25 Historias que nos hacen sentir que no todo está perdido con la humanidad

Historias
hace 1 año

Cada día que pasa, sentimos que la bondad es más y más escasa. Esta cualidad humana es fundamental y se manifiesta en la empatía, la generosidad y la compasión. A lo largo de la historia, los seres humanos han demostrado su capacidad para realizar actos de bondad en las situaciones más difíciles, y estos gestos han sido fuente de inspiración para otros y han cambiado el curso de la historia, pero ¿cuán seguido se ven hoy en día? Algunos de nuestros lectores comparten sus anécdotas.

  • Cuando tuve a mi bebé hospitalizado recibiendo quimioterapia, me las vi completamente sola, pues mi hijo y mi mamá estaban en casa y yo en otra ciudad en la especialidad de oncología pediátrica. Ahí, específicamente, recibí mucha ayuda; las enfermeras me dejaban bañarme por las noches, cuando todos se metían a los cuartos. Me prestaban sábanas y cobijas para que me acostara exactamente debajo de la cuna de mi bebé. Fue, sin lugar a dudas, una de las experiencias más fuertes y dolorosas que he vivido, pero también pude constatar que cuando alguien en esas circunstancias comparte algo contigo, lo hace de corazón. A todas esas personas, les envío todas las bendiciones. © Claudia Gallegos / Facebook
  • Cuando estaba embarazada de mi segundo bebé, le comenté a una compañera de la oficina que mi abuelo me compraba bombones azucarados y que hacía años que los buscaba y no los encontraba. Anhelaba un bombón para sentir a mi abuelo cerca de mí en mi embarazo, entonces, ella me dijo: “Yo sé dónde los venden” y envió a su esposo. En todo mi embarazo no me hicieron falta mis bombones y, sin saberlo, logró hacerme sentir más cerca de mi abuelo. Pequeños detalles que no se olvidan y te dan grandes momentos. © Cecilia Ayala / Facebook
  • Hubo un tiempo en la vida en que estaba sin trabajo, sin ahorros, sin despensa, sin AGUA ni nada. Una amiga, un día después de pasar una tarde juntas, se enteró de mi situación y me llevó a casa diez litros de agua y una despensita bien surtida. Ya sé que hay cosas que se hacen por buena onda, pero yo jamás podría olvidar ese día ni ese detalle. © Zita Grapp / Facebook
  • Yo estuve con una depresión tan grande hace muchos años que dejé de comer, y mi compañera de trabajo del área de recepción me llevó la comida todos los días durante varios meses, y ella misma me la daba de comer cucharada por cucharada. ¡Diosito la bendiga por siempre! © Claudia Gurmendi / Facebook

¡Aún hay mucha bondad en la humanidad!

