Durante un año intenté sacar a mi pareja de una secta, hasta que me di cuenta de que yo misma debía huir de ella

Historias
hace 4 años

Es extremadamente difícil ocultar el sectarismo, y, si alguien cercano a ti ha sido víctima de las fauces de una secta, seguramente ya te habrás dado cuenta de eso. En ocasiones como esas, uno suele preguntarse: ¿qué puedo hacer y cómo puedo ayudar a esa persona? Soy autora de Genial.guru, y algunos seres queridos llegaron demasiado lejos en su intento de lograr sus objetivos. Me gustaría compartir mi experiencia con los lectores, contando todo lo que sé sobre estas organizaciones de dudosa ideología y de qué manera se puede luchar con las mismas para proteger a aquellos que pudieran encontrarse en situación de riesgo.

Superhombres que trataban de saciarse con el Sol

Un día, mi novio, Timur, recibió una invitación a través de una red social muy popular para asistir a una clase de yoga gratuita y decidió aprovecharla. Tal y como me contó después, la experiencia fue maravillosa, y la gente que conoció allí también le cayó muy bien, por lo que decidió inscribirse a ella. Al principio no sospeché nada, creyendo que el yoga le aportaría amplios beneficios a su espalda dolorida. Además, después de cada clase, Timur regresaba a casa lleno de espíritu y alardeando de lo bien que se sentía. Pero poco a poco, al yoga se añadieron clases de respiración holotrópica, prácticas de sueño lúcido y otras técnicas que prometían curar su cuerpo, alma y regalarle una felicidad infinita.

Anteriormente mencioné que, si alguien de tu entorno ha formado parte de una secta alguna vez, sabrás que resulta imposible ocultarlo: sus miembros están obligados a seguir las normas del grupo y a llevar a cabo rituales. Por ejemplo, Timur comenzó a leer mantras, se interesó por los Vedas, se hizo vegetariano, luego comenzó a ser crudivegano y finalmente decidió ingerir solo jugos para lograr su objetivo final: convertirse en un comedor de Sol, y empezar a nutrirse con la energía solar. Si algo interrumpía su estricta rutina, entonces, mi amado, antes bien equilibrado, comenzaba a enloquecer (¡y eso que recibía prácticas espirituales!).

Los ojos grandes son un signo de sangre sucia

Sabía que Timur había hecho nuevos amigos, pero no tenía prisa por conocerlos. Sin embargo, llegó un momento en el que, aun así, consiguió persuadirme para que visitáramos a la cabeza visible de su grupo. Quien nos recibió era un chico de unos 25 años, vestido con ropa de lino, pelo largo y con aspecto místico. Nos propuso entrar en la cocina, en cuyo piso ya había gente sentada, y, en cuanto me ubiqué allí, anunció el tema de la velada: “Por qué deberías vender tu departamento, ir al bosque boreal y construir allí una casa de heno”. Pensé que eso formaba parte de cierto humor local, por lo que me reí, pero al ver los rostros serios de los participantes me di cuenta de que no debería haberlo hecho. Me sentí incómoda y pasé la noche sentada en silencio. Mi chico dejó de invitarme a las reuniones posteriores.

Sin embargo, seis meses más tarde me invitaron a una fiesta por el 8 de marzo. No me llamaron sin más, sino para mostrarme cómo debería verse una mujer de verdad. Resulta que, en todas esas reuniones a las que no había asistido, esas personas le habían dicho a Timur que no debería estar conmigo: primero, porque era un demonio y le robaba su energía y dinero (algo que no tenía), y, después, porque un hombre debía formar una familia solo con una mujer cuya sangre no albergara mezclas de diferentes orígenes étnicos (esta regla no se aplicaba en los varones). Le señalaron mis grandes rasgos faciales y dijeron que los eslavos carecen de ojos grandes. Más tarde, a la habitación entró una chica joven con una larga falda de lana y camisa de algodón, con rasgos finos y cabello castaño claro. Me señalaron a ella como el estándar del atractivo femenino, explicando que pocas personas podían alcanzar su nivel.

Esa misma tarde, se habló de la vida íntima de los miembros del grupo y la cabeza visible aconsejó con insistencia a todos que comenzaran exclusivamente a hacer el amor tántrico. Perdonen mi humildad, pero teniendo en cuenta que todos los integrantes de esa secta seguían una dieta estricta y simplemente no tenían fuerza física, podía decir que esa regla estaba más que justificada.

