21 Momentos llenos de bondad que lograron conmover hasta a los corazones más fríos

Historias
hace 2 años

Aunque a veces pareciera que la vida nos tiene tan ocupados que no vemos más allá de nuestros problemas, hay quienes se toman un momento para darle un empujoncito al día de otra persona. Estas acciones desinteresadas, aunque sean pequeñitas, nos ayudan a recordar que siempre podemos crear un impacto positivo en la vida de alguien más.

En Genial.guru celebramos los actos bondadosos que la gente realiza incluso con desconocidos, y compartimos contigo las historias que nos recuerdan cómo una buena acción siempre deja huella.

  • Recuerdo una vez que iba en el camión para mi universidad y me quedé dormida porque ese día me había desvelado. La persona que iba a mi lado, al llegar a la parada justo en la universidad, me tocó el hombro para despertarme y me dijo: “¿Usted no se queda aquí? Ya llegamos a la universidad”. Miré por la ventana para verificar, luego le di las gracias por haberme despertado y me bajé. Le agradezco a esa personita que me despertó, porque no sé a dónde habría ido a parar. © Karen Avalos / Facebook
  • Hace algunos años me bajó la presión y me desmayé en el metro. Una señora y una chica más joven tomaron mi bolsa y mi celular y no se separaron de mí, le hablaron a mi esposo y me dijeron que no me dejarían hasta que él llegara, ya que alguien podría robar mis cosas. Me llevaron en camilla a la jefatura del metro y las chicas nunca me dejaron hasta que llegó mi esposo y le entregaron mis cosas. No pude agradecerles, ya que yo despertaba y me volvía a desmayar. Si me leen, gracias por haberme ayudado cuando estaba vulnerable. © Brisa Toribio Ruiz / Facebook
  • Una vez yo venía en motocicleta y por la lluvia se hizo barro en el piso, así que las llantas de la moto quedaron todas embarradas. Me quedé sin poder moverme y, para colmo, entré al canal de desagüe. Todos pasaban y solo me miraban, pero un vecino me vio y le dijo al pasajero con el que venía: “Bájate y ayúdala”. Así fue como sacó la moto y me llevó hasta mi casa. Le deseo que siempre le vaya bien. © Lidia Corani Alvarez / Facebook
  • Estaba en la universidad y le habían diagnosticado ELA a mi papá. Él era el único pilar económico de casa, por lo que mi hermana y yo tuvimos que buscar trabajos de medio tiempo al mismo tiempo que estudiábamos. Las cosas se complicaron conforme avanzó la enfermedad, ya que demanda un gran presupuesto económico para una correcta atención médica, y esto ocasionaba que a veces solo tuviera dinero para mis pasajes. En un momento, una compañera de clase se enteró de mi situación familiar y comenzó a colocar pequeños desayunos en mi mochila; lo hacía sin que me diera cuenta. Yo lloraba cada vez que veía comida en mi bolso. Le estoy infinitamente agradecida, porque a veces era lo único que comía en todo el día. © Elizabeth Bernal / Facebook
  • Un día iba con mis hijos a comer una pizza. Llevaba el dinero justo para comprarla, pero mientras la esperaba, vi a una señora que observaba su coche; al acercarme me di cuenta de que tenía una llanta ponchada. Le dije que la ayudaba a cambiarla y aceptó. Lo hice en unos minutos, me preguntó cuánto era y le dije que nada. Se metió en su casa, después salió y me dijo: “Sé que no me cobraste nada, pero te dejo unos dulces para tus hijos”. Me los dio en la mano y me guiñó el ojo: eran dos chocolates y un billete de 100 pesos. Con eso nos alcanzó para comprar un refresco para los tres y tuvimos chocolates de postre. © Isra Hdez / Facebook
  • Cuando era estudiante tenía el dinero exacto para mi desayuno, y tenía mucha hambre. Compré una torta y el plato se me cayó al piso. Un perrito que tenía tanta hambre como yo rápidamente la tomó con su hocico. Un maestro me observaba y enseguida vino y me compró otro desayuno. Recuerdo mucho ese momento, y estoy eternamente agradecida por ese buen profesor. © Teresita Rodriguez / Facebook
  • En una ocasión fuimos a la playa a ver la hoguera de San Juan y luego queríamos ir a la feria. Éramos dos chicas de unos 20 años, era imposible tomar un taxi y caminando estaba a muchos kilómetros. Pasó una mami con su hija pequeña en el coche y creo que imaginó lo que nos pasaba. Se paró y nos dijo: “¿No tienen cómo ir a la feria?”. Le dijimos que no y nos dijo que nos subiéramos, que ella nos llevaba. Fue nuestra salvadora. © Esther Lara / Facebook
  • Mi hermano y yo teníamos unos 10 años, mi hermana, 6. Mi mamá nos envió con mi papá a que nos diera dinero para la comida. Nos dio el dinero justo para el camión, con tanta mala suerte que tomamos uno equivocado. Nos dimos cuenta cuando estábamos muy lejos de la casa de mi papá. Cuando los pasajeros del camión se dieron cuenta, hicieron una colecta y nos dieron indicaciones de qué autobús tomar. El dinero que juntaron cubría tres veces el valor que necesitábamos. Estábamos tan nerviosos que ni les agradecimos por lo que hicieron, pero hasta este día les agradezco de todo corazón. © SA Nev / Facebook