  • Cuando me enteré de que iba a tener trillizos, creí enloquecer. Hacía ocho días, mi esposo había perdido el trabajo. Vivíamos con mi sueldo, que era muy bajo, y la ayuda de nuestros padres. A pesar de todo lo malo, nos hicimos fuertes y aceptamos nuestra situación. La vida de tres bebés era una bendición. Comenzamos con los planes; nos apoyamos en la pareja, mi marido no dejaba de buscar trabajo y, después de tanto nadar, encontró trabajo, pero su sueldo era menor al mío. Llegando a los cuatro meses de embarazo, tuve que pedir licencia en la oficina. Los compañeros me apoyaban moralmente, algunos me escribían, otros venían a casa, en fin, todos eran atentos y traían algún regalito para los bebés. Llegó el parto y lo más difícil, convivir con esas joyitas que eran todo exigencias y, sobre todo, necesitar dinero que, de verdad, escaseaba. Mucho tengo para relatar sobre esta nueva vida que comenzamos a tener, pero una cosa fue increíble. Una vez a la semana y durante casi un año, llegaba a mi puerta una vianda anónima, muy suculenta. Era extraño, pero increíblemente yo la esperaba ansiosa. Nunca supe quién la dejaba en mi puerta y me timbraba. En el fondo de mi corazón, yo sé que es alguien que conoce mi historia y que está cerca de mí, pero su posición laboral no lo deja hacerse conocer. ¡Gracias por su solidaridad! © Graciela Rodríguez / Facebook
  • Cuando nació mi bebé, mi mamá enfermó al día siguiente y no pudo estar para acompañarnos. A la semana, mi esposo tuvo que volver al trabajo y yo me quedé con la bebé en casa solita así, sin saber mucho. Afortunadamente, una amiga me llevó ese día algo de comer, mi prima se fue un día a acompañarme y otro día, en la madrugada, recibí un mensaje de otra amiga mamá primeriza en el que me decía: “Aquí estamos también nosotros. No están solos, aquí nos acompañamos y lo estamos haciendo bien”. Son actos de amor que atesoro para siempre. © Pawiss Barrios / Facebook
  • Estuve muy delicada de salud, dejé mi trabajo, que es la costura, y un vecino con el que solo intercambiábamos saludos se percató, así que vino a saludarme, me dio 100 dólares y me ofreció su apoyo. Ahora cocino y, en ocasiones, le llevo comida. Él me lo agradece como le agradecí yo el gesto que tuvo en el momento en que más sola me sentía. Esos gestos no se olvidan jamás. © Marta Cruz / Facebook
  • Cuando quedé embarazada de mi primer hijo, tenía una amiga muy linda en el trabajo. Todos los días me llevaba algo de comer, una manzana, una dona, etc. Decía que seguramente me daba mucha hambre y que tenía que alimentarme bien para que el bebé naciera sano. © Claudia Marisol / Facebook

La buena fe de las personas se refleja en sus actos más pequeños.

  • Mi hijo sufrió un derrame cerebral catastrófico, su futuro es incierto aún, aunque está en casa desde el día de su cumpleaños. Yo trabajo en Houston y había conseguido el empleo de mis sueños, pero tuve que venirme a vivir a México para estar con mi hijo, y voy a regresar a mi casa en Estados Unidos cuando todo se mejore. Mis jefes me han guardado mi puesto indefinidamente, me están dando mis días de vacaciones como si estuviera trabajando y me depositan el pago. La compañía de mi hijo le ha dado su cheque de nómina completo y una persona del equipo de inhaloterapia me orienta a distancia para ayudarme a mantener a mi hijo bien cuidado, pues su cuidado depende mucho de su respiración. Esa persona está regalando sus servicios por mi hijo. Es una etapa de vida muy difícil, pero con muchas buenas personas en mi camino. No sé cuánto durará o si mi hijo lo logrará, pero sigo teniendo fe de que así será. © Maria D Aguirre / Facebook
  • Mi esposo tenía un tumor en el oído derecho y la operación era muy costosa, entonces sus compañeros del trabajo reunieron todo el dinero. De hecho, le empezaron a llegar notificaciones de transferencia de dinero de personas que ni siquiera conocíamos (eran conocidos de sus compañeros). Mi esposo y yo no tuvimos que buscar ni un peso. Pudimos costear la operación y hasta las consultas y el tratamiento posoperatorio. © TR Figuereo / Facebook
  • Cuando tuve a mi primer hijo, mi hermana, la que me estaba cuidando la dieta, tuvo una emergencia y se fue. Quedé completamente sola con la ayuda de Dios. Entonces una prima que vivía muy lejos iba varias veces a la semana, me llevaba el almuerzo y me ayudaba con el niño. Ella ya no está con nosotros, pero sus hijos saben lo agradecida que estoy. © Florencia Quijano / Facebook
  • Cuenta mi suegra que cuando ella estaba embarazada de mi esposo, trató de ocultar su pancita lo más que podía para que no la corrieran del trabajo; aparte, ella iba a ser madre soltera. Entonces, un día su jefe se dio cuenta y, a escondidas, le llevaba comida muy rica y era la forma en la que ella podía comer. Al final, cuando nació su bebé, ya no regresó a la fábrica, porque no tuvo quien le cuidara al niño, pero mi esposo lleva el nombre de su jefe. Así que, dondequiera que esté su jefe, mi suegra está muy agradecida. De este suceso ya han pasado más de 40 años. © Luz Valenzuela Gomez / Facebook

¡Que la humanidad siga siendo parte de nuestra personalidad!

