20+ Usuarios contaron por qué juraron que no volverían a ayudar ni siquiera a las personas más cercanas

En mi último trabajo, un colega se quejó una vez: “Llego a casa y mi esposa me cuelga a mi hijo del cuello. Estoy cansado como un perro, y ella está de baja por maternidad, se queda en casa todo el día, pero quiere que juegue con el pequeño en lugar de relajarme”. Hubo un silencio ominoso en la oficina, donde había otras 5 mujeres, cada una de las cuales tenía al menos un hijo.
Muchos esposos y, por alguna razón, suegras, se niegan a admitir que quedarse en casa con un bebé es un trabajo que solo por un malentendido se denomina con la palabra celestial “vacaciones”. Espero que los lectores de Genial.guru estén de acuerdo conmigo: el decreto es tan agotador como trabajar en 2 turnos sin días libres y bajas por enfermedad.
Las mujeres experimentan el embarazo de manera diferente. Algunas revolotean como una mariposa hasta las últimas semanas y hacen yoga, mientras que otras sufren acidez estomacal, y levantarse de la cama ya es toda una hazaña para ellas. Hinchazón, insomnio por no poder encontrar una posición cómoda durante horas por la barriga enorme, tener que ocuparse de que todo esté listo para el nacimiento del bebé: comprar, lavar, planchar, acomodar. En resumen, un comienzo dudoso de las “vacaciones”.
Tampoco puedes descansar en el hospital de maternidad: exámenes médicos, enfermeras con un termómetro y luego con inyecciones. Y un recién nacido no solo es el ser más tierno del mundo, sino también una criatura absolutamente frágil, que de vez en cuando comienza a lloriquear y, a veces, incluso a gritar a todo pulmón. Si no estás en una habitación individual, varios bebés, como por acuerdo, pueden comenzar el “espectáculo” al mismo tiempo. En resumen, dan muchas ganas de ir a casa, bañarse y dormir.
Una amiga mía soñaba con cómo sería el momento en que la darían del alta del hospital. Compró una manta de bebé increíblemente hermosa, empacó una bolsa con ropa y cosméticos, contrató a un fotógrafo. Su parto fue difícil, los mantuvieron con el bebé en la maternidad más tiempo de lo habitual.
Al salir, se peinó apresuradamente y no se puso ni un gramo de maquillaje, le entregó al bebé a su esposo, mostró los dientes a la cámara y luego dijo: “Ya basta, vámonos a casa de una vez”. Las fotos no quedaron muy bien.
Los primeros meses con un bebé pueden sacudir la psique incluso de las personas más flemáticas. Y especialmente la de las madres jóvenes sin experiencia. Es imposible prepararse para tener la responsabilidad por una persona diminuta cuya única manera de declarar que algo anda mal es con gritos de indignación, sin importar cuántos libros sobre el tema se lean.
Las experiencias de las amigas y los foros temáticos tampoco ayudan. Si el bebé está lleno y el pañal está en orden, solo queda esperar que lo que le pase sea un cólico (que tampoco es una maravilla), y no algo con lo que necesites acudir urgentemente al médico.
Tienes que alimentar al bebé unas 12 veces al día. Eso es cada 2 horas. Por la noche, el pequeño puede dormir más tiempo, es decir, 4 horas. Mantener la calma y la tranquilidad cuando tienes privación crónica del sueño se vuelve cada vez más difícil.
Los científicos han demostrado que debido a la falta de sueño, la actividad cerebral cambia: una persona que está sin dormir reacciona de manera extremadamente emocional a cualquier experiencia negativa, es más propensa a la ansiedad y a los miedos. Por la falta de sueño, la memoria se deteriora, la concentración disminuye. ¿Lo seguimos calificando de vacaciones?
Una vez, la suegra de una amiga quería transportar unas cosas a su casa de campo. Cuando el esposo de mi amiga la llamó y le dijo que no podía llevarla porque su bebé de seis meses tenía fiebre, su madre exclamó: “Tu esposa se convirtió en una histérica, debería tomar hierbas calmantes”. Tuvo que llamar a su segundo hijo, que estaba ocupado (ya que no le habían avisado inicialmente): iba a hacer una parrillada con sus amigos.
Omitamos lo que pensamos de la afirmación y el consejo de la suegra, pero notemos que a la buena mujer nunca se le ocurrió ofrecer su ayuda, salir al menos una vez a pasear con el bebé y dejar dormir a su nuera. Pero estaba profundamente indignada por tener que molestar a su hijo menor, impidiendo su parrillada, porque: “él trabajó toda la semana, mientras que tu esposa se estaba relajando en casa”.
Pero los primeros y más difíciles meses han quedado atrás. Idealmente, el bebé ya tiene una rutina diaria y la vida se convierte en una serie de acciones repetidas: alimentar, cambiar de ropa, jugar, pasear, bañar y acostar. Y también hay que ir a la tienda, limpiar y preparar la comida. Según mi abuela, todo esto es pan comido, porque las mujeres modernas tienen pañales y papillas en tarros, lavadoras y aspiradoras robóticas.
