Mi padre se casó en segundas nupcias con mi mamá. Ella era muy joven, pero mi papá no. Recuerdo la última vez que él estaba en el hospital, yo tenía 23 años y él ya tenía 67, el médico me preguntó si era mi abuelo! a los pocos días falleció. Cuando nació mi hijo, me entristecía pensar que no conoció a su abuelo. Por cierto, soy la mayor, así que cuando papá murió mis hermanas tenían 22, 20 y 19 años. Después que falleció fue un tiempo muy difícil, pues mamá que tenía 50 años, regresó a trabajar en otra ciudad y nos dejó solas. Podemos decir que él tuvo 4 hijas tardías y una viuda muy joven.
Fui una hija tardía y te contaré por qué decidí no dar a luz después de lo 40
Últimamente, nos dicen en todas partes que no debemos tener miedo a dar a luz a ninguna edad: desde los 16 años hasta el infinito. Como ejemplo de maternidad consciente en la edad adulta, señalan a estrellas como Monica Bellucci y Halle Berry, quienes logran combinar la maternidad tardía con su carrera y lucir deslumbrantes al mismo tiempo. Pero no suelen aclarar que afrontar noches de insomnio a la edad de 40+ años puede ser más difícil para las mujeres comunes que no tienen niñeras, institutrices y servicio de limpieza a su disposición.
En Genial.guru también queremos hablar de otro aspecto de la maternidad a edad “avanzada” que muchos pasan por alto: cómo se sienten los hijos “tardíos” y cómo viven en general.
Mamá me dio a luz tarde, según los estándares de aquellos tiempos: ella tenía 35 años, mi papá, casi 40. Los parientes giraban el dedo en la sien: pronto tendrían nietos, pero estaban por tener un bebé. Los vecinos susurraban que así mi madre trataba de evitar que mi papá se fuera con alguna joven (era un hombre guapo). Pero el secreto del embarazo tardío resultó ser diferente: mis padres siempre habían soñado con tener 2 hijos y durante mucho tiempo yo “no les salía”. Durante tanto tiempo que la diferencia con mi hermana mayor fue de 15 años.
Mamá y papá me parecían perfectos: rara vez levantaban la voz, me permitían experimentar con mi apariencia y tomar decisiones por mí misma. Pensaba que siempre habían sido así, pero no: mi hermana mayor recuerda que en su infancia mamá podía tener una rabieta, papá desaparecía a menudo en el garaje con sus amigos, y no le permitieron a mi hermana teñirse el pelo hasta que fuera mayor de edad. Para cuando yo nací, las pasiones se habían calmado y recibí como padres a personas completamente diferentes.
Amo a mi mamá y a mi papá (que hace mucho que ya no están con nosotros) con todo mi corazón y creo sinceramente que tuve una infancia feliz. Pero cuando hace un par de meses mi esposo y yo pensamos en tener un segundo hijo, me di cuenta de que estaba experimentando sentimientos encontrados: como madre, estoy segura de que es normal dar a luz a los 40+, pero como una hija “tardía”, creo que las cosas no son tan simples. Y he aquí el por qué.
“Tu abuela vino por ti”
De pequeña, no pensaba en el hecho de que mis padres eran “viejos”. Sí, nunca había visto a mi madre sin arrugas y a mi padre sin canas, pero para mí siempre fueron así. Recuerdo la primera vez que experimenté un desconcierto y una vergüenza ardientes, cuando en el kínder una compañera me gritó: “¡Tu abuela vino por ti!”. Y yo me di la vuelta y vi a mi madre. Y noté cómo sus ojos se entristecieron instantáneamente y las comisuras de sus labios se cayeron.
Fue la primera vez que pensé que mi madre realmente parecía mayor que los padres de mi compañera y las jóvenes maestras. Y me sentí incómoda. Puedo imaginar lo desagradable que fue escuchar algo así para mi madre, porque si bien los adultos solían guardar silencio con tacto, los niños, con toda su espontaneidad, decían la verdad. Cabe señalar que momentos así suceden en la vida de muchos niños “tardíos”.
- Cuando nací, mi madre tenía 42 años y mi padre 48. Todos los confundían con mis abuelos. Me perseguía constantemente el miedo a que mis padres murieran, porque me parecían muy ancianos... A mis 8 años, mi madre ya se había jubilado. Las madres de mis compañeros de clase eran jóvenes, y la mía era jubilada. Los envidiaba. No voy a tener hijos a esa edad. © Vika Fedotova / Facebook
- Cuando nací, mi madre tenía 42 años y mi padre casi 50. En la escuela, me daba mucha vergüenza tener padres tan viejos: estudiaba lo mejor que podía con tal de que no los llamaran a la dirección. Recuerdo que en el 10.º grado salí con mis amigas, todas estábamos muy arregladas. Y nos cruzamos con mi madre, que dijo con alegría: “¡Hola, hija!”. Asentí levemente y seguí caminando. Probablemente, mi mamá lo entendió todo. Todavía me avergüenzo de este acto, porque en realidad mi papá y mi mamá son los mejores del mundo. Eran.