  • Tenía un viaje de Bogotá a Lima hace unos años y, al pasar mi tiquete, la aerolínea no había registrado mi equipaje de bodega, que ya estaba incluido. No me dejaban pasar a migración si no pagaba casi 35 dólares en pesos colombianos, y no los tenía porque ya había cambiado todo mi dinero a soles. Estaba a diez minutos de que el avión despegara y, de la nada, apareció un señor y le dijo a la de la agencia: “Déjela pasar, yo le pago el equipaje”. Si no hubiera sido por ese señor, no habría podido viajar. Fue un ángel. © Natty Vargas / Facebook
  • Estaba embarazada, mi familia me dejó de hablar y mi pareja me decía que salía a buscar trabajo y no regresaba en días. Llegué a no tener qué comer, pero tenía dos amigas que venían a casa por mí para invitarme a desayunar y otra a comer. Nunca les dije que si no hubiera sido por ellas, mi bebé y yo habríamos pasado días sin comer. © Ivonne Alvarez / Facebook
  • Cuando era niña, mi padre fue a parar al hospital. Ahí estaba un señor también hospitalizado. Cuando dieron de alta al señor, adoptó a nuestra familia, éramos cinco, y nos llevó a su ranchito, El Tarengo, en Jalisco. Nos dio techo y alimento hasta que mi padre se recuperó. ¡Dios lo bendiga siempre! © Aide Jimglez / Facebook
  • Cuando una compañera supo que yo estaba embarazada, se alegró tanto que me dijo: “Seré madrina de pañales los primeros seis meses de tu hija”, y así fue. Durante seis meses le regaló los pañales a mi hija, solo me preguntaba en qué etapa iba y me llevaba cajas de pañales. Un gran detalle que nunca olvidaré. Fue un embarazo difícil, pues yo estaba en un periodo de mi vida muy duro porque mi única hija, de 14 años, había fallecido. © Horte Gonzalez / Facebook
  • A los dos meses de haber nacido mi primer hijo, me operaron de emergencia de la vesícula. Una compañera de trabajo me visitó y me dijo: “Si no tienes quién te cuide por la noche, yo vengo a quedarme contigo”, eso fue hace casi 19 años. A partir de entonces, ha sido una gran amiga, podría asegurar que nos queremos como hermanas, siempre estamos la una para la otra. © Lourdes Pineda / Facebook
  • Cuando tuve internado a mi hijo, había una señora que también tenía a su hijo en el hospital. Un día, lo dieron de alta y se fue a su casa, pero cuando iba a revisión, me llevaba una torta bien grande y mangos petacones para que yo comiera. También me llevó a comer al mercado, nunca olvido este gesto de la señora, siempre está en mi pensamiento. Además, la enfermera me decía que me comiera la comida que mi hijo no se acababa, que era mejor que me la comiera yo a que se tirara. Nunca olvidaré a toda esa gente que tuvo un noble gesto conmigo, ya que estaba sola, fui madre soltera. Las enfermeras me dejaban dormir en el piso sobre unas cobijas cerca del cunero de mi hijo porque pasaba supervisión. © Lolita Cruz / Facebook
  • Cuando estaba embarazada de mi primera y también de mi segunda hija, un compañero del trabajo siempre me llevaba una torta de milanesa en mi descanso. Me la dejaba en mi silla y me decía: “Tú tienes que comer, debes alimentar bien a tu bebé”. Él ya falleció, pero siempre lo recuerdo con mucho cariño. © Candy Lu / Facebook

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