El espacio está calentándose, y estas son las consecuencias para nosotros

Curiosidades
hace 6 meses

El universo no es estático, evoluciona todo el tiempo y crece en todas las direcciones. Está expandiéndose, los científicos lo descubrieron hace casi un siglo. Y no lo hace a un ritmo estable: cuanto más tiempo pasa, más rápida es la expansión. A medida que esto sucede, las estrellas, los planetas y las galaxias se alejan cada vez más, lo que deja más espacio entre ellos. Si este es el caso, el universo debería volverse más frío a medida que se expande, ¿verdad? Después de todo, era mucho más denso y caliente cuando ocurrió el Big Bang. A medida que el espacio se expandía, también se enfriaba, lo que creó las condiciones para que se formaran planetas, estrellas y otros objetos espaciales.

Pues bien, ese no es el caso hoy en día. Los científicos también se sorprendieron, pero el universo está calentándose. Estudiaron la temperatura del gas cósmico más alejado de nuestro planeta en comparación con los gases jóvenes más cercanos a la Tierra. Dado que medimos la distancia en el espacio en forma de años luz, las zonas más lejanas son como si retrocediéramos al pasado, y las regiones más cercanas a nosotros son como si observáramos el presente. Descubrieron que la temperatura de un gas en el espacio ha aumentado más de 10 veces en los últimos 10 000 millones de años. Ahora, la temperatura del gas cósmico que se extiende por todo el universo podría llegar a unos 2 millones de grados. Vaya.

A medida que el universo se expande, la fuerza gravitatoria hace su parte y atrae el gas y la materia oscura. Y está haciendo un trabajo muy duro: crea galaxias y cúmulos de galaxias a partir de ellos. Este proceso es totalmente caótico y tan desordenado que se calienta cada vez más y más gas a medida que todo esto sucede. El espacio era extremadamente caliente cuando se estaba formando, hace 13 700 millones de años. ¿Qué pasaría si se calentara así una vez más? Los científicos están evaluándolo. Descubrieron que las temperaturas espaciales aumentaron al medir los gases cósmicos con la ayuda de algo llamado corrimiento al rojo. Generalmente utilizan este método cuando quieren conocer la distancia a la que se encuentran algunos objetos espaciales. Los que están más cerca de nosotros tienen longitudes de onda de luz más cortas. Cuanto más lejos está un objeto, más largas son las longitudes de onda de su luz. Así, es posible determinar la temperatura de un determinado objeto a partir de su luz.

En promedio, el espacio es un lugar bastante frío. El resplandor que queda del Big Bang se denomina radiación de fondo de microondas. Es tan potente e intensa que baña de luz todo el universo, y es lo único que calienta significativamente la materia. Pero hay muchos mecanismos más pequeños que ayudan a calentar la materia, y podrían volverse locos si el espacio se calentara. Como las estrellas. Ellas emiten radiación que afecta al polvo y al gas cercanos. También irradian en el extremo infrarrojo del espectro. Cuando una estrella se encuentra en su fase inicial, su radiación forma estructuras protoplanetarias que parecen discos y que se forman principalmente en un solo plano. Una estrella central brillante produce un gas espectacularmente luminoso y con reflejos azules.

Eso mismo sucedió en nuestro sistema solar. La fuerte energía y las fuerzas gravitatorias producen colisiones, polvo y gas en un vórtice sin control que forma planetas. Por eso, la mayoría de los planetas del sistema solar orbitan en la misma dirección. Esa es también la dirección en la que giraba este remolino gigante hace mucho tiempo. Estrellas activas, galaxias en colisión, cataclismos estelares, agujeros negros, estrellas de neutrones: el universo tiene muchas fuentes de energía. Y si rodeas la materia normal en el espacio con un entorno tan energético, se calienta drásticamente. Cuando algo se calienta, irradia energía de una manera determinada. En la mayoría de los casos, las galaxias solo tienen un par de zonas donde se forman estrellas, en regiones donde el gas está colapsando. Una burbuja que rodea esa zona contiene hidrógeno ionizado, y tres cuartos de nuestro Sol son hidrógeno. Gracias a él, el Sol nos mantiene calientes. El hidrógeno se transforma en helio dentro de su núcleo y produce una fusión atómica. Sip, así es como nuestro Sol libera su energía.

