficiente para adaptarse a la presa más grande que existe. ¡Peces grandes, ballenas, incluso otros tiburones! Ella necesita 1130 kilos de comida al día, ¡más de lo que come una persona promedio en todo un año! Las mandíbulas pueden cerrarse con 13600 kilos de fuerza, como si te aplastara un automóvil. El Gran Blanco solo puede presumir de una fuerza mandibular de 1800 kilos. Los seres humanos, una cantidad insignificante de 72.

¡Oooh, y esos dientes! 250 de ellos en 5 filas. Son muy afilados y pueden cortar el hueso de una ballena. Los dientes están inclinados hacia la garganta para que nada pueda escapar de su agarre. Los más grandes son del tamaño de tu mano. Fascinado, incluso hipnotizado, nadas un poco más cerca. Solo un par de cm más. Cuando... ¡WOOSH! ¡La corriente de la turbina te lleva directo a su boca! La fuerza del agua te empuja contra la parte posterior de su garganta. Tu escáner de rayos X muestra una boca repleta de células sensoriales. Por suerte para nuestra especie, a los tiburones no les gusta mucho el sabor de los humanos. ¡Pero solo se dan cuenta de eso después de una prueba de sabor! Por eso los tiburones muerden a las personas. No para comerlos, solo para probar lo que hay en el menú...

Sacas una esfera de metal del tamaño de una manzana y la empujas hacia su garganta. La sonda se abre camino a través del esófago. El conducto de alimentación de un tiburón no es un tubo delgado como el nuestro, es ancho y apenas se distingue del estómago. El estómago tiene forma de U y está lleno de ácidos y enzimas extremadamente fuertes que convierten todo lo que el tiburón traga entero (estos animales no mastican su comida) en un líquido blando. A partir de ahí, la “sopa” pasa a los intestinos. Son relativamente pequeños para un animal de este tamaño. Pero la evolución ideó un ingenioso truco para aumentar el área de superficie: ¡el interior del intestino tiene forma de espiral! Esto es para que pueda absorber los nutrientes de sus comidas.

Mientras tanto, a bordo, sus signos vitales cobran vida. Pérez intenta llamarte por radio, pero un mensaje confuso apenas llega a través de tu auricular. “¡¿ME ESCUCHAS?! ¡¡¡SUBE!!!
¿Qué? ¿Hola? ¿Me escuchaste?”. Miras el temporizador. 5 minutos. Deberías poder nadar contra la corriente... con suerte. A medida que la sonda se abre camino a través de su tracto digestivo, desde dentro de su boca, tomas una radiografía más de la cavidad de su cuerpo. Ves el hígado. Es enorme: ocupa el 90 % del espacio y representa el 25 % de su peso. Está lleno de aceites, y ayuda con la flotabilidad en el agua. Pero entonces, ves que algo se mueve dentro de ella. Es... ¡Un bebé! Los bebés tiburones están listos para cazar solos tan pronto como nacen. Este bebé meg debe medir 2 metros de largo.

Pero esto significa que... ¡no, no es el único despierto! En ese momento, la turbina se apaga. Tu temporizador comienza a sonar. “Técnicamente todavía tengo 5 minutos...”. ¡Incorrecto! ¡El tiburón comienza a moverse! ¡Sales de su boca nadando tan rápido como puedas y con todas tus fuerzas regresas al bote! Todavía está un poco aturdida, ¡pero la señorita Meggie sabe nadar! Y se dirige hacia ti, justo cuando emerges a la superficie. El equipo te toma de la mano, te sube a bordo y el barco se aleja a gran velocidad. ¡En ese momento, el megalodón sale saltando del agua! Y te sigue por un tiempo... pero pierde interés pronto. “Uf, eso estuvo demasiado cerca... jeje, Feliz cumpleaños para mí... ¡Hora de un poco de pastel!”.

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