15 Personas contaron cuáles son los platos de su infancia que consideran más ricos que la comida de los restaurantes más lujosos

Gente
hace 2 años

A veces, comes un plato caro en un restaurante y piensas: “Nunca he probado nada más sabroso en mi vida”. Y luego, al pasar junto a las ventanas abiertas de una casa, hueles el aroma de algún plato casero e inmediatamente entiendes que ninguna de todas esas delicias de los restaurantes se puede comparar con la comida que amábamos en nuestra infancia.

Genial.guru siempre lee los comentarios de todos nuestros artículos. Y no pudimos dejar de publicar los recuerdos de nuestros lectores sobre los deliciosos platos de su infancia, que dejaron una huella imborrable en sus corazones. Y al final encontrarás un bono con recuerdos de nuestros autores.

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Papá siempre traía pasta de tomate y aceite de girasol. Picábamos la cebolla, la mezclábamos con sal, pasta de tomate y mantequilla, y lo comíamos con pan negro. Mientras escribo, la boca se me hace agua. También había unas galletas cuya fecha de elaboración y vencimiento era un completo misterio. No tenían sabor, y o bien estaban húmedas o parecían hechas de piedra. Mamá las rociaba con un poco de agua y las horneaba hasta que se doraban. Las galletas inmediatamente se volvían fragantes y sabrosas. Y si unías dos galletas con mantequilla, casi obtenías un pastelillo. © psgbel / Genial.guru

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Crecí en los años 90. De las rarezas alimentarias, solo recuerdo el sándwich de pan con mayonesa de ajo (que ya se vendía lista) y los fideos secos instantáneos, que nosotros, los niños, comíamos en los recreos directamente del paquete. © Maria Denisyuk / Genial.guru

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En nuestro pueblo, mi abuela intercambiaba verduras por mantequilla de chocolate, helado y todo tipo de golosinas. Yo hacía guardia cerca del refrigerador y comía esa mantequilla mordiendo directamente del trozo. Creo que mi querida abuela veía las marcas de mis dientes, pero no decía nada. © Maria Koval / Facebook

La costra de pan negro crujiente frotada con ajo y sal. Y también recuerdo cómo íbamos con todos mis amigos a recoger manzanas verdes ácidas y nos las comíamos con sal. Una vez nos quedamos en los manzanos tanto tiempo que nuestros padres comenzaron a buscarnos, ¡y todos fuimos castigados! © Dilyara Starr / Facebook

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Y yo recuerdo que en los años 90 vendían pieles de pollo en trozos muy grandes, por 1 kg. Y se me ocurrió esto: envolvía cubos de pan en ellas y las ponía en la rejilla del horno. Las freía hasta que quedaban crujientes y toda la grasa goteaba sobre la bandeja de hornear. Compraba de a 5 kg cada vez, y freía, freía, freía. © Karine Danilevica / Facebook

De pequeñas, a mi hermana y a mí nos encantaba derretir azúcar en una sartén. ¡Cuántas cucharas doblamos en el proceso! Y lo más exquisito era la crema con azúcar derretida en una sartén, era nuestro caramelo casero. Lo vertíamos en moldes (platillos pequeños, cucharas) y lo mordisqueábamos. © Vaya sombrero / Genial.guru

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En los años 90 vendían unas pequeñas prepizzas. Eran muy baratas. Todavía recuerdo ese sabor: les poníamos pasta de tomate y mayonesa, salchichas, cebollas, queso. Ahora también hay prepizza a la venta, pero, como suele pasar, no es lo mismo. En la infancia todo se siente de manera diferente. © Ciervo / Genial.guru

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Una panadería hacía unos pastelillos divinos con crema de claras batidas. Gastábamos todo el dinero de bolsillo en ellos. Una vez, fuimos con una amiga a comprar pan y vimos a un hombre que estaba comprando una bandeja entera de esos pastelillos. Suspiramos con envidia de que alguien tuviera tanta suerte. Llegué a casa y ese hombre estaba sentado en nuestra cocina. Resultó que era el primo de mi padre, que había llegado de visita. Yo solo lo había visto en mi primera infancia y no lo había reconocido, por supuesto. Fue un día de mucha felicidad. © Zinaida Petrovna Traktorenko / Genial.guru