La radiación calienta todo ese gas a miles y miles de grados. Al mismo tiempo, ioniza un gran número de átomos y moléculas, lo que a grandes rasgos significa que los convierte en iones. Los átomos son partículas neutras, y los iones son partículas cargadas negativa o positivamente. Si el universo se calienta, nuestro Sol también podría hacerlo. Y si su temperatura alcanza los 30 000 grados, podría calentarse lo suficiente como para ionizar todos los materiales que ha expulsado anteriormente. Eso podría crear una nebulosa planetaria. Se trataría de una nebulosa en forma de anillo que se forma por la expansión del gas que rodea a una estrella envejecida. A medida que la temperatura aumenta, el hidrógeno se ioniza. A unos pocos miles de grados, esto podría hacer que las nebulosas de nuestro sistema solar se vuelvan rosadas con espectros de emisión. Nuestro Sol podría llegar a su fin si alcanzara los 50 000 grados. Si pudieras flotar en el espacio y acercarte, lo verías brillar en espeluznantes tonos verdes debido al oxígeno doblemente ionizado.

Los fenómenos de alta energía hacen que más galaxias colisionen. Esto calienta aún más el gas, lo que termina produciendo emisiones de rayos X. ¿Y qué hay de los agujeros negros y las estrellas de neutrones radiantes? Cuando se vuelven locos, pueden dar forma a galaxias enteras, y quién sabe qué más. ¿Acaso tendríamos más máseres? Se trata de láseres naturales que produce nuestro universo. Surgen cuando unas grandes poblaciones de moléculas reciben enormes cantidades de energía. El máser más potente y lejano que los científicos han encontrado hasta ahora es más luminoso que la luz de 6000 soles, y en solo un espectro de emisión. Tal vez en este escenario hipotético descubramos máseres aún más potentes... si es que aún seguimos por aquí. Porque, a medida que el universo se calienta, la radiación cósmica se hace más fuerte, y eso no es nada bueno para la vida en la Tierra. El aumento de la radiación cósmica podría dañarnos. Quién sabe si la vida sería posible en la Tierra en ese caso o si la poderosa fuerza gravitatoria tiraría también de nuestro planeta y lo estrellaría contra otro.

Por aquel entonces, la radiación era bastante intensa y los planetas rocosos tenían las condiciones adecuadas para formarse, ya que hace falta mucha energía para acumular polvo y partículas y “hornear” un planeta. Este período coincide aproximadamente con el de la formación de las primeras estrellas en el universo. Las antiguas estrellas eran mucho más grandes que nuestro Sol; sin embargo, vivían menos tiempo. En sus últimos días, explotaban y formaban supernovas que liberaban metales pesados a su alrededor. Esas son las partículas a partir de las que se formaron los planetas rocosos. La radiación se extendía por todo el universo en aquellos tiempos, pero eso ha cambiado con el tiempo. Hoy nos encontramos casi en un cero absoluto. 400 000 años después del Big Bang, cuando se formaban los átomos de hidrógeno, la radiación de fondo de microondas era casi tan caliente como la superficie de nuestro Sol.

Unos 15 millones de años después del Big Bang, su temperatura era cercana a la temperatura ambiente, unos 27 grados. Estas cosas estaban ocurriendo en todo el universo, por lo que había muchos planetas que podrían haber albergado vida. Si hubiéramos sido uno de esos mundos antiguos, no habríamos necesitado una estrella para mantenernos calientes. La radiación de fondo de microondas habría sido más que suficiente. En otras palabras, es posible que la vida en el espacio sea mucho más antigua de lo que creemos. Podría haber habido planetas antiguos con agua líquida en su superficie. ¿Y qué tal si hubo organismos primitivos como en nuestro planeta hace mucho tiempo? ¿Qué tal si eran aún más desarrollados? Puede que lo averigüemos algún día.

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