Las consecuencias ocultas de los viajes espaciales que podrían cambiarlo todo, según expertos

Curiosidades
hace 3 horas

Puede que el turismo espacial sea una gran experiencia, pero no para la Tierra. Este año, Katy Perry cruzó la frontera del espacio junto a cinco mujeres en el undécimo vuelo tripulado de Blue Origin, cuyo objetivo fue promocionar el turismo espacial. Hasta ahora, 58 pasajeros han pagado entre 200.000 y 300.000 dólares por vivir la aventura cósmica ofrecida por la empresa de Jeff Bezos, quien compite con otros magnates para liderar la carrera hacia el turismo lunar. Sin embargo, el costo de estos viajes va mucho más allá del dinero: un solo vuelo espacial genera entre 200 y 300 toneladas de CO₂ por persona, lo que equivale a las emisiones de 65 coches comunes durante todo un año. Y eso sin contar la huella que un resort turístico podría dejar en la delicada superficie lunar. ¿Acaso este progreso tecnológico podría afectar el ecosistema?

Escape lunar cinco estrellas

El turismo espacial, por más fascinante que parezca, es una realidad algo difícil de digerir. Al ingresar a la web oficial de Blue Origin, se puede leer el eslogan “Por el beneficio de la Tierra”, lo cual resulta irónico, considerando que el vuelo del NS-31 generó una cantidad significativa de dióxido de carbono, necesitó más de 720.000 kilos de combustible líquido para atravesar la capa de ozono.

Cabe destacar que el New Shepard no estuvo ni cerca de la Luna, habría tenido que recorrer 384.000 kilómetros más para llegar allá. Sin embargo, puede que se esté desempolvando la idea del Lunar Hilton, una propuesta que la cadena propuso en 1967 para que los turistas puedan hospedarse en el satélite por un precio solo accesible a multimillonarios.

Las naves para llegar a la luna deben garantizar condiciones de vida adecuadas en un entorno de baja gravedad, protegiendo a los pasajeros de las temperaturas extremas y la radiación. Pero empresas como Virgin Galactic, SpaceX, Firefly y Blue Origin ya están trabajando en ello. ¿Qué tan avanzados están?

Vacaciones de verano en la Luna

Por los vientos que soplan, para el año 2040 las élites ya no estarán soñando con la Luna, sino empacando para ir. De hecho, se estima que el mercado del turismo espacial alcanzará los 15 mil millones de dólares en menos de una década. Pero la pregunta es: ¿cuánto le va a costar al planeta esta nueva moda? Porque sí, viajar al espacio es lo más wow que puedes contar en una reunión, pero también es una industria que está creciendo a un ritmo del 15 al 20% anual.

Y como pasa con todo lo que crece rápido y sin límites, el impacto ambiental puede volverse inmenso. Estamos hablando de toneladas de combustible por lanzamiento, emisiones que ni el vuelo más largo en avión comercial puede igualar, y una huella ecológica que de solo pensarlo, podría dejarnos fuera de órbita... Literalmente. ¿Estamos preparados para pagar ese precio con nuestros recursos naturales?

El impacto terrenal del turismo espacial

Cada vez que se lanza un cohete, se libera una gran cantidad de vapor de agua en zonas altísimas de la atmósfera, donde normalmente casi no hay humedad. Y aunque el agua suene inofensiva, en esas alturas actúa como un poderoso gas de efecto invernadero, atrapando el calor y dañando la capa de ozono.

De hecho, los científicos advierten que si los viajes espaciales se vuelven frecuentes, podrían deshacer todo el progreso que logramos con el Protocolo de Montreal para proteger el ozono. Eso significaría mayor exposición a los rayos ultravioleta, así que, si ya usas bloqueador solar todos los días, prepárate para hacerlo aún más. Se vienen tiempos calientes.

Por ahora, el turismo espacial solo genera el 2% de las emisiones del sector aeronáutico, pero si sigue creciendo como planean las grandes empresas, su impacto climático podría dispararse. Un estudio reveló que el hollín de los cohetes puede calentar la estratósfera hasta 500 veces más que emisiones similares desde la Tierra.

Además, ese “carbono negro” afecta la forma en que circula el aire en la atmósfera, frenando el flujo natural desde los trópicos hacia las capas altas, lo que puede alterar el clima global. Sin embargo, el riesgo climático no es solo para nuestro planeta: la Luna guarda un tesoro para los dueños de las empresas que quieren hacer turismo espacial.

¿Qué hay realmente detrás del interés por volver a la Luna? Alerta de spoiler: no es solo por “turismo espacial”

Lo que en su momento fue la fiebre del oro o la del petróleo, pronto podría convertirse en lo que la NASA ha bautizado como “la fiebre del helio-3”. Este es un isótopo abundante en la Luna que, en la Tierra, podría representar una nueva forma de energía nuclear sin radiación.

Es decir, una fuente energética limpia, potente y libre de los riesgos asociados a la energía nuclear tradicional. Un sueño hecho realidad para muchos países, o más bien, para quienes puedan permitírselo.

Pero eso no es lo único que parte de la élite podría estar buscando allá arriba. La Luna también alberga metales raros como el escandio, el itrio y los codiciados lantánidos, elementos esenciales para la fabricación de celulares, computadoras y tecnología de punta.

El cielo no es el límite

Para quienes se han estado preguntando: “¿Por qué Katy Perry habría sido seleccionada para viajar al espacio?”, les tenemos una pista. Detrás del discurso del “turismo espacial” y los sueños de colonias lunares, hay dos personas que resuenan con fuerza, el dueño de SpaceX y el dueño de Blue Origin, prometido de la tripulante del NS-31, Lauren Sánchez.

Ambos están colaborando con la NASA en sus misiones Artemis, cuyo objetivo es establecer una presencia humana permanente en el satélite natural. Sin embargo, Space X prefiere hablar de colonizar Marte y considera la Luna una distracción. Por su parte, Blue Origin sí se mantiene en sintonía con la meta de la agencia espacial estadounidense. A este paso, no pasará mucho tiempo antes de que veamos a Katy cantando Teenage Dream en la superficie lunar.

¿Es legal todo esto?

Aquí es donde la cosa se vuelve ambigua. El Tratado del Espacio Exterior de la ONU, firmado en 1966, establece que ningún país puede “apropiarse” de la Luna, pero no deja claro si una empresa privada podría hacerlo. De hecho, el Acuerdo sobre la Luna de 1979 prohíbe que cualquier entidad se adueñe de una parte de nuestro satélite. Sin embargo, ningún país con un programa espacial relevante lo ha firmado. Entonces si, hay muchos recursos valiosos, pocas reglas claras y multimillonarios compitiendo por llegar primero.

La minería lunar plantea la posibilidad de obtener una fuente de energía limpia, pero expertos advierten que también conlleva riesgos incalculables como alteraciones en el equilibrio gravitacional, cambios en las mareas, posibles daños al regolito (la “piel” protectora de la Luna) y la generación de residuos espaciales que podrían convertirse en amenazas, tanto para futuras misiones como para nuestros propios satélites.

Sin embargo, el mayor peligro es la repetición de un patrón que ya conocemos demasiado bien: explotar sin medir consecuencias, encubrir intereses económicos bajo discursos de “progreso” y dejar fuera de la conversación a la mayoría de la humanidad. La pregunta ya no es si podemos explotar la Luna. La verdadera pregunta es: ¿deberíamos hacerlo?

Imagen de portada Franz26 / Pixabay

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