  • Cuando era niño éramos pobres en extremo. Una vez yo veía a todos mis amigos jugando a los trompos, cuando un chico que pasaba por ahí me dijo: “¿Y tú por qué no juegas? ¿No sabes?”. Le dije que sí, pero que no tenía trompo, y sacó un billete y me dijo que fuera a comprarme uno. Es un gesto que me marcó la vida. © Juan Jose / Facebook
  • Mi esposo y yo viajamos a un desierto en California, yo estaba embarazada de ocho meses. Llevamos a nuestra hija de 3 años con nosotros y se nos estropeó el carro en medio de la nada. Un alma bondadosa nos llevó a una estación de autobús que estaba a media hora de camino. Después intentamos pagar y las máquinas no funcionaban, resulta que ese día era festivo y no había autobuses. Sentíamos que la noche llegaba y el mismo hombre regresó a buscarnos porque se enteró de que ese día no había autobuses. Nos llevó hasta donde estaba nuestra camioneta y a la mañana siguiente nos recogió de nuevo y nos llevó a la estación para un viaje de tres horas de regreso a casa. Fue una pesadilla, pero tuvimos a un ángel que nos cuidó. © TN Val / Facebook
  • Justo la Navidad que acaba de pasar, no tenía mucho dinero para el regalo de mi hijo y Dios puso en el camino a una familia que nos invitó a su casa, nos dio la cena y muchos regalos, hasta para mí. © Erika Ivonn / Facebook
  • Cuando tenía 17 años, me fui a vivir a una nueva ciudad para continuar mis estudios. Recuerdo que una vez regresaba a casa ya de noche y me pasé una parada de mi destino. Me bajé muy asustada; cuando el autobús se alejó, me quedé en la completa oscuridad y las luces de la ciudad se veían muy lejanas. Decidí comenzar a caminar para regresar a mi destino y un joven de más o menos 25 años apareció a mi lado y me dijo: “Esta zona es muy peligrosa, te acompaño, toma el autobús al otro lado de la calle”. Por algún motivo me sentí segura. Cruzamos la calle, vino el autobús y el joven le dijo que me dejara en la siguiente parada y le pagó. Cuando estaba arriba del autobús, me giré para darle las gracias y ya no estaba. © Annie Ramos Ramos / Facebook
  • Hace muchos años, mi hijo estaba internado en un hospital y la cuenta me la cobraban por semana. Yo empecé a trabajar haciendo limpieza, era mi primera semana y la chica de la casa me preguntó: “Te veo muy preocupada, ¿qué te pasa?”. Por vergüenza no le quería decir, pero insistió y se lo conté; me preguntó el nombre de mi hijo, del hospital y hasta ahí todo normal. Al siguiente lunes fui a la caja y me dijeron que pasara a trabajo social, yo pensé que me iban a subir la cuenta. Cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que estaban dos semanas pagadas. Pregunté quién las había pagado y solo me dijeron que no quiso dar su nombre, que era una chica rubia muy bonita. Yo estuve pensando quién era hasta que dije: “Sí, fue Gaby, quién más”. Le pregunté directamente y me dijo: “Yo no sé nada, no sé de qué me hablas”. Nunca lo aceptó, pero yo sé que fue ella. © Juana Juárez Carmona / Facebook
  • Hace un año fui al banco con mi esposo, y él me estaba esperando lejos de la fila. De pronto me sentí mal, se me bajó la glucosa y pensé que me iba a desmayar. Mi esposo vino corriendo y no sabía qué hacer, no teníamos dinero para comprar nada, por eso estábamos en el banco. Buscó a alguien que pudiera ayudarle, había un restaurante de comida china cerca y le pidió a una chica que le diera un jugo para poder llevármelo. Ella se lo dio sin pedirle que pagara por él. Cuando me sentí mejor, pude pasar a cobrar mi cheque y regresamos a pagar el jugo, pero ella, muy amable, no quiso aceptar el pago y me dijo que esperaba que me encontrara mejor. © Karen Saenz / Facebook
  • Fui de viaje de trabajo a Mérida y pedí un auto para que me llevara a mi destino. Sin embargo, los taxistas del aeropuerto no me dejaron abordarlo, porque querían que yo me fuera en un taxi de su base, que estaba al doble de precio. Muy molesta, dejé que se fuera el auto. Un señor que lo vio todo se acercó y me dijo que él me podía acercar a mi destino, puesto que había ido a dejar a un familiar. Acepté pensando que con que me sacara del aeropuerto ya podría yo pedir otro auto, pero no lo permitió y me dejó a solo unas cuadras de mi trabajo y sin aceptar ni un peso. © Verónica Aké / Facebook
  • Una vez que viajábamos a una boda en otra ciudad, nuestro viejo auto se detuvo. Era un lugar en las afueras de la ciudad a donde teníamos que llegar. Salió una familia de la casa donde se detuvo nuestro auto y nos ayudaron a meterlo en su propiedad; nos dejaron cambiarnos en su casa y nos llevaron a la iglesia donde se estaban casando los novios. Llegamos al final de la ceremonia. En la fiesta nos hicimos amigos de un invitado que era mecánico, dormimos en su casa y al otro día nos arregló el auto y volvimos sanos y salvos. Aún no puedo creer que todo se haya solucionado así. © Maria Violeta Rivera / Facebook

¿Cuál fue el momento en que recibiste ayuda de un extraño justo cuando la necesitabas? ¿Cuándo fue la última vez que le brindaste ayuda a alguien que no conocías? Déjanos tus historias en los comentarios.

Comentarios

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Me gustó mucho la historia de la Navidad en la que la familia pobre tuvo de todo gracias a otra familia :)

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