- Soy una hija “tardía”. Desde pequeña odio a los que se meten en mi vida con preguntas estúpidas: “¿Es tu abuela?”, “¿Es la madre de tu mamá o de tu papá?”. o “¿Cuántos años tiene tu abuela?”. Que los lleve el diablo. ¡Es mi madre y es la mejor! © Oídoporahí / VK
“Juguemos a algo tranquilo”
Mis padres me dedicaban mucho tiempo: mi mamá me enseñó a coser, a tejer, a cocinar y con mi padre hacíamos juegos mentales. Era genial, pero igual estaba terriblemente celosa de mi vecina que se iba de excursión, a esquiar y participaba en las competencias familiares de la escuela con sus jóvenes padres. Yo también quería compartir aventuras con mamá y papá, pero ellos no tenían ni la fuerza ni el deseo para este tipo de actividades.
Por supuesto que todo depende del estilo de vida de cada uno: hay padres jóvenes a los que les encanta tumbarse en el sofá, y también hay personas mayores que conquistan bosques, mares y montañas. Pero, en general, es difícil discutir el hecho de que a los 20 años tenemos más fuerza y energía que a los 50. Y los niños quieren correr y saltar con mamá y papá, y no solo con sus amigos.
- Cuando mis padres eran jóvenes, eran muy activos. Hacían senderismo, kayak, jugaban al baloncesto. Mi hermano mayor creció en ese ambiente: con carpas, comida hecha en una fogata, torneos deportivos. Pero yo soy una hija “tardía”. Cuando nací, mamá y papá tenían más de 40 años y eran completamente diferentes. A mi madre le encantaba tejer, mi padre resolvía crucigramas, mientras que los deportes y las aventuras ahora solo se miraban por televisión. Realmente envidio a mi hermano mayor.
Es muy interesante, pero no se entiende nada
El mundo está cambiando a una velocidad cósmica. Los jóvenes dominan al instante las cajas de autoservicio, la entrega de comida a domicilio, los teléfonos inteligentes y otros avances tecnológicos, pero la generación mayor tiene más dificultades con eso. Es difícil para los hijos “tardíos” estar en la misma sintonía con sus padres, porque estos últimos, en su mayoría, simplemente no se mantienen al día con la realidad que cambia rápidamente.
Hace mucho tiempo que mi mamá necesita dominar la banca móvil, pero aún no puede desprenderse de su tarjeta. Y nunca “estuvo de acuerdo” con un lavavajillas y una aspiradora robótica. A ella no le gusta el hecho de que a mis 40 años use tenis y jeans rotos y trabaje de forma remota (“¿Siquiera es un trabajo? ¡El trabajo es un lugar al que tienes que ir!”). Y, a veces, compre comida preparada. Nos cuesta encontrar un lenguaje común, y sólo el amor nos reconcilia de alguna manera. Pero no todos lo logran.
- Soy una hija “tardía”. Tengo 20 años, mis padres tienen cerca de 60. Casi todas sus conversaciones son sobre cuán pronto morirán, aunque todavía tienen para vivir y vivir. No entienden mis aficiones en absoluto. Piensan que un CD con las canciones de algún artista es el mejor regalo de cumpleaños. Se visten como ancianos, no quieren ni oír hablar de renovar su guardarropa o que yo les regale algo. Realmente parecemos una nieta y sus abuelos. A veces incluso me avergüenzo de llamar a mi madre “mamá” frente a mís amigos. © Habitación n.º 6 / VK
“¿Y si pasa algo?”
Desde una edad temprana, a menudo escuchaba a mi padre decir: “Ojalá alcance a verte terminar los estudios, entonces ya podré morir tranquilo”, y los constantes pedidos de mi madre a mi hermana: “Si nos pasa algo, no la dejes sola”. Desde pequeña sabía que mi madre tenía corazón débil y mi padre, problemas de presión, así que trataba de no disgustarlos: estudiaba bien, no me juntaba con “malas compañías”, llegaba temprano a casa.