Un cuerpo hermoso y éxito financiero sin necesidad de registrarte ni enviar un SMS

Timur trataba de involucrarme en todo tipo de trabajos para su organización: traía a casa folletos con información sobre próximos seminarios y me pedía que les pusiera sellos, pero yo siempre encontraba una excusa para evitarlo. Aunque me daba cuenta de que, cada vez, las clases magistrales se volvían menos y menos espirituales, y hacían hincapié en las necesidades modernas. Por ejemplo, a las chicas se les ofrecía realizar un curso para aprender cómo cambiar su apariencia sin cirugía plástica ni Photoshop.

Por otro lado, los hombres eran invitados a realizar otro curso diferente, que comenzaba afirmando que era vergonzoso ganar menos de 7 500 USD mensuales y que era mejor no trabajar en absoluto por menos dinero. Pero ninguno de los maestros que vertían semejantes afirmaciones sobre los oídos de estas personas era rico. Por su propia experiencia, sabían lo que significaba tener una hipoteca, comprarse un Ford Focus a través de un préstamo, y se regocijaban cuando lograban vender boletos para el seminario por un precio superior a 45 USD.

En mis intentos por sacar a mi ser querido de esa secta pasé por todas las etapas: ira, negación, negociación, depresión, y finalmente llegué a la aceptación. Comencé a asistir a los seminarios de manera voluntaria: esperaba poder encontrar aquello que me comprometiera con esa enseñanza. Ese fue mi principal error. Mis intentos por socavar la autoridad de la cabeza visible del grupo cayeron en saco roto. A mis preguntas incómodas siempre llegaba la misma respuesta: que yo no estaba lo suficientemente informada.

Timur se alejó de mí todavía más y comenzó a realizar seminarios él mismo, a encontrar personas en Internet y a crear sus propios cursos. Cuando veía nuevos rostros en sus clases (normalmente se invitaba a parejas), elegía a una persona visualmente adecuada y le contaba mi historia. Algunas, después de mis palabras, se iban, llevándose a sus parejas, algo que me hacía muy feliz. Pero también había personas a las que era imposible ayudar ya que padecían enfermedades psicológicas y problemas físicos graves. Estaban tan asustadas por su estado de salud y buscaban tanto creer en un milagro que no podían pensar en acudir a un médico, prefiriendo pasar todo su tiempo en esas clases. Los convencían de que, con la ayuda astral, cualquier enfermedad podía ser curada, incluso el cáncer en fase terminal. También les contaban con éxtasis sobre aquellos que lograron hacerlo con éxito.

La gota que colmó el vaso fue que los miembros de la secta pensaron en cerrar todas sus escuelas de yoga en la ciudad para construir para la comunidad casas especiales (sorprendentemente, no de heno, sino de buenos materiales), y, para eso, cada miembro tenía que aportar todo lo material que poseía. Por la noche, tras una discusión, vi a Timur estudiando páginas web con anuncios y calculando cuánto obtendría si vendiera todas sus pertenencias.

Durante el verano, muchos rituales se llevaban a cabo al aire libre: la gente iba al bosque, hacía enormes hogueras, se servía té y hablaba de asuntos actuales. Después de las conversaciones sobre la comunidad, cada uno comenzó a hablar sobre aquello que podía vender y qué contribución realizar. Algunos, en ese mismo momento, comenzaron a dar todo lo que tenían en sus billeteras. Fue allí cuando me di cuenta de que mis fuerzas vitales no eran suficientes para esa lucha, y desaparecí de la vida de Timur y de sus nuevos amigos.

Cómo mi amiga decidió vender felicidad

En la actualidad existe otro tipo más común de sectas que está experimentando su renacimiento y al que se dirigen tropas en masa, tanto personas muy jóvenes como aquellas que ya han presenciado la aparición de estafas piramidales y del mercadeo en red. Hace muy poco estuve de visita en casa de una amiga, Elena, quien se había tomado unas vacaciones de 2 semanas y anunció con orgullo que había renunciado a su trabajo porque había encontrado el puesto de sus sueños. Al ver botes “con polvos mágicos” en su departamento me di cuenta de que mi amiga había dejado un buen empleo por una actividad, cuanto menos, dudosa.

