Es común sentir la necesidad de comer alimentos azucarados por las tardes luego de la comida, incluso se convierte en un hábito. En esas horas tu cuerpo se relaja, provocando sueño o ganas de comer cosas dulces tras una fuerte jornada laboral o estudiantil. En ese estado, tu organismo recuerda que el azúcar genera cierto placer. Al consumirlo, el cerebro segrega dopamina y serotonina, las cuales son hormonas del bienestar que activan sectores de recompensa, por lo que tu cuerpo necesita sentirse así constantemente. Esta es una de las razones por la cual el azúcar es adictivo y se vuelve un círculo vicioso en donde las hormonas juegan un rol fundamental.

Por otro lado, tu reloj biológico interno (o circadiano), también juega un papel en eso. Las personas que llevan un horario promedio (se levantan temprano para ir a la oficina o a la escuela y se acuestan antes de medianoche), sienten el pico de hambre a las 8 de la noche. Tu cuerpo necesita reservas de energía para continuar el resto del día, lo que instantáneamente se traduce en ganas de comer alimentos grasosos o dulces durante la tarde.

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