17 Anécdotas reales llenas de aprendizajes y un toque de sarcasmo

Historias
hace 1 mes

Las relaciones con parejas y padres son una parte muy importante de nuestras vidas. Y, claro, también incluimos a los ex: novios, novias, esposos y esposas. A veces, cuesta mucho olvidarlos. En esta selección, hemos reunido historias con experiencias valiosas, porque, seamos sinceros, es mejor aprender de los errores ajenos. Además, una pizca de humor siempre mejora todo.

  • Había un compañero de universidad, Juan. Vivía en casa de su novia, Laura. A mí me agradaba Laura: simpática, de ojos verdes, con una vibra hogareña, pero la novia de un amigo es intocable. Un día pasé a casa de Juan, y fue Laura quien abrió la puerta, pálida y desarreglada.
    —Hola, pasa. Juan fue a comprar medicinas, tengo fiebre —dijo.
    Pasó media hora y Juan no llegaba. Laura estaba muy mal, así que fui yo quien corrió a la farmacia. Cuando regresé, la encontré comiendo una torta de mi bolsa de compras.
    —Perdón, estaba muerta de hambre. Juan no puede ni cocinar ni comprar comida, ¡es un inútil! —se disculpó. Al final, le preparé una sopa de pollo y la alimenté. Resulta que Juan estaba en casa de un amigo, entretenido, y se olvidó por completo de Laura. Una semana después, ella lo echó de su casa. Me preguntó cuánto me debía por las medicinas y la sopa, a lo que le respondí que no importaba, pero que podría prepararle sopa otra vez... o mejor aún, invitarla a un café. Así fue como empezamos a salir. Pensé que Juan se molestaría, pero no: simplemente encontró otra chica.
  • Cuando recién me casé, mi esposo y yo hicimos un trato: como los dos trabajamos y ganamos bien, podíamos darnos el lujo de pedir comida a domicilio y contratar limpieza. Sin embargo, mi esposo me pidió que no le contara esto a su mamá, porque mi suegra cree que la mujer debe ser la “reina del hogar”. Llevamos cuatro años casados y ella sigue sin saber nuestro secreto. Cuando viene de visita, simplemente sirvo la comida pedida en nuestros platos. No me gusta mentir, pero todos vivimos más tranquilos así.
  • Cuando me enfermaba, mi ex se iba a casa de su mamá para no contagiarse. Era mi vecina, una abuelita adorable, quien me traía comida y medicinas.
    Ahora estoy casada por segunda vez. Mi esposo es marinero. Cuando regresa de sus viajes, se encarga de la cocina, el niño y la limpieza, diciendo:
    —Estuviste sola todo este tiempo, descansa. Yo lo hago, aunque me quejo diciendo:
    —¡Tú también trabajaste, no estabas de vacaciones!
    Él siempre responde igual: me da una taza de té, un chocolate y me manda a descansar. Después de tres días, logro recuperar la cocina para mimarlo con su comida favorita. Llevamos seis años juntos y nunca hemos discutido.
  • Mi ex me dejó gritando: —¡No te va a querer nadie más! Un día, caminaba por el centro comercial con Elena, una modelo que me saca media cabeza de altura. La veo venir y le digo:
    —¡Ahí viene mi ex! Elena me abraza y me da un beso en la mejilla. Mi ex se queda boquiabierta. Yo solo la saludo con la cabeza y seguimos caminando. Cuando llegamos a una cafetería, no pude aguantar más y nos reímos como locos. Sé que podría parecer inventado, pero escribo guiones para cortometrajes, y las modelos suelen pedirme ayuda para sus portafolios. Ese día, el productor me pidió que acompañara a Elena a comprar ropa. Así terminamos en el centro comercial.
  • Todo empezó de forma muy romántica. Conocí a un chico mientras intentábamos alquilar unas bicicletas eléctricas para llegar al malecón y ver los fuegos artificiales. Las bicicletas estaban descompuestas, así que corrimos bajo la lluvia. Nos refugiamos bajo un toldo, viendo el espectáculo mientras hablábamos. Fue como de película. Pero luego, al tratar de abrirle la puerta al repartidor, se fracturó la pierna. Al cuidarlo, le pregunté si sabía cocinar a sus 34 años. Me respondió: —¿Y para qué? Soy hombre. Eso es cosa de esposas. Y en ese momento, todo el encanto se desvaneció.