A Elena le gustaba el hecho de que, en su nuevo lugar de trabajo, todo el mundo le prestaba atención. Los jefes, quienes “la cuidaban mucho”, no se cansaban de recordarle que toda la energía y los recursos debían invertirse en uno mismo primero, y entonces el universo te devolvería todo por partida doble. Por eso, ella se compró una gran cantidad de productos de esa compañía, se metió en préstamos y persistentemente intentaba convencer a todos sus amigos y familiares para que empezaran a utilizar esos productos “milagrosos”.

Al igual que en el primer caso expuesto, en esos seminarios hablaban de personas que se habían curado y, como un bono agradable (ya que trabajar en una empresa así ya era pura felicidad en sí mismo), los jefes mostraban sus extractos bancarios, insinuando que a todos les esperaban grandes beneficios. Además, Elena, por alguna razón, estaba convencida de que ahora trabajaba exclusivamente para sí misma y no “para otros”. ¿Qué venden realmente estas empresas? La confianza ciega de haber sido elegido y la fe de las personas que han encontrado riquezas incalculables que muchos tontos no perciben pese a estar frente a sus narices.

En qué se diferencia una secta de un grupo con intereses comunes

A primera vista, puede parecer que anteriormente expuse dos historias diferentes, pero ambas describen perfectamente el funcionamiento clásico de las sectas:

  • La persona se aleja de su mundo habitual y de su entorno familiar a favor de una nueva afición, y no puede continuar estudiando o trabajando como antes.

  • Las doctrinas pueden ser perjudiciales para la salud: dietas estrictas, medicina alternativa, limitaciones del tiempo de sueño, etc.

  • Se te pide que trabajes para la organización: traer nuevas personas al grupo, difundir información de diferentes maneras y similares.

  • La sinceridad es un requisito: la vida de las personas dentro de la secta está estrictamente controlada, desde la alimentación y el sueño, hasta las relaciones íntimas.

  • Cultivo de una elevada autoestima: se convence a la persona de que es especial.

  • La crítica a la ideología, aunque no oficialmente, está prohibida: los rituales y el hambre están diseñados para hacer que la persona tenga menos ganas de pensar y hacer preguntas.

  • Todos los creyentes experimentados hablan con frases memorizadas. Puedes darte cuenta de que la persona está por completo metida en una secta por sus palabras: “No viviste tu miedo (o cualquier otra emoción), por eso tuviste un estancamiento en la linfa”, “los alimentos nocivos provocan una acumulación de toxinas y carcinógenos”, “para ganar millones al mes, tienes que dejar de apegarte al dinero”.

¿Es posible salvar a una persona si ya se “siente especial”?

Como pasa con cualquier adicto, no será posible sacar a una persona de una secta si esta no lo desea. Si a veces logras ver unos destellos de conciencia, en esos momentos debes acudir a un especialista. Pero si la persona está completamente alejada de la realidad y su afición te preocupa, entonces es mejor retirarte y apartarte. Se desaconseja encarecidamente, incluso por puro interés, asistir a tales reuniones. El hecho de que no sucumbí a la influencia fue cuestión de puro azar y suerte: no pongas en peligro a tu propia mente.

Existe la posibilidad de que tu ser querido se decepcione por cuenta propia de las doctrinas o la secta pierda su interés en él. En este caso, no menosprecies el problema y apóyalo: cuando las personas abandonan la secta, regresan al mundo en el que ya habían perdido amigos, arruinaron relaciones familiares y abandonaron sus empleos.

Qué personas son más vulnerables

Según mis observaciones, las personas en las sectas se dividen en 3 tipos: mentalmente enfermas, aquellas que anhelan obtener beneficios y otras que demandan atención por parte de los demás. Uno de los mitos es que las personas entran en una secta en un período difícil de su vida. No, no es así. A estas ingresan tanto personas infelices como felices. Te recomiendo que prestes atención al estado mental de tus seres queridos si comienzan a creer que los suplementos dietéticos, infusiones, el veganismo y otros métodos alternativos de tratamiento pueden reemplazar a un médico y que todos necesitamos asistir a ciertos seminarios.

¿Alguna vez te invitaron a esta clase de reuniones dudosas? ¿Has vivido una experiencia de este tipo? Cuéntanos en la sección de comentarios.

Comentarios

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Hay q estar bastante debil psicológicamente para caer en estas sectas, son extremadamente peligrosas

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