9 Razones que revelan por qué los padres buenos crían hijos malos

Psicología
hace 4 años

Hace poco, tuve una hija, y este alegre acontecimiento casi me llevó a la depresión más profunda. Me asusté por la posibilidad de echar a perder su vida, educándola de una manera errónea. Ante mis ojos aparecieron los recuerdos de mi padre y mi madre. Se les podría calificar de buenos padres. Trabajaban duro para que yo no pasase hambre, tuviera ropa y estuviera sano. Pero a su vez, me exigían que cumpliera sus expectativas a rajatabla. Me resistía y, puede ser, acabé siendo un mal hijo. Crecí completamente de manera diferente a lo que ellos querían. Y hay miles de esos niños como yo.

Pero, lo más probable, nuestros padres simplemente quisieran ser un ejemplo a seguir y educar a hijos maravillosos. Puedo asegurar que no resulté ser tan bueno como ellos anhelaban. Y en nombre de este “mal hijo”, estoy dispuesto a compartir con los lectores de Genial.guru nueve razones debido a las cuales, incluso en una buena familia, todo puede no salir según lo previsto.

Intentos de controlar por completo la vida del hijo

Los padres llegan a tener un control sobre su hijo, exclusivamente, buscando solo lo mejor. ¿De qué otra manera se podría asegurar completamente la vida de tu pequeño si alrededor reina un caos total? Hace falta ordenarlo. Establecer las normas y los límites. Esto es lo que trataron de hacer mis padres. Tenía prohibido quedarme hasta muy tarde en casa de mis amigos y estaba obligado a acostarme temprano y hacer los deberes escolares todos los días durante al menos tres horas. Me elegían la ropa, la música, los pasatiempos... Pero, quizás, mi ejemplo no sea el peor.

Es mucho peor la situación de una chica de 16 años en Inglaterra. En Quora, citó un total de 23 puntos que demuestran que sus padres traspasaron todos los límites en sus intentos por educar a una buena hija.

Esta joven escribe que, a primera vista, ella es completamente normal, contenta con su vida, pero en realidad se siente prisionera en su propia casa. Y, por desgracia, tiene sus razones para pensar de este modo:

  • Hasta hace poco, no tenía un teléfono inteligente. Recibí el antiguo iPhone 4 de mi madre porque obtuve excelentes calificaciones en los exámenes. Puedo usarlo durante 30 minutos al día. Y hacer deporte tan solo 20 minutos al día.

  • No tengo vida personal. Tengo prohibido quedar con mis amigos excepto una vez en Navidad y tres veces durante las vacaciones. Nada de novios: estudio en una escuela para chicas y el 99 % del tiempo no veo chicos. Por toda la casa, hay instaladas cámaras de vigilancia. No sé dónde se ubican exactamente y, si intento de averiguarlo, me castigarán por ello.

  • Tengo cuentas en Instagram y Facebook, pero mis padres tienen acceso a ellas, también a los mensajes privados. Incluso si cambio las contraseñas, ellos las restablecen y vuelven a entrar. Revisan a diario, mi historial y bloquean todos los sitios web “poco fiables”.

  • Si cometo al menos un error en los exámenes de la escuela, eso es una vergüenza. Tengo que estudiar cada día, incluso estando de vacaciones. Ni siquiera puedo relajarme y estar sola en el cuarto de baño. Mi madre siempre está detrás de la puerta y debo hablar con ella. Ella y yo dormimos juntas en la misma cama, mi padre, en esta misma habitación. Me acuesto siempre a las 22:30.

¿A qué lleva todo este control? Los padres se quedarán sin nada, y ella se verá sola en un mundo grande, sin estar preparada en absoluto para llevar una vida independiente. ¿Por qué estoy tan seguro de esto?

Hasta los 18 años, no sabía qué música me gustaba y cuál era mi grupo favorito: mis padres elegían por mí lo que debía escuchar, lo que tenía que ver. No he visto una sola comedia estadounidense para adolescentes. Pero, en los últimos años de la escuela, entendí cómo debía engañar a mis familiares, por poco repruebo los exámenes finales y de ingreso a la universidad, no pude obtener una beca para esta y todavía no estoy seguro de haber elegido en aquel tiempo una profesión correcta. En pocas palabras, descubrí que no estaba preparado para llevar una vida independiente. La importancia del apoyo por parte de los padres es obvia, pero no vale la pena exagerar con esta.

Demasiadas expectativas depositadas en el hijo

Bajo ningún concepto, quiero decir con esto que mis padres son malos. Son personas cariñosas que te cuidan. Y ahora, al fijar la vista atrás, veo muchos momentos felices. Simplemente, querían algo diferente de mí: en su mente existía una imagen de cómo sería yo y, por desgracia, no siempre coincidía con aquello que quería de la vida yo mismo.