Tuve que madurar muy rápido. Cuando mis amigos de la universidad se juntaban hasta la madrugada o hacían dedo para viajar por todo el país, yo trataba de ver cómo enviar a papá a un sanatorio o tener tiempo para llevar caldo al hospital para mamá antes de mi primera clase del día. Recuerdo que una vez llegué tarde a casa de la fiesta de cumpleaños de una amiga, y me había olvidado de avisárselos a mis padres. Llegué a mi casa y vi una ambulancia frente a la puerta, el departamento olía a calmantes, mi madre estaba acostada en el sofá en un estado semiinconsciente. Y sentí un miedo descomunal de que ella muriera por mi culpa: ¿cómo seguiría viviendo? No volví a permitirme disgustar a mis padres otra vez.
Me parece que muchos hijos “tardíos” asumen tempranamente la responsabilidad por la vida y la salud de sus mamás y papás. Esta ansiedad sin fin devora mucha fuerza y energía, no te permite separarte emocionalmente de tus padres. Es difícil irte a estudiar a otra ciudad: ¿acaso dejarás solos a tus ancianos padres? Y si de repente decides mudarte, sufrirás interminablemente por la culpa. Como resultado, los padres adultos, como los niños pequeños, requieren nervios fuertes y una dedicación total, y esto no es fácil para nadie.
- Soy un hijo “tardío”. Me tuvieron por el proverbial vaso de agua en la vejez. Cuando mis padres tenían más de 70 años, comenzaron a tener problemas de salud. Ahora mi padre tiene 86 años. Y no solo para mí, sino también para mi hermosa mujer (cuyos padres recién se están acercando a la edad de jubilación), todos los años de nuestra vida juntos hubo un sentimiento constante de que en lugar de disfrutar de la juventud y de la oportunidad de hacer nuestra propia vida, pasamos la mayor parte del tiempo ocupándonos de mis padres porque “ya son viejos” y necesitan ayuda. © Alejandro / Genial.guru
- Mi madre tiene 65 años, mi padre 61, yo 21. Me duele mucho ver envejecer a papá... Ya no es tan fuerte, se cansa rápido. Me duele ver que mi madre camina muy lento, le duelen las piernas. Vivo sola, y tengo miedo de que mientras yo no esté les pase algo. Ambos tienen diabetes y muchas dolencias. Estoy un poco celosa de aquellas personas que tienen padres más jóvenes. Tengo miedo de no tener tiempo suficientes para mostrarles a mis viejos cuánto los amo y cuánto les agradezco una infancia feliz. © Oídoporahí / VK
“Todos somos niños mientras tengamos padres”
Los hijos “tardíos” tienen una posibilidad real de quedarse huérfanos demasiado pronto. Cuando mi papá falleció, yo tenía poco más de 20 años. Es insoportablemente doloroso. No tuve tiempo de hablar con él sobre muchas cosas, no le presenté a mi futuro esposo, no le mostré a su nieto, no hicimos muchas cosas juntos.
Cuando nació mi hijo, mi madre ya tenía casi 70 años. Los problemas de salud no le permitían disfrutar de su nieto durante mucho tiempo. Por el contrario, yo tenía que cuidar a los 2 a la vez: tanto al niño como a la adulta. Su salud solo empeora con los años, y me estremezco con cada llamada de un número desconocido: tengo miedo de que me llamen de otro hospital y me digan algo malo. Desearía que mis padres y yo tuviéramos más tiempo, pero no.
- Todo esto es maravilloso: padres adultos, inteligentes, razonables, que ya han visto la vida. ¿Pero alguien piensa en los hijos? Mi papá murió a la edad de 85 años, cuando yo tenía 27. Y para mí personalmente, era demasiado pronto, aunque él vivió mucho tiempo. Hay que tener hijos a una edad temprana para pasar el mayor tiempo posible con ellos. © Evguenia Marchenko / Facebook
- Nací cuando mi madre tenía 38 años y mi padre 42. Era la cuarta hija, mi nacimiento fue una fiesta para toda la familia. Sí, a veces me siento triste porque mis padres ya son ancianos y no tendrían que haberme tenido, pero agradezco cada minuto que paso con ellos. Nunca nos aburrimos. A veces discutimos, pero eso no dura mucho. Tratan de entenderme y apoyarme. Los amo y rezo todos los días para que estén aquí el mayor tiempo posible. © Nazrin Jalilova / Facebook
A modo de conclusión
Por supuesto que cada persona tiene derecho a decidir a qué edad ser padres. En la maternidad y en la paternidad tardías hay ventajas (por ejemplo, una base financiera más sólida, una actitud tranquila ante la vida y algo de experiencia) y desventajas, de las que ya hemos hablado aquí. Pero yo decidí que no daría a luz después de 40 años. Si este problema no se puede resolver antes de ese tiempo, que así sea. Lo principal para mí es no convertirme en una carga para mis propios hijos, no privarlos de su juventud a causa de mi vejez. Así que no voy a dilatarlo más.
¿Crees que los hijos tardíos tienen una vida más fácil o más difícil?