  • Cuando conocí a los padres de mi esposo, quedé impactada por lo tranquilos y amorosos que eran. En mi familia todo era lo contrario: mis padres discutían constantemente por cualquier tontería. Les pregunté a mis suegros por qué nunca peleaban, y su respuesta fue sencilla:
    —¿Para qué? Si todo está bien. Desde entonces entendí de quién heredó mi esposo su serenidad y facilidad para tratar los problemas. Llevamos casados trece años, y, aunque yo a veces pierda la calma, él siempre encuentra las palabras adecuadas para evitar una pelea.
  • Tenía 23 años y mi hermano 37. En cada reunión familiar, levantaba su copa y decía:
    —La madre es lo más importante en la vida. A mi mamá le hicieron una cirugía de vesícula y no podía cargar cosas pesadas. Pedí vacaciones para cuidarla, pero me torcí el pie. Podía cocinar, pero caminar era complicado. Le pedí a mi hermano que trajera comida apta para la dieta de mamá, dándole una lista detallada. ¿Qué hizo? Apareció temprano con sus dos hijos del primer matrimonio, de 7 y 6 años, y un niño de 2 años de su actual esposa, diciendo:
    —Ustedes están en casa de todos modos, cuídenlos. Además, trajo una bolsa con salchichas, panecillos y jugos, nada de lo que mamá podía comer. Y se fue. Al final, una vecina trajo los alimentos correctos después de su trabajo. Mi hermano nunca entendió qué hizo mal y se sorprendió cuando mamá dejó de querer cuidar a sus nietos. Desde ese día, dejé de hablar con él.
  • Tengo 26 años. Mi esposo y yo esperamos a nuestro primer bebé, y ya teníamos todo planeado para el cuarto del niño. Mi suegra nunca me aceptó, siempre criticaba mi apariencia, pero yo intentaba ser educada. Trabajo desde casa, y ella venía cuando quería (siempre cuando mi esposo no estaba), se metía al cuarto del bebé y cambiaba todo de lugar. Un día me preguntó qué había hecho con su guirnalda. Le expliqué que la quité porque era peligrosa para el bebé. Su respuesta fue: —No serás una buena madre. No sé si fueron las hormonas, pero me volteé y le dije: —¡Fuera de mi casa! Le conté a mi esposo, quien se molestó mucho y le advirtió:
    —Si no respetas a mi esposa, ni sueñes con ver a tu nieto. Desde entonces, mi suegra cambió su actitud, pero aun así, cambiamos las cerraduras. © Aggravating_Scar7518 / Reddit
  • Cuando me preguntan por qué me casé con un amigo que estuvo décadas en la “friendzone”, respondo: —Por conveniencia. Y cuando la gente entrometida insiste: —¿Pero tu primer esposo ganaba más? Respondo: —Con un salario millonario, puedes permitirte una esposa y dos amantes. Con uno de 400 mil, solo a la esposa. Aunque parezca que estoy bromeando, la verdad es más compleja. Mi primer esposo fue un abusador que me engañó y me llevó a la depresión. Fue mi amigo quien me ayudó a divorciarme, me apoyó durante años, me dio cariño y paciencia mientras yo aún temía volver a amar. Un día, me di cuenta de que la depresión había desaparecido, y él era un hombre increíble.
  • A los nueve años de casados, mi esposa empezó a molestarse por absolutamente todo lo que hacía. Yo, obviamente, también estaba molesto por su comportamiento. Discutíamos por cualquier cosa, incluso los abrazos y besos desaparecieron. Confieso que llegué a mirar a otras mujeres, pero, por suerte, no llegó ni a divorcio ni a infidelidades. Poco a poco, toda esa tensión y desgano desaparecieron, y volvimos a estar bien. La amo y sé que ella me ama. Creo que muchas parejas que se divorcian pasan por lo mismo, pero no tienen la paciencia de superarlo.
  • Mi esposo compró un departamento y dos autos, pero los registró a nombre de su madre. Cuando le pregunté, respondió tranquilamente: —Es para que, en caso de divorcio, no te quedes con nada. Es justo, porque no aportaste dinero para esas compras. También dijo que así me quedaría en el matrimonio. Mientras esté con él, puedo usarlo todo; si decido irme, me iré con lo que traje. De alguna forma, tiene razón, pero no sé qué pensar.