Desde mi infancia, soñaba con estudiar artes marciales, pero desde los 4 años de edad aprendía a esquiar. Cuando decidieron llevarme a un conservatorio, les dije que quería aprender a tocar el violín. Pero mis padres creyeron que de mí saldría un pianista de jazz. En fin, no aguanté ni un año aprendiendo a tocar el piano. Fruto de esto, toco un poco la guitarra y todavía sueño con tocar un violín. Pero ahora ya no puedo encontrar tiempo para esto.

Ausencia de elogios y elevadas exigencias

Mis padres, en toda mi vida, nunca me alabaron. Frases del tipo “¡Bien hecho!”, “¡Excelente!”, “¡Qué bueno eres!”, probablemente, desaparecieron de su vocabulario por y para siempre. En vez de estas, lo que a menudo oía era algo del tipo “No está mal, pero te has equivocado aquí y ahí debías hacerlo así, y en fin...”.

Mis padres creen que un elogio no puede soltarse sin estar acompañado de una crítica constructiva. Siempre están convencidos de qué se podía haber hecho mejor, están ansiosos por señalar mis errores y darme algunos consejos sobre cómo corregirlos. Incluso cuando, en mi infancia, simplemente quería oír de ellos eso de “bien hecho”. En algún momento, dejé de hacerlo todo. ¿Para qué intentarlo si, en todo caso, no obtienes recompensa alguna?

A un niño, cuyos padres están constantemente descontentos con sus resultados, le será difícil vivir en armonía consigo mismo y disfrutar de la vida. Esto ya lo han demostrado los investigadores. Se descubrió que los niños que se enfrentan a una presión excesiva en el seno de la familia son más propensos que otros a hacerse daño a sí mismos. También, los hijos de padres exigentes, más a menudo, sufren de un dolor de cabeza crónico.

Prohibiciones como la única manera de controlar al niño

Dado que el niño no trata de cumplir las exigencias de sus padres, es necesario motivarlo adicionalmente. “No recibirás un juguete nuevo si no recoges”, “No irás al cine si no obtienes un sobresaliente en este examen”. Los padres se vuelven demasiado estrictos por necesidad. Los míos estaban literalmente obsesionados con las buenas calificaciones. Si sacaba un aprobado raso o una nota algo más alta que esta, me quedaba sin regalo de cumpleaños. Además, era sometido a reprimendas escandalosas, miradas enojadas y de decepción.

En aquella época, pensaba que ya no podía ser peor. Pero ahora ya sé que me equivocaba. Basta con leer el mensaje de otra usuaria de Quora. Los esfuerzos de sus padres provocaron la situación de que la joven, por su cumpleaños, no quisiera un juguete nuevo o un viaje a un parque de atracciones, sino, simplemente, un poco de tiempo libre.

“¡Feliz cumpleaños!” Te damos un regalo muy especial... LIBERTAD. Tienes exactamente 168 horas, a partir de este momento, para hacer todo lo que quieras, sin pedir permiso. Con amor, papá y mamá".

Pero está demostrado que la severidad excesiva y los castigos provocan retrasos en el habla de los niños, el pico de este se produce a la edad de 5 años. Pero, lo más importante, tan pronto como el niño aprenda a esquivar las prohibiciones, los padres perderán el único medio de control que saben utilizar. Aprendí a ocultar la verdad al llegar a los 16 años y esta joven quedó 2 años por delante de mí:

“Tengo unos padres muy estrictos y, en cuanto cumpla los 18 años, haré todo lo posible para irme de casa. Mientras tanto, estoy obligada a cumplir numerosas normas que realmente no funcionan. Tenía prohibido salir con los chicos, pero ya lo hacía desde los 14 años. Soy musulmana y tengo que llevar ropa holgada y un hijab en todas partes, salvo en casa, pero simplemente me cambio y me pongo un top y jeans cortos en cuanto llego a la esquina. Escapo de casa después de irme a la cama a dormir y encuentro maneras de ganar dinero para gastarlo en aquello que me interesa. Y mientras tanto, oculto con éxito todo esto a mis padres. Los padres estrictos crían a hijos viles”. © Adiba Chowdhury / Quora

Métodos de crianza tradicionales

Básicamente, castigos físicos, gritos e ignorar al otro. El niño debe percibir a sus padres como personas cercanas a los que puede confiar lo más íntimo y no tener miedo a los gritos, ni a los sermones, ni a las manos, además ya sé que los castigos físicos tienen solo consecuencias perjudiciales. Y no solamente las psicológicas, también fisiológicas.

A mí, por ejemplo, una vez me azotaron, también recibí un golpe en la oreja, mis cosas fueron tiradas contra la pared. Así que desde que tenía unos diez años, simplemente, dejé de contarle cosas a mis padres. Y hasta ahora me cuesta superar este bloqueo.

Es curioso, pero recurrir a la fuerza revela la impotencia por parte de los padres. También resulta inútil dar sermones: el niño copia el estilo de vida de su familia, lo educa el ambiente en el que se encuentra. La mayor motivación es un ejemplo personal.