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¿Qué hay del jugo que queda después de una ensalada de pepinos, tomates y mayonesa o crema? De pequeños, mi hermano y yo discutíamos sobre quién lo recibiría. © KoloBasya / Genial.guru

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El padre de una amiga durante toda su infancia desayunaba huevos fritos con salchichas. Ella estaba tan acostumbrada que lo consideraba la única comida correcta de la mañana. Luego conoció a su futuro esposo y comenzaron a vivir juntos. Por la mañana, ella le sirvió un plato de huevos y salchichas, y él se puso a llorar. Resultó que su madre le había prohibido comer salchicha frita toda su vida, porque la consideraba poco saludable. Y él tenía un sueño: desayunar así todos los días. En resumen, ese día le propuso matrimonio. Parece que el camino al corazón sí es a través del estómago. © Julie Boltnieva / Facebook

Yo solo comía las salchichas si estaban fritas. De platos muy extraños: mi abuela nos daba a mí y a mis amigos leche en la que ponía pan seco. Incluso trabajamos para ella para que nos lo preparara. Causaba furor. No eran épocas de hambre, solo que mi abuela era la diosa del marketing© Azarika / Genial.guru

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Nosotros tomábamos una botella vacía, le poníamos un poco de azúcar, luego arrancábamos cerezas del árbol y las arrojábamos a la botella. Rompíamos una ramita del cerezo y la usábamos para revolver la bebida hasta que las cerezas soltaban el jugo. Eso era todo, el jugo casero estaba listo. ¡Era genial! © Ekaterina Biryukova / Facebook

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Recuerdo que en los años noventa, fui con una amiga a su casa para hacer los deberes. Cortó 2 trozos finitos del fiambre más barato que había en ese entonces y nos hizo sándwiches. Creo que nunca olvidaré sus palabras: “Tengo un sueño: poder morder el fiambre directamente, sin pan”. © Vlada Berezhnaya / Facebook

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Nosotros comprábamos carne picada congelada en briquetas. La cortábamos finamente y la freíamos. ¡Qué deliciosa era! © RagDolly / Genial.guru

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Fui a mi tierra natal a visitar a mi abuela, y allí me esperaban sus papas fritas con cebolla, hechas en una sartén de hierro fundido, crujientes. Y las albóndigas, las mismas que en la infancia. Yo miré todo eso con tristeza y mi abuela dijo: “Seguirás con tu dieta en tu casa, ¡siéntate a la mesa!”. Y pensé: “¡Sí, al diablo toda esta vida adulta!”. Y también le pedí una jarra de leche fría para tomar con todo ese esplendor. © Ciervo / Genial.guru

Bono: Nuestros autores también tienen sus propios recuerdos sabrosos

Cuando era pequeña, siempre quería algo dulce. Normalmente, comía un simple pan con mantequilla y azúcar espolvoreada encima, pero un par de veces mi madre hizo un pastel que nunca pude olvidar. Se llamaba “Tofi”. La receta era sumamente simple: había que derretir medio paquete de mantequilla y medio kilo de tofi suave hasta obtener una masa homogénea, luego verter todo eso sobre palomitas de maíz y, después de mezclar bien, formar bolas o una montaña en forma de hormiguero. No entiendo por qué mi madre hacía este plato divino tan raras veces. Sospecho que no quería malgastar mantequilla en una tontería.

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Todavía me encantan los pastelillos y los prefiero a cualquier chocolate. Y cuando era niña, estaba dispuesta a vender mi alma por ellos. Por lo tanto, mi hermana y yo creamos nuestra propia versión de pastelillo: había que tomar un bagel y cortarlo a lo largo. Quedaban dos mitades. Untábamos con mantequilla cada una de ellas y las cubríamos generosamente con azúcar. Luego las metíamos al horno: la mantequilla se derretía, el azúcar también se derretía un poco, y el pan se cubría con una costra deliciosa. Lo sacábamos y comíamos ese bagel tierno empapado en mantequilla dulce con azúcar crujiente encima, mmm... Preparo este platillo incluso ahora a veces.

¿Cuál es el recuerdo más sabroso de tu infancia?

Imagen de portada Vlada Berezhnaya / Facebook

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Mi abuela nos hacía unas papás fritas que nunca olvidaré :)

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