  • Estoy casada con un hombre rico. Desde afuera, mi vida parece de ensueño. Mis amigos suelen decir: —¿De qué te quejas? Tienes niñera, empleadas, cocinero. Pero lo que no ven es que también soy su asistente personal: manejo al personal, organizo eventos, reviso presupuestos, incluso coordino su guardarropa. Además, las amistades son parte del “paquete”: no hay elección, todo es por conveniencia. Ir al gimnasio o al spa no es un descanso, es una obligación. No me quejo, amo a mi esposo, pero esta es la otra cara de la moneda.
  • Un día, estaba en una tienda con mi futuro esposo, eligiendo gafas de sol. De repente, se acercó, comenzó a abrazarme y a besarme sin razón aparente. Yo estaba confundida, sin entender qué ocurría. Más tarde, camino a casa, me confesó que su ex nos había visto.
  • Una tarde, me dolía mucho la cabeza, algo que me sucede a veces y que se alivia con una pastilla y un poco de descanso. Mi esposo sabía de esto. Decidí dejar sin lavar una pequeña cacerola y tres platos para acostarme. Cuando llegó, encendió la luz del cuarto y me dijo que fuera a lavar los trastes. Me despertó dos veces con la misma exigencia:
    —Ve a lavar. Si yo debo trabajar mañana, tú tampoco vas a dormir. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que no me amaba; para él, solo era una empleada doméstica. Cuando regresaba del trabajo, su respuesta a mi “¿Cómo te fue?” siempre era un seco: “Normal”, mientras se sumergía en su teléfono. Me mudé a mi antiguo departamento, que tenía rentado. De pronto, él reaccionó: me invitaba a citas, decía que había reflexionado, pero yo ya había decidido. ¡Adiós, bebé!
  • Mi esposo y yo llevamos seis años juntos, tres de casados. Tenemos un bebé de un año y espero al segundo. Nos amamos, pero últimamente las cosas no van bien. Mi esposo trabaja en una oficina, pero también da clases particulares. A veces llega a casa a las 11 de la noche. No necesitamos tanto dinero, pero aun así aceptó alumnos los domingos. Le dije:
    —Parece que estás haciendo todo lo posible para no pasar tiempo con la familia. Desde entonces, anda ofendido. © Virgo514 / Reddit
  • Salía del centro comercial y me topé cara a cara con mi ex. Nuestra separación fue muy dolorosa para mí, pero logré saludarlo con calma. Justo entonces, sonó mi teléfono: era mi esposa. Dije:
    Contrato firmado, ¡listo para volar! Mi esposa, confundida, llamó de nuevo. Respondí:
    —¡Sí, cenaremos con el fiscal para celebrarlo! Luego me dirigí a mi ex:
    —Nos vemos, tengo cosas importantes que hacer. Activé la alarma del auto, y junto a mí pitó un coche enorme y elegante (del trabajo, que ese día usé para ir de compras). El rostro de mi ex era un poema de tristeza y arrepentimiento. Aunque todo fue un teatro, sentí que cerré un capítulo importante de mi vida.
  • Estaba enferma, con fiebre de 38.5 °C, así que pedí permiso en el trabajo. Le avisé a mi novio y, durante el día, me arrastré hasta la cocina para buscar algo de comer. Al abrir la cacerola, solo había salsa. La noche anterior había cuatro albóndigas y puré, suficientes para dos porciones. ¡Qué descarado! Cuando llegó, preguntó: —¿Qué hay para cenar? Desde mi cama respondí:
    —Debe haber puré con albóndigas en el refri, caliéntalas. Supuse que había desayunado una porción y llevado otra al trabajo. Lo escuché refunfuñar, pero no le di importancia. Por la mañana, noté que faltaban su cepillo de dientes, sus zapatillas y su abrigo. Le escribí:
    —¿Qué pasa? Dos horas después, respondió:
    —Creo que no estoy listo para estar con alguien que se queda en casa todo el día y no prepara la cena. Me quedé boquiabierta, pedí una pizza, lloré un poco mientras veía una serie y me fui a dormir. Una semana después, preguntó si había reflexionado. Y sí, lo hice. Me di cuenta de que no necesito a un hombre de 34 años que actúa como un niño de cinco. Lo bloqueé.

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