Convertir las tareas domésticas en objeto de negociaciones

“Si friegas los platos, tendrás 1 USD”, “Si vas a la tienda, podrás quedarte el cambio”, “Ordena la habitación y te compraremos un reproductor de audio”, quizás, muchos de nosotros hayamos oído algo por el estilo. Esto funciona hasta que llegue a un límite. Después, en cada misiva, el pequeño comienza a buscar los beneficios, se vuelve mimado y caprichoso.

En mi infancia, mi padre me pagaba 1 USD cuando sacaba la basura. Limpiando, también ganaba 1 USD. Pero un día, me dijo ya era mayor y dejó de pagarme. Entonces, monté un escándalo. Fue un shock, un palo, llámalo como quieras, pero simplemente no llegaba a comprender cuál había sido mi error, qué había hecho mal.

El niño debe tener sus quehaceres personales, los cuales, realiza desinteresadamente. ¡Si tú no le pides dinero por la comida cocinada!

Ambigüedad de requisitos y amenazas con una acción imposible de realizar

Hoy, se permite, mañana, no, y pasado, otra vez está permitido. Mi madre prohibía todo lo que no le gustaba. Mi padre, a veces, permitía un poco más. Finalmente, me di cuenta de que “no” a veces puede transformarse “bueno, sí”, y comencé a poner a prueba la paciencia de mis padres. Todo esto provocó nuevos escándalos y lágrimas. Mis padres cedían más y yo, simplemente, repetía aquello de: “La última vez, ustedes me lo permitieron”. Es imposible insistir en algo cuando amenazaste con una consecuencia que no puedes llevar a cabo. Además, los científicos han encontrado una relación entre los métodos inconsistentes de educación y los riesgos de desarrollar psicopatía en los niños.

Así que ahora, siendo recién padre, decidí en mi caso reducir la cantidad de las prohibiciones al mínimo. Simplemente, me imagino que el niño me pide algo y si, al menos, por un segundo, puedo permitirlo, entonces se lo permitiré. Pero si le prohíbo algo, eso ya es definitivo. Y espero que mi hijo tome mis decisiones con calma, al igual que este joven de Quora.

En su familia, hay muy pocas cosas que no están aceptadas. Pero si algo ha sido terminantemente prohibido, entonces es mejor ni intentar hacerlo. Por ejemplo, teñir el cabello de un color llamativo. El chico trató de hacer trampas, pero finalmente se vio obligado a volver a teñir su cabello bajo la supervisión de su padre. Y por ello, el niño ni siquiera se enfadó porque, en el fondo, entendía que hacía, precisamente, una de estas pocas cosas que sus padres le prohíben.

Existe una sola opinión correcta: la de los padres

Todavía lucho contra esto. Mis padres, literalmente, tienen su opinión para todo: de qué tengo que trabajar, qué tengo que llevar y comer. Incluso ahora, cuando tengo 30 años y estoy casado, ni una sola conversación queda libre de sus criterios morales. Y para mí, cada vez, es más sencillo no llamarlos ni ir a visitarlos. Pronto, llegará el momento en que nos veremos tan solo una vez al año.

Hasta la edad de 14 años, aceptaba todo, pero después decidí que había llegado la hora de contraatacar, que es lo que sigo haciendo hasta hoy día. Gané la batalla de mis estudios eligiendo una materia de letras, haciendo snowboard en vez de esquí, que tanto ellos adoraban, también tuve que pelear por casarme con mi esposa. Cada encuentro con ellos termina con un intenso debate y resentimiento. Lo más triste es que simplemente no oyen mis argumentos. Para mi hija no quiero algo así.

El deseo de mantener el status quo

Cada padre tendrá que asimilar el hecho de que su hijo va creciendo y algún día se convierte en un adulto, saldrá de casa y comenzará a vivir por cuenta propia. En mi opinión, la principal tarea de los padres consiste en preparar a su hijo a una vida independiente. Y si lo han conseguido, entonces ustedes son unos buenos padres.

Pero los míos, nunca llegaron a aceptar esto. Llevo sin vivir con ellos ya 15 años. Tengo una esposa y una hija, pero mis padres parecen no entenderlo. Esperan que los llame a diario y pase con ellos todos los fines de semana. Pero, simplemente, no tengo energías para ello. Llegamos a un punto en el que simplemente finjo estar enfermo o de manera deliberada me llevo una parte del trabajo para el fin de semana solo para quedarme en casa. Y esta mentira me hiere: negarles la visita, cada vez, sintiéndome un traidor. Es más sencillo, cortar la comunicación por completo. Espero que nunca llegue a algo así con mi hija.

Al igual que las demás cosas mencionadas anteriormente, quiero mucho a mis padres, pero todavía no soy capaz de decírselos y ellos no son capaces de reconocer que no criaron a un hijo tan malo. Espero que tú no tengas problemas con tu familia. Y si los tienes, compártelos. Quizás, juntos, podamos encontrar una solución.

Comentarios

Recibir notificaciones

Las 9 razones aquí expuestas no son de "buenos padres", talvez sean de buenas personas

-
-
Responder