“Nosotras lavábamos los pañales a mano, frotábamos las verduras a través de un colador y ustedes todavía te quejan de algo”, este es el argumento de muchas mujeres de la vieja escuela. “Y parían en el campo”, agrego yo mentalmente.
Pero, es cierto, ¿por qué un montón de electrodomésticos no ayudan a una mamá a sentirse menos estresada? ¿Tal vez porque una persona todavía debe manejarlos? La lavadora debe cargarse y descargarse, la ropa debe tenderse, sacarse, plancharse y guardarse. Las verduras se deben pelar antes de ponerlas en la vaporera. Hay que retirar la colchoneta del bebé, el chupete y al gato del camino del robot aspirador.
Sí, no es nada complicado, pero no cuando hay un bebé cerca que necesita atención cada minuto y, a veces, simplemente nunca baja de los brazos.
“Bueno, y eso qué, si literalmente solo te quedas en casa. No tienes que ir a trabajar todas las mañanas y quedarte allí hasta la noche mientras tu jefe te saca de quicio. ¿Cuál es el punto de lloriquear?”, me dijo una vez una amiga sin hijos. “Preferiría que mi jefe me sacara de quicio y no mi propio hijo”, le respondí.
Un jefe no me sigue al baño, no necesita que lo alimente con una cuchara y me asegure de que no se meta en el barro de camino a ver a sus socios. No me pide que lo alce, y no persigue al gato. Solo quiere que haga mi trabajo. Y hay que hacerlo hasta las 7 p. m., luego: libertad.
Pero durante un decreto con tu “jefe” principal, no puedes huir con las chicas del departamento vecino para charlar un poco y descansar. Tampoco tienes días libres o bajas por enfermedad. Y ni bien te distraes un segundo, tu “jefe” ya tiene tu bolsa de cosméticos y mastica con entusiasmo el lápiz labial. No recuerdo a ninguno de mis antiguos superiores haciendo eso.
Cuando mi esposo venía a casa del trabajo, estaba tentada de esperarlo con el gato y el bebé junto a la puerta. El hecho de que no le entregara al niño desde el umbral, sino que esperaba a que se lavara las manos y comiera algo, debería ser incluido en mi currículum en la columna de “Sus principales logros”.
Y eso que tuve suerte: mi esposo no pensaba que mientras él ganaba el dinero con el sudor de su frente, yo me estaba relajando en casa. Pero su madre sí tenía quejas.
“¿De dónde salió esta moda de lloriquear?”, me dijo mi suegra. “Mi hijo no tuvo tiempo ni de desvestirse, y tú ya lo aturdiste con lo cansada que estás”. Y no importaba que me hubiera quejado del ascensor averiado y de haber tenido que arrastrar a un bebé crecido y un cochecito por las escaleras, y encima varias veces, porque justo ese día tuve que ir al médico y a la clase en la piscina. Hasta los cargadores trabajan en equipo, pero yo tuve que cargar todo sola desde el séptimo piso y de regreso. No soy una esclava para no atreverme ni a abrir la boca y quejarme del destino.
El marido de mi amiga Luz también creía que su esposa no tenía por qué estar agotada durante su licencia por maternidad. Cuando el bebé tenía un año, ella fue internada en el hospital y el papá se quedó solo con el pequeño. Al segundo día, la llamó y maulló lastimeramente: “Dile a tu madre que debe venir a ayudarnos. No dormí lo suficiente, estoy exhausto, no puedo más”.
El marido no había querido molestar a su propia madre, porque sabía que era inútil. Así que rogó que lo ayudara su suegra. Pero ella quería que él sintiera en su propia piel lo que significan unas “vacaciones” por maternidad. Después de este incidente, por cierto, el esposo de mi amiga no cambió radicalmente, pero dejó de decir que “no puede ser tan agotador”.
Pero, ¿tal vez solo seamos yo y mis amigas las que tenemos este problema, mientras que otras mujeres que están con licencia por maternidad están disfrutando de sus “vacaciones”? Analicé los comentarios más comunes sobre este tema en Internet y quiero compartir contigo las historias más reveladoras.
Sí, hay historias de mujeres que logran hacerlo todo y que incluso comenzaron a dedicarse a algún pasatiempo, que luego se convirtió en un negocio. Pero son unas pocas excepciones. La mayoría de las mujeres con licencia por maternidad que no tienen ayuda de nadie están cansadas hasta las lágrimas. Creo que es hora de que algunos esposos y suegras se quiten los anteojos rosados y dejen de considerar a una mujer que se queda en casa con un niño pequeño una dama que está de vacaciones.
¿Qué piensas tú? ¿Crees que el decreto por maternidad es un descanso o un trabajo duro?